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viernes, 15 de junio de 2012

Rajoy: La cara de la mentira y el frenesí del inútil




El comportamiento de Mariano Rajoy como líder de la oposición fue socialmente inaceptable, perezoso e inútil, sus  actuaciones fueron totalmente inadmisibles.  Apoyado por una cuadrilla de impresentables colaboradores y, utilizando los medios de comunicación dispuestos a su servicio, su trabajo consistió  en  esperar que la crisis fuera colocándole en primera línea del relevo,  concebido en la política bipartidista consolidada en España.


En la creencia de que sus capacidades rozan el límite de la perfección, se manifestó capaz de poner en práctica un programa tan adecuado a los intereses de la sociedad, que evitó por todos los medios explicarnos. Sus propuestas se resumían  en algo tan claro como sencillo: “hacer las cosas como Dios manda”, y con una dosis incalificable de soberbia proponía como lo más conveniente: “Dejar que España se hunda, que ya vendremos nosotros a salvarla”. Rajoy y su equipo parecían contar con el reconocimiento de la gracia divina.

Han pasado pocos meses  para ver como su Dios y la vida, quitan la careta que trataba de ocultar su chulería inmoral.  El día a día obliga a una realidad que fea o bonita es la que es, se puede jugar a engañar, se pueden fabricar teorías y, contar con la complicidad de mercenarios para a fuerza de repetirlas, intentar que el negocio prospere, pero no es posible mejorar la realidad con estas artimañas, más pronto que tarde, se pone de manifiesto que utilizar el nombre de Dios en vano, tiene su correctivo, ese Dios parece no apoyar a los traidores.

El problema es que al final y lamentablemente será  la  sociedad quien pague la factura correspondiente a las tropelías de esos bandidos, tan felizmente instalados en  butacas de  sus paraísos: parlamentos, justicia,  bancos, cajas, empresas públicas y las privatizadas para uso influyente de  ex, familiares y amigos.

El domingo, coincidiendo con las  procesiones del Corpus de numerosas localidades españolas, Rajoy aparecía en televisión, presuntamente para dar la cara, presuntamente dispuesto a utilizar la palabra para informar, para disipar las dudas existentes, para posicionar a la sociedad ante la clara realidad.

No se esperaba talento donde no lo hay, se deseaba equilibrio y sensatez, pero explotó la rutina, la ineficacia, la desconfianza, la mentira, la manipulación sin sentido. 

Rajoy el domingo con su aparición en rueda de prensa ponía de manifiesto, sin quererlo, el rostro de la frustración. ¿A quien más que a un inútil se le ocurre intentar vender una buena gestión con aspavientos de fracaso?. Miren y comparen su gesto celebrando el gol del empate de España contra Italia con el mohín de su comparecencia para explicar el rescate. La cara de la mentira y el frenesí del inútil. ¿Alguien puede extrañarse del  resultado?




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