De cacerolas vacías a cacerolas llenas
Habría que
remontarse a Francia en la década de los años 30 del siglo XIX para
encontrar los primeros cacerolazos de los ciudadanos contra las políticas
monárquicas y absolutistas de Luis Felipe I de Francia.;
El uso del ruido como medio para manifestar
desaprobación y descontento se volvió popular ,principalmente en la noche, para
exigir la libertad, la igualdad, la
fraternidad, valores que la Revolución Francesa había sellado a fuego en la
sociedad civil 40 años antes.
Asimismo, en
nuestra historia contemporánea reciente, los cacerolazos abrieron telediarios y
portadas de periódicos con la ya conocida crisis del “Corralito” en la Argentina del 2001, una expropiación en toda
regla de los ahorros de las clases medias y trabajadoras en beneficio de las
entidades financieras que fueron rescatadas con dinero público a costa del
esfuerzo y el sacrificio de los trabajadores , los cuales vieron su patrimonio
expoliado mientras que los bancos eran recompensados por sus supuestas pérdidas.
En esos años, las cacerolas en las puertas de los bancos vallados eran la
estampa diaria de cualquier ciudad argentina: A los ahorristas sólo les quedaba
una cacerola o un cazo vacío para protestar. Sus ahorros habían sido
expropiados por el propio Estado.
Pero sin duda,
esta crisis tiene su origen en las políticas neoliberales de los diez años de
presidencia peronista Carlos Menem de recortes en derechos sociales, sanidad, educación
y desmantelamiento, para posterior privatización, de empresas públicas a precio
de saldo sumada a una irreal valoración de un peso argentino a un dólar, sin
que el gobierno de centro izquierda de Fernando de la Rúa hiciera algún amago
de modificarlas.
El final es conocido: El país acaba hundido en el caos
político, económico y social con 5 presidentes en una semana, con una
devaluación del 400 % de la moneda y con loa indicadores de pobreza disparados.
Ese cazo vacío y la cuchara era la única
forma de protestar contra unas políticas que, había llevado a muchos argentinos
a no poder llenar esa cacerola con la que hacían ruido.
La cacerola vacía se
había convertido en el único “arma” de la clase trabajadora contra los
poderosos que les habían empobrecido.
Y llegamos a
2020.Una pandemia inesperada de un virus desconocido azota el mundo: Lo que
parecía una simple gripe ya no lo es y pone en riesgo la salud de los seres
humanos sin distinciones de fronteras, gobiernos, ideologías, género,
nacionalidades, clases sociales.
El Covid19 ataca a todos por igual.
A escala mundial,
los gobiernos, indistintamente de su color político, entran en una vertiginosa
carrera de compra de material y equipamiento sanitario, que en muchos casos ha
resultado fraudulenta, a improvisar medidas de seguridad y aislamiento de la
ciudadanía, a montar hospitales de
campaña en predios de ferias o en hoteles al ver cómo el sistema público de
salud era desbordado por el número de infectados y fallecidos.
En este contexto, el pasado 14 de marzo , el
gobierno de coalición de Psoe-Podemos decide, de acuerdo a lo establecido en el
artículo 116 de la
Constitución y art. 4-12 de la Ley orgánica 4/1981, declarar el Estado de Alarma, inicialmente por
un plazo de 15 días prorrogables por otros 15.
El objetivo era centralizar en
el Ministerio de Sanidad y en el Comité de Expertos dirigido por el
epidemiólogo Fernando Simón, todas las decisiones en un mando único que
impartiera las directrices a las diferentes comunidades autónomas, la cuales
verían mermadas de forma temporal sus competencias en este sentido.
Tras casi dos
meses de confinamiento y con una gestión más que exitosa reflejada en la
disminución en el número de infectados, ingresados en UCIS, y en el número de
fallecidos, que aún así, asciende a más de 27.000, desde el Ministerio de
Sanidad se tomó la decisión que la desescalada fuese gradual y progresiva de
acuerdo al impacto que el virus había tenido en los diferentes territorios.
Era
de esperar que, con más de 17.000 fallecidos, 6000 de ellos en residencias de mayores,
Madrid no fuera una de las primeras comunidades autónomas en pasar de fase.
No conformes
con la campaña de desprestigio contra el gobierno casi a diario en Twitter,
basada en soportes digitales, generadores de fake news y bulos a la que se
suman algunos presentadores o tertulianos y en medio de un Estado de Alarma ,
aprobado por mayoría absoluta por distintas fuerzas del acto parlamentario del
Congreso, un grupo de vecinos se autoconvocan en el acomodado barrio madrileño
de Salamanca, cacerola en mano, para amenazar, pedir cárcel a los miembros del
gobierno, la dimisión de ministros y la convocatoria de elecciones anticipadas.
El mantenimiento de Madrid en la fase 0 en el plan de desescalada se había
convertido en la punta de lanza de algunos sectores para culpar al gobierno
central de esta decisión y, de esta manera , ocultar el desmantelamiento y privatización encubierta del sistema público
de salud en mano de gobiernos populares desde hace 25 años.
No cabe mayor
sorpresa: Son los mismos que atacaban hace unos años con “Usted traiciona a los muertos” (de Eta) o trataban de “Okupa”
al Presidente Pedro Sánchez por ganar la moción de censura al expresidente Mariano
Rajoy, omitiendo que éste es un proceso contemplado en los artículos 113
y 114.2 de la esa misma
Constitución de la que suelen presumir con pulserita en la muñeca, puño en el
pecho y bandera en los balcones.
Pero esos artículos deben ser “socialcomunistas”, porque de aceptarlos
y respetarlos, nada de nada.
Entre gritos, caceroladas y ruido, reclaman
elecciones pero olvidan que este gobierno, con sus aciertos y con sus errores,
que gustará más o menos, es un gobierno constitucional, elegido
democráticamente en las urnas y con dos victorias incontestables del PSOE en ambas convocatorias del 2019.
Está
claro que el artículo 99 de la Constitución sólo les vale, si ganan
ellos, si pueden formar una mayoría de derechas.
En pocas palabras, antes no aceptaron el triunfo
de la moción de censura, posteriormente exigieron elecciones generales y al no
hacerse con el poder, es evidente que ,ahora, pretenden sacar provecho de una
crisis sanitaria mundial , y que el COVID sea el medio para tumbar un gobierno
que los ciudadanos les negaron en las urnas.
Mientras entre los años 2012-2015, los
indignados se lanzaba a las calles para rechazar los recortes en derechos
sociales y laborales, estos vecinos de Núñez de Balboa disfrutaban cómodamente
desde sus apartamentos de 400 metros cuadrados, el aumento de beneficios
empresariales y de sus inversiones a costa de la reducción de sueldos y de peores condiciones contractuales de sus
trabajadores, reforma laboral mediante o de la rebaja de su carga impositiva,
amnistía fiscal incluida.
Incumpliendo la normativa del Estado de Alarma y
la resolución del propio Tribunal Constitucional
que impide las manifestaciones al primar el derecho a la salud, hoy salen a la
calle, sin importarle que estemos en una crisis sanitaria de final abierto y de
consecuencias inesperadas.
Lo cierto es que esos más de 27.000 muertos que usan
como arma arrojadiza contra el gobierno central o les parecerán pocos o
simplemente es un medio de refriega para desestabilizar políticamente al país a
tal punto que, sin mantener las distintas de seguridad se lanzan en tromba a la
calle de este lujoso barrio de Madrid, poniendo en riesgo la vida de todos los
demás, las nuestras y las suyas también, en un
acto obsceno de irresponsabilidad e insolidaridad.
Y si como si no fuera
suficiente, desde el atril de la Asamblea de Madrid, la Presidenta de la
Comunidad de Madrid , Isabel Díaz Ayuso,
en vez de disuadir estas manifestaciones, las promueve, no siendo, en este
contexto de crisis sanitaria ,un comportamiento esperado de un dirigente
político de esa envergadura.
Eso sí, que la cacerola no falte aunque para
algunos fue todo un descubrimiento saber que contaban con, al menos, una en sus
alacenas.
Estos mismos vecinos hasta hace nada, todos los
días a las 20, salían a aplaudir a sus balcones a los sanitarios que se han
jugado sus propias vidas para salvar otras: Ya nos les importan. Los aplausos
se han ido, el postureo con ellos y sólo ha quedado el ruido de unas cacerolas
que tienen por objetivo crispar a la sociedad para tumbar un gobierno elegido
democráticamente, que no son capaces de respetar.
Que al replique de las cacerolas y gritos de altavoces,
declaren sin sonrojarse “El Estado de
Alarma busca imponer una dictadura constitucional” “Nos roban nuestra libertad.
Estamos presos “o de forma contradictoria con mascarilla en boca afirmen “Yo no conozco el virus, nos están
mintiendo.
Buscan arruinar España” suena como mínimo a cinismo mezclado con
una alta dosis de hipocresía; el recorte de libertades y derechos, con miles de
desaparecidos en las cunetas y fosas comunes ocurrió precisamente durante los
40 años de dictadura que ellos hoy añoran.
Ni los franceses en contra del absolutismo monárquico
de Luis Felipe I ni la clase media trabajadora argentina en contra de las
recetas neoliberales del FMI que expolió su patrimonio y sus derechos, jamás
pudieron imaginar que aquellas cacerolas vacías por la falta de libertades, por
el hambre y la pobreza, hoy estarían llenas de odio, crispación, opulencia e
irresponsabilidad.
Hoy las cacerolas son un medio de protesta
torticero en manos de una extrema derecha desbocada que, en el contexto de una
pandemia mundial, busca sacar tajada en su propio beneficio, alterando el orden
constitucional y el sistema democrático que, mal que les pese, hemos elegido
todos.
Hoy, a diferencia del pasado, las cacerolas de Núñez
de Balboa no suenan contra un régimen antidemocrático e inconstitucional o
contra la expropiación de sus bienes o
el
recorte de libertades o de derechos……
Suenan para que sus privilegios que el
franquismo dejó intactos, no se vean alterados por un gobierno de coalición de izquierdas que mejore las condiciones
laborales de los trabajadores o una política impositiva redistributiva de la
riqueza, que limite, por ejemplo, el precio de los alquileres de sus
propiedades.
¿Y qué hay de la pandemia?
La respuesta la podemos obtener en boca de Niccoló Machiavelli que en “El
Príncipe” sostenía “…El fin
justifica los medios….”
Da igual
la salud de los españoles, la de todos, incluso la de ellos mismos.
Todo sea por
mantener sus propios intereses de clase, camuflados en “Por el bien de España” entendiendo que “España” son sólo ellos y les pertenece……
Maximiliano Fernández Ibarguren
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