La epidemia abre una nueva era con cambios de paradigma y giros
copernicanos, como lo fue en su día el tránsito de la Edad Media al
Renacimiento, y solo los que sepan adaptarse a los nuevos valores más
solidarios y colaborativos con las sociedades sobrevivirán
No puede ser que un banco cierre sus oficinas y obligue a un cliente a
peregrinar por su ciudad, en medio de una epidemia, en busca de una
sucursal abierta que le resuelva un problema.
Como tampoco puede ser que
una compañía eléctrica corte el suministro de luz a una familia que ha
sufrido un ERTE o que una persona mayor vea cómo se le
agota la tarjeta prepago de su teléfono móvil y queda incomunicada, sin
poder salir a la calle a recargar y sin poder hablar con los suyos.
Todo
eso está ocurriendo en estos días de pandemia en nuestro país, como
denunció ayer Gabriel Rufián durante la Comisión de Sanidad, en la que el ministro Salvador Illa
dio cuenta de los últimos datos sobre la propagación de la enfermedad.
“El Gobierno debe tomar medidas para que la compañías telefónicas
colaboren en estos momentos”, aseguró el portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya en el Congreso de los Diputados.
Fue un necesario toque de atención no solo a las telecos sino a las grandes corporaciones de otros sectores como las energéticas.
El mundo está cambiando de forma vertiginosa y el covid-19
va a obligar a las empresas a adoptar comportamientos mucho más éticos,
anteponiendo la seguridad de las personas al mero beneficio
crematístico.
Y en el caso de que los consejos de administración se
resistan a sumarse a la economía colaborativa y solidaria ahí debe estar
un Gobierno para obligarlos a entrar en vereda y a ejercer los negocios con un mínimo de responsabilidad y sentido de país y de Estado.
Aquella empresa que apueste por cometer abusos en medio de una tragedia
como la que estamos viviendo no solo incurrirá en una mala praxis
empresarial sino que su imagen como marca comercial quedará seriamente
dañada para siempre.
Hace unos días vimos cómo la compañía fabricante de
cerveza española Estrella Galicia enviaba una carta a todos sus empleados en la que les garantizaba que no realizará ningún ERTE
antes del día 31 de mayo.
Fue una manera no solo de tranquilizar a los
trabajadores, sino de enviar un mensaje de fuerza a la población en un
momento dramático solo comparable a tiempos de guerra. Seguramente, con
esa medida se habrá ganado unos cuantos nuevos fieles cerveceros para
cuando todo esto pase.
Un caso parecido lo tenemos en la Seat, que en pocos
días ha pasado de fabricar coches a respiradores de oxígeno, una
actividad que a buen seguro contribuirá a salvar cientos de vidas
humanas en las UCIS y Urgencias de los
saturados hospitales.
Otras muchas fábricas de diferentes ámbitos
económicos se han puesto también manos a la obra en el auxilio a
nuestros sanitarios siguiendo el ejemplo de la multinacional
automovilística española.
Los casos de Estrella Galicia y Seat, la apuesta de ambas marcas por
echar una mano, reenfocando los negocios hacia un punto de vista algo
más humano, debería cundir en otras empresas no solo de sus respectivos
sectores industriales sino también de otros, aunque solo sea por una
pura ley de competitividad y por no quedar atrás en la conquista de la
confianza de nuevos clientes.
El viejo mundo se ha desmoronado
estrepitosamente en apenas dos meses. Del coronavirus nacerá un nuevo
orden mundial y los viejos esquemas empresariales basados en hacer
dinero a toda costa quedarán desfasados, obsoletos, inservibles.
Aquellas empresas que además de poner el foco en los beneficios sepan
adaptarse hacia ideas y principios como la filantropía, el altruismo y
la búsqueda del progreso y el bien común habrán ganado cuota de mercado.
La solidaridad, el trabajo en equipo por el bien de la sociedad y
valores como la colaboración para que todos mejoremos como país son
lecciones esenciales que salen de este infierno de virus y muerte.
Precisamente estos días estamos viendo cómo los anunciantes, en sus spots
televisivos, hablan no solo de vender sus productos sino de promover
ideales elevados como la ayuda al prójimo, la unidad de todos en la
lucha contra la epidemia, la protección y el amor a la familia (en
especial a nuestros mayores), y el esfuerzo para superar la plaga y
recuperar nuestro estilo de vida de antes: la calle, los bares, la
amistad, el deporte, los abrazos, los besos.
Un conocido banco incluso
ha lanzado un elogan publicitario en el que invoca que “no es momento de
ponerse de perfil, sino de echar una mano” . Puede ocurrir que todo eso
no sea más que simple postureo comercial y que una vez superada la
pandemia las empresas vuelvan al viejo manual neoliberal basado en la
obtención de beneficios a costa de lo que sea, de la explotación
laboral, de los bajos salarios, de la deshumanización y embrutecimiento
del mundo, en definitiva.
Sin embargo, hay un importante detalle que no
debería pasar desapercibido a los altos ejecutivos de las grandes
compañías siempre atentos a los cambios sociológicos: este virus
seguramente lo venceremos en algún momento pero en el futuro, sin duda,
vendrán otros nuevos, si no el mismo covid debidamente mutado, más
agresivo y con otro sufijo numérico.
No estamos por tanto ante una crisis pasajera y coyuntural como fue
la de 2008. Estamos ante un serio toque de atención de la naturaleza,
del planeta mismo (algunos expertos creen que el coronavirus es
consecuencia del cambio climático) y del propio sistema capitalista, que
ha colapsado en sus graves contradicciones, crueldades e injusticias.
Todo aquel empresario que no sepa ver que nos encontramos ante un punto
de inflexión en la historia de la humanidad, pretendiendo retornar a la
rapiña, al beneficio fácil, a la precarización y a la esclavitud laboral
fracasará en sus proyectos de negocio.
Ya lo ha dicho Rui Rio, jefe de la oposición portuguesa, en un reciente discurso
en el que ha exhortado a las entidades financieras a que echen una mano ante la
epidemia: “Los bancos deben mucho a todos los portugueses. La banca no puede
ganar dinero con la crisis.
Si la banca presenta en 2020 y 2021 lucros
abultados, esos lucros serán una vergüenza”, ha asegurado. Será mucho más que
eso, habría que decir. Será un error colosal que las entidades financieras
pagarán caro.
Transitamos hacia un nuevo tiempo, una nueva era con cambios de
paradigma y giros copernicanos, como lo fue en su día el paso de la Edad Media al Renacimiento.
Y esa crisis debería venir marcada por el nacimiento de nuevos valores
éticos como la protección de la salud, el reparto de la riqueza y el
intervencionismo estatal como forma de sostener el Estado de Bienestar.
Los ciudadanos, aterrorizados por la posibilidad de otra nueva
pandemia, exigirán responsabilidad, civismo y más valores humanistas no
solo a sus políticos sino también a sus mejores empresarios.
Los
partidos políticos, presionados por los votantes, impondrán leyes
severas contra todo aquel que pretenda recuperar de nuevo la ley de la
jungla para ir por libre, al margen de la civilización y del interés
general.
Los que sepan adaptarse sobrevivirán en el nuevo escenario de
las sociedades modernas.
Y los que pretendan un retorno al pasado, al
egoísmo y la corrupción que ponen en riesgo la vida de las personas y la
estabilidad de los países, lo pagarán muy caro.
Porque aquí, o nos
salvamos todos −ricos y pobres, poderosos y humildes, empresarios y
trabajadores−, o solo quedará el caos, la anarquía, la enfermedad y la
muerte.
https://diario16.com/una-leccion-del-coronavirus-los-empre…/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION