Se olvida la letra y hay fallos de sonido.
Sus fans, indignados a la salida del concierto.
El regreso de Isabel Pantoja a los escenarios no ha supuesto el éxito que se esperaba. Dio un concierto la noche del viernes en el WiZink Center de Madrid, tres años después de su anterior concierto. Es por ello por lo que la expectación era máxima.
Os contamos todo lo que ocurrió, que se puede resumir en lo siguiente: fallos técnicos, letra olvidada y decepción del público. Dos miembros de ‘Socialité’ estuvieron en el concierto y nos cuenta lo que vivieron. A la tonadillera se le olvidó la letra en alguna ocasión y los fallos técnicos con el sonido hicieron que el público se indignara y gritara “no se oye” en más de una ocasión.
Es por ello por lo que Isabel Pantoja se muestra muy enfadada encima y debajo del escenario, pues en el camerino se mostró cabizbaja y disgustada por lo que había sucedido. Eso sí, todos estos problemas consiguió solventarse y, pese al disgusto, la cantante estuvo tres horas subida al escenario y lo dio todo.
Os contamos todo lo que ocurrió, que se puede resumir en lo siguiente: fallos técnicos, letra olvidada y decepción del público. Dos miembros de ‘Socialité’ estuvieron en el concierto y nos cuenta lo que vivieron. A la tonadillera se le olvidó la letra en alguna ocasión y los fallos técnicos con el sonido hicieron que el público se indignara y gritara “no se oye” en más de una ocasión.
Es por ello por lo que Isabel Pantoja se muestra muy enfadada encima y debajo del escenario, pues en el camerino se mostró cabizbaja y disgustada por lo que había sucedido. Eso sí, todos estos problemas consiguió solventarse y, pese al disgusto, la cantante estuvo tres horas subida al escenario y lo dio todo.
"Lo barato sale caro"
Los problemas con el sonido ensombrecieron esta esperada reaparición. Se habla de una menor inversión porque Isabel ha cambiado de discográfica y esto puede ser causante de estos fallos técnicos: “Lo barato sale caro”, ha sentenciado María Patiño.
Sus fans, decepcionados A la salida del concierto, algunos fans de la artista se han mostrado decepcionados por el espectáculo que habían vivido en el recinto: echaron de menos la mítica bata de cola, consideraron que Isabel "no dio el do de pecho" y se sintieron "decepcionados".
Aunque, a decir verdad, no todos opinan igual. Muchos son los que alaban el show de Isabel.
Sus fans, decepcionados A la salida del concierto, algunos fans de la artista se han mostrado decepcionados por el espectáculo que habían vivido en el recinto: echaron de menos la mítica bata de cola, consideraron que Isabel "no dio el do de pecho" y se sintieron "decepcionados".
Aunque, a decir verdad, no todos opinan igual. Muchos son los que alaban el show de Isabel.
Isabel Pantoja las pasa canutas, se recompone y deja extenuada a su gente con un concierto de tres horas
Después de dos años sin actuar llenó el WiZink Center madrileño con 11.000 personas en un espectáculo a veces sublime, otras aburrido y casi siempre accidentado
Nadie le pidió un bis, no fuese a ser que lo concediera. De hecho, ocurrió algo insólito. Ella, Isabel Pantoja, se acababa de marchar del escenario y su orquesta seguía interpretando la alegre melodía de Enamórate.
Pero la gente se fue a toda velocidad, dejando a los músicos con las
notas saliendo de sus instrumentos.
Nunca un desalojo de un local con
11.000 personas fue tan raudo. Todo ocurrió en segundos. Ni que alguien
hubiese gritado: “¡Fuego!”. Tres horas estuvo sobre el escenario la
artista sevillana de 63 años, un concierto excesivo, extraño, por
momentos emocionante, en algunos tramos aburrido, casi siempre
accidentado.
Dos
años sin actuar llevaba la controvertida cantante. Y el relato del
recital vino acompañado del melodrama que el personaje merece. Días
antes, la angustia por no llenar provocó múltiples llamadas por redes
sociales de la protagonista para que sus seguidores comprasen la entrada
(de 75 a 150 euros). El último cartucho fue una visita telefónica a Sálvame en la víspera.
Isabel Pantoja ha llegado a un punto en el que necesitaba
medir su condición como artista, sentir que su música no ha sido
engullida por esa máquina de hacer picadillo que son los programas
televisivos con famosos. Más aún: sus dos hijos (Kiko Rivera Paquirrín y María Isabel Pantoja Chabelita),
artísticamente hablando unos mindundis, amenazan con tener más
relevancia musical que ella con sus proyectos musicales.
En cuanto a
repercusión en visualizaciones en YouTube la superan con holgura: la
última canción de Isabel Pantoja, Enamórate, tiene 260.000
visualizaciones; la de Kiko Rivera (él, por cierto, estaba en la grada
del palacio), un millón; y el debut de María Isabel Pantoja (ella no
asistió al recital) bajo el nombre de Isa P, cuatro millones.
Por eso quería ponerse este reto: llenar el emblemático WiZink Center madrileño.
Finalmente lo consiguió. De las 12.000 localidades a la venta (en la
pista se colocaron sillas de plástico con lo que el habitual aforo de
15.000 se había reducido unos miles) solo se quedaron en taquilla unas
500. El público era una mezcla llamativa: parejas mayores, hijas e hijos
cuarentones acompañando a sus madres, modernos, grupos de señoras con
abrigos de piel y grupos de señoras con abrigos de paño.
Hubo
más dolores de cabeza para la artista. Unas horas antes del recital se
rompió, primero la mesa de luces, y luego la de sonido. Se consiguieron
reponer contra reloj. Seguramente por todo ello Pantoja salió al
escenario muy nerviosa. Ataviada espectacular, eso sí, con un ceñido
vestido dorado salpicado de pedrería y con su mítica bata de cola.
Suspiraba al término de las canciones, se la veía incómoda.
Los
problemas de sonido fueron continuos durante casi todo el espectáculo.
Pronto empezaron los gritos de “No se oye” desde el fondo del pabellón.
La artista los escuchó en un parón entre canción y canción y dijo:
“Parece que los de arriba no oyen. Pues, bueno, lo tienen que arreglar
por aquí [y señaló a un lateral del escenario] porque yo no puedo hacer
nada”.
Unas veces el micrófono no funcionaba, otras los instrumentos
sonaban deslavazados, con desniveles extraños. Aquello era un
anticlímax. “Las estamos pasando canutas”, llegó a decir.
Sin
duda la elección de un recinto tan grande no fue la adecuada. Ella está
acostumbrada a locales más reducidos, sobre todo teatros, donde los
espectáculos melódicos son más controlables. No acertó en la puesta en
escena, algo triste de luces, sin sacar partido estético a una banda de
una docena de músicos.
Cuando llevaba una hora de
recital, la cantante decidió relajarse y disfrutar a pesar de los
inconvenientes. Ahí salió la Pantoja que conocemos, esa que parece que
se va a derrumbar, que de hecho agoniza, pero propina un taconazo a su
bata de cola y resucita.
Cuando logró domar sus nervios estuvo sublime,
como en la interpretación de Dímelo. Cerraba los puños, se le hinchaban las venas y cantaba con las entrañas. No fueron aislados estos momentos de coraje.
Cuando llegó el turno de Qué voy a hacer contigo
ella se dio cuenta de que ya iba a sacar el concierto adelante. En
general estuvo bien de voz. Tiró de veteranía y de inteligencia para
dosificarla. En algunas canciones prefirió que las coristas o la gente
las cantarán. En otras (Pensando en ti, Marinero de luces, Hoy quiero confesarte…)
se dejó la piel y exhibió su poderío de los buenos tiempos.
La gente
escuchó con pasión de cofradía. Durante dos horas apenas se movieron de
sus asientos.
Pocas veces ha visto este recinto un
público tan embelesado. ¿Nadie tenía ganas de ir al baño o de tomarse
algo fresco? No. Soportaron con paciencia los desbarajustes y
disfrutaron con los buenos momentos. Y gritaron: “¡Guapa!” o “¿quieres
casarte conmigo?”.
Pantoja quiso abarcar demasiado y fue estirando el
recital hasta agotar. Interpretó piezas de Juan Gabriel, Manuel
Alejandro, José Luis Perales... Tocó copla, rumba, pop, swing... Bailó flamenco...
Los
últimos 45 minutos se hicieron muy cuesta arriba. Cuando dijo “me voy a
cambiar” y llevaba dos horas y media en el escenario la gente ponía
caras de súplica, rostros cansados. Querían irse a casa con, a pesar de
todo, un buen sabor de boca. Pantoja no les dejó. Interpretó un
innecesario chotis para luego dar paso a los casi cincuenta miembros del
Coro de Jóvenes de Madrid.
Fue una pena que el micrófono de ella
fallase de nuevo estrepitosamente porque esas voces celestiales en Aún quedan románticos y Aleluya fueron maravillosas.
La última canción fue otra vez Enamórate
(ya abrió el espectáculo con ella). Esta vez subieron al escenario
varios bailarines vestidos de colores. “LGTBI.
Esto no lo ha hecho
nadie. Solo la Pantoja, con dos pares”, gritó, eufórica, la artista. El
resto ya lo hemos contado, con la gente saliendo como alma que lleva el
diablo.
“Sí, me ha gustado, pero madre mía, madre mía…”,
decía al final una fatigada señora mayor mientras era ayudada por una
amiga a bajar las escaleras del palacio.
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