Hoy hablo de esos cínicos que van voceando por tribunas y platós que
unos enemigos imaginarios quieren romper España. Y lo dicen, los además
muy ignorantes, cuando en realidad España nunca se ha roto.
Y no se ha
roto, sencillamente porque nunca ha estado entera. Nunca estuvo unida
con el ensamblaje de la fundición.
Pues ese ensamblaje no se consigue
salvando los linderos o las fronteras de los territorios y compartiendo
un idioma
Ese ensamblaje es fruto de la combinación de una filosofía
vital común y de dos principios incorruptibles o prácticamente
invariables a lo largo de casi tres siglos: el tríptico revolucionario,
por un lado, y el alma de la República, por otro. Lo que hace grande a
“la France”.
Los territorios que componen esa “España” que, según esos necios se rompe, están adosados sólo geográfica y físicamente, y el idioma y la religión parcialmente comunes, lo han sido siempre por la fuerza de las armas y por la sevicia católica de siglos. Y ahora, por condenas incluso superiores a las correspondientes al asesinato…
Pero admitiendo provisoriamente que España estuviese unida con pegamento, lo primero que la rompió y evitó el intento de una unión natural es una Constitución tramposa fabricada como Ley Fundamental del dictador; tramposa, porque deslizó en ella una monarquía a refrendar por un electorado virgen y tembloroso ante la amenaza latente de un golpe de Estado por parte de un ejército ya más franquista que el propio dictador.
En aquel crítico trance el abuso miserable fue flagrante. Súbditos que venían esperando 40 años convertirse en ciudadanos, al menos las clases populares casi medio siglo después se encontraron que eran casi siervos.
Miles y miles de bienes públicos fueron registrados a su nombre conforme a esa filosofía infame del franquismo, enemiga del colectivismo: “lo que es de todos, es del primero que lo coge”.
Luego lo que ha terminado de destrozar a España sin, como digo,
haber estado nunca entera, es una Justicia de clase; una justicia
favorable a las élites e implacable con las clases populares;
una justicia que no ha hecho si no atenuar la culpa de esos ladrones
públicos con dilaciones y argumentos leguleyos, sin dar nunca
cuenta al pueblo de la devolución de lo robado; una
justicia que se ha desvelado como el brazo armado del franquismo en
el conflicto catalán, una prolongación del TOP, un poder ejecutor
benévolo con tantos involucrados en gravísimos delitos
económicos que han llevado a España casi hasta la ruina; una pieza
que habrá de ser fundamental para sus afines ideológicos de la
política que ya, en sede parlamentaria, advirtieron que su plan es
acudir constantemente a ella.
Otros, en fin, que han contribuido a romperla (si bien parece que ahora intentan redimirse con la denuncia del Concordato, pendiente desde hace cuatro décadas) son esos que desde el arranque del régimen nuevo vinieron envueltos en la bandera del fundador español del socialismo, pero se fueron rápidamente aburguesando y, asemejándose a los otros, los dominadores franquistas, se entregaron a las consignas neoliberales de privatizar hasta el aire que respiramos.
Es tal el disparate, que el ejecutivo en unos casos hace de sirviente de los poderes económicos, y el legislativo no sabe por dónde empezar pues sabe que tarde o temprano toda ley acabará en los tribunales, protectores de los energúmenos. En cuanto al rey, ¿no parece un muñeco mecánico que no sabe qué hacer ni hacia dónde tirar?
En cuanto a esos otros de la banderita
en la muñeca y del saqueo que claman con neurastenia la España del
chundarata, del toreo, de las vírgenes y pasos santeros del
folclore… no os engañéis.
Se han portado con ella como un
proxeneta con su ramera y la quieren exclusivamente para ellos. Saben
bien que, para su propósito, ya cuentan con un nutrido elenco de
prevaricadores…
Y
todo, para seguir viviendo bajo el clima malsano del franquismo
y el viciado del nacionalcatolicismo
Pero eso sí, follando en
cualquier parque o cualquier váter, como si aquí no pasara nada.
En
esto, hay que reconocerlo, es en lo que ha ganado un montón la
España rota; rota, incluso antes de haberse hecho o antes de haberse
compactado.
Jaime Richart
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