“Amazonía. Mi indignación no cabe en Instagram. Mi arma es la foto. Mi oxígeno es la fotografía”, escribió Araquém Alcântara el 18 de agosto en su perfil oficial de Facebook. Junto a sus lapidarias letras dejó la imagen más dolorosa que ha captado su lente por estos días: un oso hormiguero, indefenso, huyendo de las llamas que se propagan por la Amazonía hace más de 18 días.
En un video publicado el 20 de agosto, el fotógrafo brasileño contó cómo el oso llegó hasta él, cuando registraba las devastadoras imágenes que ha dejado el fuego en la zona: “Salió arrastrándose a través de las llamas cerca de una carretera. Este Tamanduá-mirim estaba ciego y con terribles quemaduras en su cuerpo. Sin palabras”.
Alcântara denunció a través de las redes sociales:
Estuve allí y lo vi. Y fotografié. Soy testigo ocular.
La Amazonía es mi matriz creativa. Ya fueron más de cincuenta viajes y expediciones. No en avión, sino caminando, con la mochila en la espalda, en barco o en coche.
Ya subí el Pico de la Neblina dos veces, ya pisé donde nadie pisó, he hecho cuatro libros sobre el bosque y su pueblo, ya gané Premio Jabuti, he publicado cientos de reportajes durante 49 años de periodismo y fotografía.
Y ahora, con los recientes acontecimientos estoy lleno de rebelión. Es preciso elevar el tono.
La intensificación de la deforestación es real, es evidencia objetiva hecha por satélites. Y “el tipo” dice que los datos no son reales, que no necesitamos dinero extranjero. La deforestación libre es lo que quiere.
Así, como dijo el poeta Carlos Drummond de Andrade: “no habrá día siguiente… el vacío de la noche, el vacío de todo será el día siguiente”. Así, no habrá más país.
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