«He visto morir gente SOLA, he tenido que seguir trabajando aunque solo quisiera llorar», lamenta la médica.
Decenas de vecinos del barrio de Salamanca han salido a las calles este miércoles en la zona de Núñez de Balboa de Madrid sin guardar la distancia social exigida, poniendo en peligro su vida, la de su familia, y la de los trabajadores y trabajadoras de la salud que tendrán que atenderles.
"¡Gobierno dimisión!": así ha sonado una nueva cacerolada en el barrio de Salamanca
*
Más de un centenar de personas han vuelto a salir hoy a la calle en el
barrio de Salamanca de Madrid para pedir, cacerola en mano, la dimisión
de Pedro Sánchez por su gestión de la crisis del coronavirus. Gritos de
"¡Gobierno dimisión!" y "¡Libertad!" en la calle Núñez de Balboa.
Soy medica, llevo 2 meses trabajando una media de 12h al día, 6 días por semana. El mismo tiempo que llevo sin ver a mi pareja y mi familia por trabajar en otra comunidad. He visto morir gente SOLA,he tenido que seguir trabajando aunque solo quisiera llorar. SOIS ESCORIA HUMANA
Esto es lo que les ha reclamado una médica desde su cuenta de
Twitter, citando un vídeo publicado desde la cuenta «Movimiento Barrio
Salamanca «Nuñez de Balboa» en el que se ve como se agolpan ciudadanos,
algunos sin guantes ni máscara.
«Soy medica,
llevo 2 meses trabajando una media de 12h al día, 6 días por semana. El
mismo tiempo que llevo sin ver a mi pareja y mi familia por trabajar en
otra comunidad.
He visto morir gente SOLA, he tenido que seguir trabajando aunque solo quisiera llorar», indicó la médica.
He visto morir gente SOLA, he tenido que seguir trabajando aunque solo quisiera llorar», indicó la médica.
«SOIS ESCORIA HUMANA», sentenció.
La "Caye borroka" y el "pijo manteca"
Manifestantes se agolpan en barrios ricos de Madrid burlando el
estado de alarma y las redes sociales claman hablando de "Cayetanos",
"palos de golf" y del "pijo manteca".
Un señor golpea con un palo de golf una señal de tráfico en el acaudalado barrio de Salamanca en Madrid. De los tiempos del Cojo Manteca,
con aquellos golpes con su muleta contra el mobiliario urbano en los
años 80, hemos pasado a esta curiosa estampa en la España de 2020.
En pleno estado de alarma, cuando hay que mantener la distancia de seguridad, se agolpan los manifestantes en la calle Núñez de Balboa y en la rica localidad de Aravaca pidiendo un gobierno de orden.
Exigen lo que incumplen. Con el Cojo Manteca y demás desharrapados intervenía la policía.
Aquí, las imágenes muestran a agentes que observan las estampas de contrastes tragicómicos. Como esos manifestantes jóvenes que gritan "libertad" y "gobierno asesino", mientras alzan el brazo como en Francoland. Como pidiendo un taxi.
No pasa ni uno, porque han cortado la calle. Sin aviso de manifestarse y en plena orden legal de guardar unos metros entre los seres humanos, por aquello del coronavirus que se contagia y está matando a las personas.
En las redes sociales hay quien habla de manifestantes "Cayetanos" que han iniciado "la Caye borroka".
Se comentan imágenes de hombres con "fachaleco", de señoras que golpean las señales con cucharas de color plata,
jóvenes con bolsas de la compra de ropa de marca, coches de alta gama
aparcados junto a las aceras, mocasines pisando el asfalto, vírgenes y crucifijos colgando del cuello de gargantas indignadas que gritan "Coletas a la hoguera" y "Sánchez, chorizo".
Eso es, como mínimo, confesión y varios padres nuestros.
Quizás Macarena Olona marcó tendencia, pero se ha quedado atrás, porque hay una amplia gama de mascarillas con la bandera de España entre los manifestantes que la llevan. No son las del certificado falso repartidas por la Comunidad de Madrid. Aquí, están a la última.
Atraviesan la máscara los gritos de los oprimidos que piden a "los comunistas" ser "libres",
horas después de que Ayuso haya entregado con retraso un nuevo informe
para ver si esta vez ha hecho los deberes, no le dimite nadie y también
Madrid supera la fase cero que reprime a estos represaliados del Barrio
de Salamanca.
Hoy puede revisar estas imágenes una familia que permanezca encerrada en su piso de 40 metros cuadrados en Vallecas. Igual alguno de esos miles de madrileños que hace cola durante varias horas para conseguir una bolsa de comida.
También puede verlo Ayuso, desde sus dos apartamentos con terraza de alto standing,
donde dice que le han hecho un precio más "low" que la casita del perro
Pecas. Pobres del mundo se han levantado con la tarjeta del seguro de
la sanidad privada en el bolsillo en el Barrio de Salamanca. La culpa
del coronavirus la tiene el gobierno "socialcomunista".
Las imágenes de la aglomeración oprimida puede verlas también Martínez Almedia,
ese alcalde aclamado últimamente como modélico, que ha dicho que "los
mismos que promovieron caceroladas contra el rey no se pueden quejar de
que la gente las haga en la calle Núñez de Balboa.
Si se cumple la
normativa de estado de alarma, es una forma de protesta pacífica que
inauguró Podemos".
El problema, alcalde, es que cuando usted dijo esto ya se habían agolpado el día anterior incumpliendo las normas.
O no lo había visto usted o no lo quiso ver. Siempre podremos decir que la culpa fue del 8-M y ya sabemos que no hay nada que no tape una buena intención de voto o una bandera de España.
Vecinas del madrileño barrio de Salamanca participan en una protesta contra el Gobierno
Una pequeña multitud del Barrio de Salamanca con mascarillas de la
cruz de Borgoña y banderas de España ha roto la cuarentena para pedir
libertad al Gobierno.
Han bajado desde sus viviendas de lujo, heredadas
de abuelos con capítulos en Franquismo S.A y más metros cuadrados que
algunos colegios de Aluche, para que el servicio pueda volver a sus
casas a servirles el desayuno y plancharles la ropa.
Personal doméstico
al que pondrán en peligro por su aglomeración irresponsable, como si les importara, será por filipinas.
Es difícil caricaturizarlos más de lo que ellos mismos se retratan de manera decadente. La imagen de un manifestante sacando un palo de golf para dar golpes a una señal imitando
al mítico cojo mantecas vale por cualquier retahíla de epítetos
humillantes. Se bastan ellos mismos para mostrar su cara decadente de
clase.
Un perfil social unido al económico que enseña un individualismo
soberbio relleno de impunidad al que les han acostumbrado en sus casas
llenas de privilegios, favores y suficiencia. Burbujas de niños bien que
solo reconocen el esfuerzo en el sudor de un partido de pádel o aspirando un tiro en los baños de un reservado.
Una escasa multitud de ricos y malcriados exige poder volver a explotar a sus trabajadores,
que abran las tiendas de Louis Vuitton y ponerse el forfait en Baqueira
Beret. Cientos de individuos que lo más cerca que han tenido la sala de
espera de las urgencias de un hospital ha sido cuando la mucama les
escribía desde allí para avisar de que tardaría en llegar a ponerles la
cena después de deslomarse durante horas atendiendo sus caprichos de
manos blandas.
La clase ociosa exige poder volver a usar con libertad sus coches de 100.000 euros
y viajar a sus residencias a pie de playa. La opresión bolivariana
durante la pandemia les ha impedido degustar botellas de champán con
micropartículas de oro y caviar beluga iraní en un reservado marbellí.
El
personaje de Roman Logan en Succession, una serie que retrata las
actitudes de una familia multimillonaria. En una escena donde habla de
su padre, dueño del emporio mediático que regentan, define su
comportamiento: "Hace lo que quiere, es como Arabia Saudí en persona".
No es el comportamiento exclusivo de un personaje de ficción, es el
demoledor retrato de un individuo prototípico de las clases extractivas.
Los pijos, los ricos, los rentistas, están acostumbrados a hacer lo que consideren cuando consideran sin que nadie perturbe sus caprichos.
Su voluntad es lo único que les acostumbra a limitar, por eso no
toleran comportarse de manera cívica en beneficio común.
Por eso salen a
la calle a protestar, lo quieren todo, lo quieren ahora, y lo quieren a
su manera. Les da igual el sacrificio colectivo del personal sanitario
de la Sanidad Pública porque ellos tienen garantizada una UCI con suite
si la cosa se pone fea.
Esperar es de pobres, y ellos no están
habituados a hacerlo, jamás han hecho cola ni han tenido que aguantar
pacientes una directriz ajena. Las aglomeraciones en los transportes son
de pobres y ellos no las sufrirán.
Trabajar es de pobres, y a ellos no les obligaron a ir cuando la pandemia estaba en su peor momento.
Dos imágenes de dos barrios de Madrid han sido protagonistas. Antagónicas en la necesidad y en el comportamiento. La disciplina paciente de cientos de familias de Aluche respetando la distancia social por recibir una bolsa de alimentos porque la pandemia les ha quitado todo, y la soberbia de clase de los ciudadanos de Núñez de Balboa
que no han perdido nada exigiendo volver a su vida de excesos.
Los que
se manifiestan en el Barrio de Salamanca son solo gorrones del esfuerzo
ajeno.
Acostumbrados a abusar del trabajo de sus empleados y criadas no
extraña demasiado que ahora se aprovechen del sacrificio de millones de
españoles que han aguantado estoicamente en sus pequeños pisos mal
ventilados de barrios obreros.
Es su condición social: parasitar.
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