Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


lunes, 22 de marzo de 2021

Rocío Carrasco Mohedano no es solo Rocío, son miles. Miles de mujeres machacadas hasta convertirlas en despojos.


 

Rocío Carrasco Mohedano no es solo Rocío, son miles. Miles de mujeres machacadas hasta convertirlas en despojos. Miles de mujeres que para respirar necesitan consumir ansiolíticos todos y cada uno de los días de su vida. 
 
 
Mujeres silenciadas, rotas, que se volvieron a coser y a las que destruyeron los mil remiendos que se hicieron.
 
 
 Que ven cada día sus heridas supurar y no pueden hacer nada para sanarlas. Rocío Carrasco no solamente es la hija de la Jurado, es la hija de la Petra y de la Luisa, de la Antonia y de la Carmen. Y su historia, aunque es suya, es la de miles de mujeres en este país.
 
 
 Mujeres que sufren un calvario cada día de sus vidas y que se encuentran desamparadas por la justicia, por la sociedad y la opinión pública. Mujeres cuestionadas, increpadas, mujeres solas. 
 
 
Mujeres que tuvieron que renunciar a sus hijos porque el dolor era tan insoportable que sentían que se quedaban sin aire y a las que insultaron por intentar sobrevivir. Porque "los hijos son lo primero". 
 
 
Los hijos no necesitan una mujer muerta a la que llorar en un cementerio. Necesitan una madre que sobreviva por si un día quieren volver. Pero sobre todo lo que importa, lo que se nos olvida siempre, es lo que necesita ella. Y eso es lo que ha hecho Rocío Carrasco y lo que hacen las miles de Rocíos: sobrevivir. 
 
 
Y cada Antonio David Flores, cada maltratador, tiene su parcela de poder y es amplia, grande y destructiva. Es cierto que Lola la de la Carmen no ve cada día su foto en las revistas, ni enciende la tele y escucha cómo la cuestionan. Pero Lola, la de la Carmen, va a comprar el pan y escucha los rumores. En la puerta del colegio un padre le dijo que dejara de hacerle daño al marido, aunque fuera por los hijos. 
 
 
La llamaron mentirosa y vio cómo su ex seguía teniendo una vida social intensa mientras ella se encerraba en casa por una vergüenza que era él quien debería haber sentido. Es cierto que en otros pueblos nadie habla de lo mala madre que es Lola de la Carmen, pero lo escucha en el suyo cada día de su vida. Porque es ahí donde su maltratador tiene el poder.
 
 
Cada vez que cuestionamos la palabra de una mujer que cuenta su historia, cada vez que la culpamos por quedarse, o por irse, por cortar relaciones con sus hijos, estamos haciendo más fuerte al monstruo del maltrato.
 
 
 Cada vez que nos sentamos a tomar café con un hombre señalado como maltratador estamos abriendo un poco más las costuras de esa mujer, echando sal en sus heridas. Cada vez que ponemos la tele y vemos un programa donde ese ser está sentado en un plató estamos siendo cómplices del sufrimiento de la víctima. 
 
 
Rocío Carrasco ayer puso su cuerpo y no tenía por qué haberlo hecho. Y Telecinco es peste, sí, pero anoche en un programa que fue líder de audiencia se habló de violencias machistas, de justicia patriarcal, de violencia vicaria, del miedo, de la indefensión de las víctimas y de cómo la sociedad en su conjunto mira para otro lado. Y todo el mundo asintió en silencio.
 
 
Muchas veces lo he dicho: el feminismo tiene que estar donde está la gente y Telecinco es un circo, un espanto y un horror, pero llega a cada rincón del país. Y anoche hubo mucha gente que, por primera vez en su vida, vio y entendió cuáles son los mecanismos del patriarcado y de la violencia machista. Sólo por eso ha merecido la pena.
 
 
 
 
 
 
 

 

 

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