SECRETOS DE PALACIO
La versión oficial de Casa Real sobre el viaje de la Infanta Cristina e hijos dista mucho de los rumores que circulan. Parece que tras romper con Corinna, Don Juan Carlos ha dado un giro radical.

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Letizia se perdió la "boda secreta" de la Telma Ortiz más clandestina

Los Urdangarín cierran filas mientras el Rey rompe con CorinnaLo que los Reyes no cuentan de sus bodas de oro y Telma superstar
Este lunes no hay fiesta en el Palacio de La Zarzuela, el cuerpo "real" no está para celebrar las bodas de oro de los Reyes, aunque sí para conmemorar las de diamantes de Isabel II de Inglaterra en el trono. Todo un gesto de los máximos representantes del país cuando el Gobierno está tratando de marcarle las líneas rojas a Reino Unido con respecto a Gibraltar.
La declaración de intenciones del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, hace tan sólo unos días en las páginas de ABC dejaba lugar a pocas dudas: "Ni he estado ni voy a estar en Gibraltar mientras no haya una bandera española". Nada sorprendente después de su "Gibraltar, español" al eurodiputado conservador británico Charles Tannock en la Eurocámara, a mediados del pasado mes de enero, pero todo un giro –al menos en las intenciones- a la política llevada a cabo por el anterior Gobierno en referencia al Peñón.
Y es que si algo en lo que esté empeñado tanto García Margallo como todo el Gobierno popular es en enmendar cuanto antes los dos "errores capitales" que cometió en este sentido el zapaterismo: que España aceptara no hablar de la soberanía de Gibraltar sin el consentimiento de los gibraltareños e integrar a las autoridades del Peñón en el Foro de Diálogo en igualdad de condiciones que España y el Reino Unido. García Margallo se ha marcado como objetivo prioritario darle la vuelta a esta situación y el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, trasladó estas intenciones al primer ministro británico, David Cameron, durante la entrevista que ambos mantuvieron a finales de febrero en Downing Street.
En esas estaban, aunque de momento sin demasiados avances, cuando el mismo día en que se publicaba la tajante frase del titular de Exteriores –el lunes 7 de mayo- se anunció la visita de tres días del Príncipe Eduardo de Inglaterra y su esposa, Sophie Rhys-Jones, a Gibraltar en el marco de los actos conmemorativos del 60º aniversario del reinado de su madre. El enfado del Gobierno, cómo no, fue importante. Todo un desafío a sus intenciones que, precisamente en estos momentos, se produjese tan simbólica visita.
Un "disgusto" que se hizo llegar al Gobierno británico a través de su embajador en España, citado el pasado jueves por el director general de Política Exterior y Asuntos Multilaterales, Globales y de Seguridad, Santiago Cabanas. Ahí tuvo que quedar el cabreo, al menos de puertas para afuera, porque desde Casa Real se confirmaba que la polémica no iba a cambiar los planes de la Reina Sofía.
Sólo así se comprende la repentina prudencia de García Margallo calificando de viaje "personal" la asistencia de Doña Sofía al almuerzo del próximo 18 de mayo en el Castillo de Windsor y, por tanto, "el Gobierno ahí tiene poco que decir". Flaco favor con la que está cayendo hace la Corona -vaya la Reina por libre o no- a España consciente, como es, de que cualquier gesto en política exterior puede ser malinterpretado. Y ya van unos cuantos.
El Semanal Digital
Este lunes no hay fiesta en el Palacio de La Zarzuela, el cuerpo "real" no está para celebrar las bodas de oro de los Reyes, aunque sí para conmemorar las de diamantes de Isabel II de Inglaterra en el trono. Todo un gesto de los máximos representantes del país cuando el Gobierno está tratando de marcarle las líneas rojas a Reino Unido con respecto a Gibraltar.
La declaración de intenciones del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, hace tan sólo unos días en las páginas de ABC dejaba lugar a pocas dudas: "Ni he estado ni voy a estar en Gibraltar mientras no haya una bandera española". Nada sorprendente después de su "Gibraltar, español" al eurodiputado conservador británico Charles Tannock en la Eurocámara, a mediados del pasado mes de enero, pero todo un giro –al menos en las intenciones- a la política llevada a cabo por el anterior Gobierno en referencia al Peñón.
Y es que si algo en lo que esté empeñado tanto García Margallo como todo el Gobierno popular es en enmendar cuanto antes los dos "errores capitales" que cometió en este sentido el zapaterismo: que España aceptara no hablar de la soberanía de Gibraltar sin el consentimiento de los gibraltareños e integrar a las autoridades del Peñón en el Foro de Diálogo en igualdad de condiciones que España y el Reino Unido. García Margallo se ha marcado como objetivo prioritario darle la vuelta a esta situación y el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, trasladó estas intenciones al primer ministro británico, David Cameron, durante la entrevista que ambos mantuvieron a finales de febrero en Downing Street.
En esas estaban, aunque de momento sin demasiados avances, cuando el mismo día en que se publicaba la tajante frase del titular de Exteriores –el lunes 7 de mayo- se anunció la visita de tres días del Príncipe Eduardo de Inglaterra y su esposa, Sophie Rhys-Jones, a Gibraltar en el marco de los actos conmemorativos del 60º aniversario del reinado de su madre. El enfado del Gobierno, cómo no, fue importante. Todo un desafío a sus intenciones que, precisamente en estos momentos, se produjese tan simbólica visita.
Un "disgusto" que se hizo llegar al Gobierno británico a través de su embajador en España, citado el pasado jueves por el director general de Política Exterior y Asuntos Multilaterales, Globales y de Seguridad, Santiago Cabanas. Ahí tuvo que quedar el cabreo, al menos de puertas para afuera, porque desde Casa Real se confirmaba que la polémica no iba a cambiar los planes de la Reina Sofía.
Sólo así se comprende la repentina prudencia de García Margallo calificando de viaje "personal" la asistencia de Doña Sofía al almuerzo del próximo 18 de mayo en el Castillo de Windsor y, por tanto, "el Gobierno ahí tiene poco que decir". Flaco favor con la que está cayendo hace la Corona -vaya la Reina por libre o no- a España consciente, como es, de que cualquier gesto en política exterior puede ser malinterpretado. Y ya van unos cuantos.
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