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viernes, 29 de junio de 2012

El papel de España en la UE: "el tonto de la clase que sólo destaca en deportes y en religión"



Gran parte de la ciudadanía tiene la sensación que, en muchos aspectos, España está tocando fondo. Tras el eficientísimo desmontaje del Estado del Bienestar, como tributo a la Europa del capital, nuestra clase gobernante parece perdida, sin rumbo, en una continua lucha por ganar tiempo en una huida hacia ninguna parte.

 La población española se encuentra embargada por el pesimismo, con la única esperanza de que los  enormes sacrificios realizados en honor a los dioses mercados sirvan para algo. Se trata del reflejo de la impotencia de saberse condenados a vivir peor que generaciones anteriores, donde sólo queda aferrarse a aquella ley empírica que dice que las crisis son cíclicas, lo que asegura saldremos de ésta. Pero, ¿en qué condiciones quedarán los ciudadanos después de la crisis?



Los últimos gobiernos han sido cómplices de la destrucción y desaparición de derechos que habían costado décadas de lucha. Hemos pasado de la aznarísima "España va bien" (para los de siempre) a la del "no os fallaré" (amigos banqueros) de Zapatero. Sonados eslóganes que con el tiempo demostraron estar vacíos de significado para la ciudadanía de a pie, resultando ser tan sólo frases bonitas en el marco de una continua campaña electoral que comienza justo al día siguiente de las últimas elecciones. Nos encontramos con políticos al servicio de los grandes poderes, cuyas demandas en perjuicio de la clase trabajadora justifican en torno a una ridícula neolengua orweliana, diseñada para evitar decir lo que se pretende realmente hacer. Ya no se desmantela el sector público, ahora se realizan ajustes estructurales; ya no se bajan los salarios, ahora se llevan a cabo devaluaciones internas; la lucha de clases quedó en el olvido, pues ahora es unilateral y se denomina austeridad.

Es natural que la población desconfíe cada vez más de la clase política. Los representantes de las formaciones que acaparan el monopolio del acceso al gobierno -comúnmente conocido por bipartidismo- demuestran con sus actos que sus palabras no tienen más validez que la publicidad engañosa para obtener votos. De este modo, cuando el Presidente afirma sin complejos que "hará cualquier cosa aunque haya dicho que no lo haría"[1], tan sólo reafirma su compromiso hacia sus verdaderos señores, los oligarcas de la Europa rica.

Con razón hay quien denomina a este trozo de tierra Españistán, la España cañí, la de las tradiciones bien arraigadas, como los toros o la sumisión a los banqueros alemanes; tradición esta última que se remonta a los tiempos de Carlos I[2]. Por eso mismo, quien afirma que España es "el tonto de la clase que sólo destaca en deportes y en religión"[3], ha dado en el clavo. La Unión Europea es como aquel grupo de educación secundaria en el que se cumplen todos los tópicos posibles, donde el rol del abusón va adjudicado sin dudarlo a Alemania, mientras Francia sería su lugarteniente.

Así, el tonto de la clase, en cuanto tiene oportunidad, se aplica para mostrar su pleitesía a los mismos grandullones que se burlan de él. Como rito de iniciación, el tonto de la clase ha de demostrar de que es capaz de hacer lo que se le pida[4]. El resto es historia, la de un pueblo abocado a seguir sufriendo de la ineptitud de quienes hasta ahora les han gobernado, la de gobernantes que sistemáticamente dan la espalda a su pueblo. Prueba de ello es que los próximos recortes ya ni siquiera se anuncian en el Congreso o en rueda de prensa, se comunican en una asamblea de la patronal de empresarios, la CEOE[5].


¿Cuántos más recortes por el bien del pueblo se continuarán realizando? El precedente de Grecia es preocupante, y no hay indicios que aporten tranquilidad al respecto. El pan y circo permite mantener a las masas distraídas mientras haya pan, pero ¿y cuándo el pan comience a escasear? En nuestro particular espejo griego rara es la semana en la que, a pesar del velo informativo, no nos enteramos de nuevos suicidios por desesperación. Por muchas jornadas religiosas, años jubileos, copas de fútbol o deportistas de élite, el camino reservado para el pueblo español no parece nada halagüeño. Ante tan negro panorama puede ser, como ocurre en la vida real, que el tonto se deje aconsejar por las malas influencias y decida que la solución a sus problemas pasa por el juego y las apuestas. ¿Les suena Eurovegas?






[2] "España y los banqueros alemanes". Expansión, 7 de junio de 2012.




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