Es de todos sabido que, en la sede central del PP en Madrid, situada en la calle Génova, tenían un busto de Rodríguez Zapatero ante el cual se persignaban cada vez que pasaban por delante. Sí, el expresidente Zapatero se convirtió en la máquina de generar votos para el Partido Popular más grande de la Historia. 


Primero porque atizando la culpabilidad de la crisis sobre su persona pudieron aglutinar una cantidad inmensa de votos basados en esa gran mentira, y después porque tenían la figura necesaria para aterrorizar a la población con su vuelta: “Hay que votar al PP, porque si no volverá otra vez Zapatero”, decían…


 También las madres holandesas afligían a sus hijos renuentes a dormirse diciendo “duérmete, que si no vendrá el Duque de Alba”. O mi propia madre, que me decía “duérmete, o vendrá el Coco, y te comerá”.


Puedo prometer y prometo a todos los lectores que José Luis Rodríguez Zapatero no tuvo la culpa de la crisis internacional. Fue el modelo de desarrollo neoliberal de enriquecimiento rápido, especulativo, a toda costa y sin importar las consecuencias el auténtico causante de la crisis.


Por cierto, el mismo modelo que el Partido Popular defiende y practica. Justo antes de la crisis, en la España de Zapatero teníamos superávit presupuestario (es decir, ingresábamos más de lo que gastábamos); también teníamos derechos, y podíamos expresarnos libremente.


Curiosamente España no se rompía, y tampoco éramos invadidos por hordas de subsaharianos que vinieran a quitarnos nuestros trabajos de esclavos.


La política de agua era aceptada satisfactoriamente (a pesar de que tampoco lloviera…), y España funcionaba razonablemente, sin necesidad de ser más machotes que nadie, o darnos golpes de pecho.



La derecha no tiene razones y por eso tiene que acudir a las emociones para convencer a sus correligionarios, a los indecisos, y al enorme sector de población que tiene una forma sencilla de entender la vida. No hay que alarmarse, los seres humanos somos así. Lo normal es la tendencia a la simplificación.


Aunque hay poetas, filósofos, investigadores, en realidad representan una minoría entre la población.  


Pero, ¿cómo se convence a las personas que tienen una visión sencilla de la vida? Bien lo sabe el Partido Popular: acudiendo a las emociones, y generando estado de tensión que promueven la respuesta rápida, instintiva, sin razonamiento.


La izquierda es sofisticada, porque está en su espíritu el avance y la creatividad. Es decir, el riesgo y la incertidumbre, aspectos que odiamos los seres humanos. La derecha es instintiva, emocional y simplista, promoviendo actitudes de autoprotección basadas en el miedo.


 Por eso la derecha quiere confrontación, quiere tensión social, quiere miedo en las tomas de decisiones. Quien decide con miedo no piensa, sólo actúa, y lo hace de manera instintiva, simple.


Ahora entendemos por qué los mensajes de la derecha son tan emocionales (aludiendo al miedo fundamentalmente) y tan sencillos, y la vez, tan falsos.


Porque, aunque los mensajes sean sencillos, los problemas son complejos, y no es otra cosa que Populismo plantear soluciones sencillas alejadas de la realidad para resolver problemas complejos, y reales.


 Julián Molina Illán