Actualmente
lo que está sucediendo corresponde a aquello que son los seres humanos,
pues estos han traspasado su forma de comportarse que es la de
depredar, robar y asesinar al mundo animal y vegetal, a todo el planeta
Tierra
Incontables personas en todas las
generaciones han sido seguidores del culto a “Baal”, incluso hoy en la
actualidad muchas personas siguen dependiendo de la hegemonía del culto a
“Baal”, que por cierto actualmente se da a conocer con diferentes
nombres. Las tradiciones paganas de culto afirman que los animales no
tienen alma y que las plantas no sienten, por lo que los seres humanos
podemos usar a nuestro arbitrio estos seres vivos y estas formas de
vida, incluso abusar de ellos.
Personas de todas las generaciones han
sido infectadas, es decir marcadas por esta idolatría, por esta locura
idólatra. Por eso los animales en general llevan el sello de estar
“destinados para el uso y el consumo”. Debido a ello nuestros hermanos
animales sufren tormentos, se abusa de ellos como animales útiles, se
les encadena, maltrata, mata de forma cruel y brutal y se les mantiene
en cárceles y en guetos, hasta que son asesinados por el carnicero, para
luego ser consumidos por seres humanos, por caníbales de animales.
Pero todo, absolutamente todo se base en
energía, y dado que ninguna energía se pierde, toda brutalidad, así
como el abuso a la naturaleza y a la madre Tierra, queda registrado en
el aura del planeta Tierra, igual que en el carrete de la película del
alma de aquellas personas que han sucumbido a la locura idólatra. Pero
esta energía negativa irradia de vuelta a la Tierra, lo que tiene como
consecuencias que los animales llenos de miedo y espanto, eviten a los
causantes del mal y escapen de ellos.
Los seres humanos, que al fin y al cabo
son sus hermanos mayores, deberían ofrecer apoyo y protección a las
criaturas animales, en lugar de ser para ellas una imagen que hay que
temer. Y como muchos animales imitan el comportamiento de sus hermanos
mayores, cazan a su vez a sus hermanos animales menores, así como lo
hacen los seres humanos. Los matan y se los comen. ¿Pero quién ha
enseñado esto a los animales? Al fin y al cabo el ser humano, quien
sirve al culto tradicional, al dios de los infiernos, que desde el
comienzo ha sido un embustero y un asesino, y lo sigue siendo hasta el
día de hoy.
La Tierra maltratada se rebela, y muchos
preguntan por qué permite Dios tales cosas, cuando las tormentas y
tornados destruyen casas, cuando las mareas anegan el suelo firme,
cuando por la sequía y aridez se hacen estériles grandes extensiones de
tierra. Todo esto y mucho más ha sido causado por el hombre, según la
ley que el ser humano mismo se ha impuesto y que dice: “Lo que siembras,
cosecharás”.
Cuando el Eterno, a quien en Occidente
llamamos Dios, según la ley del libre albedrio hizo que surgiese la
Tierra para los seres humanos, para Sus hijos caídos, primero
aparecieron las especies animales y vegetales. Al comienzo de la
formación de este planeta para los hombres, los animales no se comían
unos a otros, tomaban lo que la naturaleza les ofrecía.
No arrancaban
las plantas con su tronco y su tallo, como hacen hoy en día los seres
humanos, tomaban las hojas, tomaban las hierbas, las semillas y los
frutos, dejando que las plantas y árboles continuasen creciendo y
prosperando con la fuerza que venía de lo alto. Esta era la simbiosis
armoniosa entre los animales y la naturaleza. ¿Y cómo es en la
actualidad?
Actualmente lo que está sucediendo
corresponde a aquello que son los seres humanos, pues estos han
traspasado su forma de comportarse que es la de depredar, robar y
asesinar al mundo animal y vegetal, a todo el planeta Tierra.
Y sin
embargo el Orden originario sigue siendo el principio divino eterno, y
dice: “Las criaturas que provienen de Dios, los animales, las plantas,
las piedras y los minerales forman parte de la gran Unidad Universal,
Dios, porque Dios es la Vida universal y por tanto todos Sus seres vivos
y formas de vida llevan Su hálito, la vida. Esto es y será
eternamente”
.
Ana Sáez Ramirez
De la publicación: « La unidad Universal que habla »
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