El desolador espectáculo cotidiano de mendigos, prostitutas, enfermos
mentales, mujeres, hombres, adolescentes, sobreviviendo en la calle,
se multiplica día a día en que la crisis económica ha caído sobre España
como una de las plagas que nos están destrozando.
Viendo muchachas
bonitas pidiendo limosna, jóvenes que parecen instruidos mendigando para
desayunar, hombres adultos que han trabajado muchos años varados en el
aeropuerto de Barajas, detenidos por la pandemia, sin poder comer, me
planteo el panorama inmediato de nuestro país.
La pobreza avanza sin que las medidas anunciadas por nuestro gobierno
sean eficaces para detenerla por falta de financiación y de
inteligencia para implementarlas, y que además nunca contemplaron
erradicarla.
Los sectores sociales más desfavorecidos que siempre
estuvieron abandonados de la protección estatal aumentarán en número y
en situación desesperada y la única alternativa será dedicarse a la
delincuencia. Y eso siempre beneficia al Capital.
El primer sector que ganará será el de la prostitución. No se ha
conseguido abolir la prostitución en los 42 años de democracia que
disfrutamos y no será ahora cuando se apruebe la ley.
Aquellos partidos
que abogan por legalizarla, como Podemos, los Comunes, Ciudadanos,
Esquerra Republicana votarían en contra si el PSOE se atreviera
presentarla, propósito éste que no se adivina. Porque el lobby
prostituidor aumenta sus ganancias con la incorporación de nuevas
esclavas, y también hombres y niños y niñas, arrastradas por la
desesperación.
En ese negocio ganan proxenetas propietarios de hoteles, casas de
masaje, clubs de carretera, lupanares, casas de citas, y toda la gama de
distintos nombres con se encubren los burdeles.
En esos
establecimientos trabajan chulos, madames, limpiadoras, camareros,
gerentes, administrativos. La amplia gama de oficios que se necesitan en
los negocios.
La mafia necesita también sicarios que mantengan el orden y eviten
protestas y rebeliones, que se relacionen bien con las diversas policías
que operan en el país: municipales, nacionales, autonómicas, Guardia
Civil, mediante el mejor de los argumentos: el dinero.
Ese dinero fluye
también hacia algunos de los cargos de las instituciones en los
Ayuntamientos, los gobiernos de las Comunidades, diputados, senadores,
jueces, magistrados, forenses, oficiales de la Administración de
Justicia, Consejeros del Poder Judicial, dueños de medios comunicación,
periodistas.
También, naturalmente, beneficia, aunque sea a pequeña escala, a los
sinnúmeros negocios que se crean para abastecer los prostíbulos, desde
los establecimientos de restauración y cafeterías a las perfumerías, el
vestido, las peluquerías y esteticienes.
Las clínicas de muchas
especialidades médicas que afectan a ese colectivo social: abortos,
enfermedades de transmisión sexual, psiquiatras y psicólogos, cirugía
estética y reparadora.
A la prostitución se añade el negocio de la pornografía, con la
legión de profesionales del cine y de la administración de empresas que
requiere, y que es muy útil para adiccionar a jóvenes y menos jóvenes a
la prostitución y que enseña a mantener las reglas del Patriarcado, lo
que siempre es rentable.
Por ello, la Unión Europea ha dictado la norma de que los Estados
europeos incluyan en el cómputo del PIB los ingresos por prostitución.
Otra vía de supervivencia para muchachos desasistidos, de familias
desestructuradas, pobres, sin instrucción ni posibilidad de empleo, es
el narcotráfico. Desde la adolescencia y a veces la infancia los
“ganchos” adiccionan a muchachos a diversas drogas, ellos serán los
camellos más eficaces para infectar a otros amigos.
De allí a la amplia cadena de los traficantes, los que transportan la
droga desde países lejanos, la almacenan y la distribuyen, los que
montan laboratorios clandestinos y suministran a hoteles, bares,
balnearios, discotecas, la cantidad de gente que vive o sobrevive de
infectar a la población en el consumo de marihuana, cocaína, heroína y
combinados artificiales es incontable.
Esa mafia, como la de la prostitución, tiene también que crearse sus
aliados, confidentes, cómplices y encubridores en toda la gama de
trabajadores y participantes en las instituciones, que ya he nombrado.
Los ingresos de la droga y la prostitución superan juntos a los que
proporciona el tráfico de armas y constituyen el número dos y tres en el
ránking de los negocios ilegales más beneficiosos e importantes del
mundo.
Por ello, también la Unión Europea ha dictado la norma de que los
Estados europeos incluyan en el cómputo del PIB los ingresos por tráfico
de drogas.
A estas adicciones tan rentables se unen el juego y el alcohol. En
todos los barrios modestos se han abierto casas de juego, las apuestas y
las timbas se anuncian en televisión, eso sí, con un cartelito
ejemplarizante que dice “juega con responsabilidad”.
También se añade a
la publicidad del alcohol ese consejo tan bien intencionado. Las
personas que trabajan en todo el entramado del juego y del alcohol
cumplen el mismo papel que en la prostitución y el tráfico de drogas,
desde crupiers y camareros a administrativos, que son indispensables
para que los negocios sean rentables.
Después es preciso, en un país avanzado, organizar el tratamiento de
los ludópatas y de los alcohólicos. Médicos, asistentes sociales,
psicólogos, psiquiatras, clínicas de rehabilitación, granjas de
recuperación de los adictos y medicamentos. Muchos medicamentos para que
la industria farmacéutica no deje de ganar.
De la misma manera que el
Capital organiza y lleva a cabo las invasiones y las guerras que
destruyen las ciudades y es preciso después reconstruirlas, con lo que
el negocio es doble: armas y ejércitos y empresas, arquitectos y
albañiles, los adictos se fabrican y después hay que rehabilitarlos.
A estas formas tradicionales de cometer crímenes se ha unido en la
actualidad la presión del lobby trans que pretende hacer desaparecer a
las mujeres, imponiendo la abolición del sexo. Esta ideología delirante
que no se hubiera imaginado hace unos años se ha convertido en otra
fuente de negocios.
Además de pseudo intelectuales y pseudo feministas
que escriben libros, dan cursos y conferencias difundiendo esa doctrina,
se precisa una legión de psicólogos, psiquiatras, endocrinos,
pediatras y cirujanos, que deben atender las demandas de los que
descubren que su género no es el del sexo que se les asignó al nacer.
Las clínicas de reasignación de sexo con la plantilla de trabajadores
que precisan y toda la gama de medicamentos que abarcan desde
antidepresivos a hormonas, amén de los que se precisan en operaciones
quirúrgicas enormemente agresivas, y cuyo consumo da grandes beneficios a
las farmacéuticas.
Y en los casos en que los afectados se arrepienten de la
trascendental decisión que tomaron sin tener un conocimiento exacto de
sus consecuencias, muchas veces en edades en que no se tiene completo
uso de las facultades mentales, y en otras por la propia patología del
paciente, estos pueden recurrir nuevamente a la legión de profesionales
que procederán a deshormonarles y hormonarles, según sea adecuado, a
operarles y a desreasignarles el sexo, con la necesaria atención
psicológica y psiquiátrica y los medicamentos correspondientes.
A estas nuevas formas de delincuencia se ha unido últimamente el
negocio de los “vientres de alquiler” que utilizan la facultad
reproductora de las mujeres pobres en mercancía, fin siempre deseado del
Capital.
Agencias de contratación de víctimas, de viajes, la industria
hotelera, abogados y personal de consulados y la Administración de
justicia, están empleados en cumplir los deseos de personas que como no
pueden engendrar sus propios hijos los contratan en el útero de alguna
hembra humana.
Pero no son sólo estas formas de delincuencia las que benefician a
los numerosos negocios del Capital. Indirectamente, todo delito, aún los
de menos importancia y cuantía, proporciona un éxito a los gobernantes
de derechas porque les permite implantar una política represiva.
Incluso
el más pequeño descuidero que roba un bolso a una vecina provoca una
reacción de indignación en el barrio que reclama indignado más
protección, más policía, más leyes represivas.
Cuantos más delitos
comunes se realicen más proclive estará el pueblo a votar a los partidos
de derecha y ultra derecha que prometen mano dura contra los
delincuentes.
A estos les siguen los emigrantes, los refugiados, los
africanos y algunos latinoamericanos y los chinos que montan negocios
que quitan la clientela a los comerciantes del barrio.
Cuanta más indignación se provoque en las clases populares víctimas
de robos, agresiones y violaciones, más fácil le es a la derecha ganar
estima y apoyos.
La ciudadanía que se queja de los altos impuestos para
pagar la sanidad, la educación, la asistencia social, está dispuesta a
pagarlos para aumentar los efectivos policiales y represores, y los
partidos xenófobos ganan enseguida apoyos para expulsar a los
emigrantes.
Los diputados y senadores de los partidos ultras se sienten
reforzados en sus reclamaciones de leyes más duras contra los
extranjeros, y los demás partidos, ante el crecimiento de esas
peticiones varían sus programas y los acercan a los de la ultra derecha
para no perder votantes y afiliados y quedarse en la irrelevancia.
No
estoy contando ninguna fantasía propia, es lo sucedido en Francia, en
Italia, en Hungría, en Polonia, en Reino Unido, en EEUU…
Las leyes represivas del crimen son muy útiles también para perseguir
las organizaciones sociales y políticas que protestan y critican el
gobierno y el sistema.
Nuestra Ley Mordaza impuesta por el PP que lleva
una decena de años en vigor no ha sido ni aún modificada por el partido
socialista a pesar de que éste gobierna hace ya casi tres años.
Siempre
se puede perseguir a un rapero, a una twitera, a unos titiriteros, que
dicen cosas hirientes y molestas contra el poder, a un colectivo que se
manifiesta sin permiso en la calle, a los indignados que se enfrenten a
la policía, utilizando los artículos de la Ley mordaza.
Es también muy beneficioso para diversos negocios e intermediarios
que se monten negocios de seguridad ante el aumento del crimen. Sistemas
de alarma, puertas blindadas, rejas para las ventanas.
El clima de
peligro se alimenta con las amenazas de los portavoces del Apocalipsis
que se avecina ante el aumento de delincuentes que se han introducido en
nuestro país.
El crimen organizado tiene a su vez sus propios
empleados, intermediarios y negocios, que a su vez rinden beneficios a
los funcionarios de toda laya y a políticos, jueces, médicos,
legisladores, como ya he relatado antes.
Además, que exista un gran sector social que vive en la marginación,
oscilando entre la mendicidad, el delito y la prostitución, favorece
mucho al Capital. Es el ejército de trabajadores de reserva de que
hablaba Marx.
Esos desgraciados están dispuestos a emplearse por un
plato de comida sin reclamar protección alguna y constituyen el mejor
dumping para las empresas que pueden reducir cada vez más los salarios y
los derechos de los trabajadores.
De modo que pretender que se elimine la pobreza y se proceda a un
reparto justo de la riqueza no beneficia al Capital. Por el contrario le
quitaría muchos de sus ingresos y prebendas, y a todos los círculos que
le amparan, le protegen, le juzgan y son sus cómplices y encubridores.
Este retrato real de nuestra sociedad tendría que servir para
desvelar los verdaderos propósitos de los partidos que defienden la
legalización de la prostitución y de las drogas, que mantienen la
producción de alcohol y las casas de juego, que se niegan a derogar la
reforma laboral, que hablan de más desregulación del empleo, de libertad
para acabar con las leyes protectoras de los trabajadores, que permiten
las deslocalizaciones de empresas, y que además, para más cinismo,
piden ayudas económicas al Estado, como hace Feijoó en Galicia.
Y
desanimar a la ciudadanía que se deja deslumbrar por los discursos
vibrantes de la derecha y la ultra derecha contra los enemigos de la
Patria, la religión y la familia, que siempre es la izquierda.
Aunque lo peor es que hoy la izquierda institucional está a favor de
regular la prostitución y las drogas y permitir la pornografía y
legalizar los negocios trans, sin que se propongan calificar de delito
“los vientres de alquiler”.
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