Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


viernes, 17 de abril de 2020

Cuando ruge la Tierra





Cuando ruge la Tierra

 

Al fin y al cabo, son el fuego y el agua y el viento los que crean la vida y la saben destruir


De vez en cuando la naturaleza nos recuerda que existe. Vamos por la vida acelerados, con nuestras cuitas acaparando los sentidos, alejados de la conciencia de nuestra fragilidad.


 Pero de golpe, como si fuera una intrusa, la naturaleza quiebra tierras, escupe fuego, agiganta mares y hace soplar al dios de los vientos, y entonces impone su ley y su tiempo.


 Cuando ello ocurre, la Tierra deja de ser ese escenario indefenso ante nuestros atropellos, para mostrar su indomable fuerza, más allá de nuestra diminuta existencia. 


Lo vemos ahora con el volcán que ha activado su furia en Islandia y ha paralizado la actividad aérea de todo el norte de Europa. Y lo hemos visto también en China, donde la muerte siempre se cuenta por centenares.


 Y en Chile y antes en Haití y en todas partes donde aparece su carácter indómito y altivo.


 Huracanes, volcanes, terremotos, tormentas perfectas, la naturaleza existe y, aunque habitualmente muestra su cara más bella (esa cara que nos empeñamos en destruir día a día), también gusta de recordar su inmensa furia.


 Al fin y al cabo, son el fuego y el agua y el viento los que crean la vida, tanto como saben destruirla. 


Y nosotros, seres ambiciosos y petulantes, enfermos de una egolatría sin límites, nunca recordamos que sólo somos una concesión de su voluntad. 


Quizás un simple y etéreo azar. El gran filósofo inglés sir Francis Bacon, canciller de Inglaterra, alumno del Trinity College de Cambridge y uno de los miembros más notables de la misteriosa orden del Rosacruz, escribió que "sólo se doblega a la naturaleza, obedeciéndola". 



Probablemente Bacon pecó de optimismo cuando hizo esta reflexión, porque nada doblega a la naturaleza. Perdidos en la nada del universo, somos como un cristal de Bohemia en sus manos, capaz de hacerse añicos con cualquier meteorito que se cruce en el camino. 


Un bello trozo de tierra y agua, al vaivén de un sol caprichoso y finito. Pero a pesar de nuestra extrema vulnerabilidad, Bacon tiene razón en la bella intención de sumensaje.





La única forma, no de dominar a la naturaleza, pero sí de gozarla y preservarla, es obedeciendo sus leyes básicas. ¿Cuáles son? Probablemente las que señala el sentido común: no destruir los entornos, dar oxígeno a todas las especies, no desequilibrar brutalmente la biodiversidad y, por supuesto, no agotar los recursos.


 Y, como es bien sabido, hacemos todo lo contrario. Ciegos en nuestro viaje a la nada, los seres humanos nos hemos reproducido enloquecidamente, hemos destruido todos los entornos y hemos quebrado cualquier posibilidad de equilibrio vital. Somos el virus del planeta, su enfermedad más letal. 


 Probablemente porque sufrimos, nosotros mismos, de una vanidad también letal. Y sin embargo, ¡qué poca capacidad de protección cuando su furia se desborda! Ya lo dijo Carl Sagan, no somos nada más que polvo de estrellas.



 




No hay comentarios:

Publicar un comentario

GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION