Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


jueves, 21 de junio de 2012

Si volvieran los Quijotes


Hoy se cumplen los primeros seis meses de gestación del gobierno del Partido Popular, un plazo demasiado longevo como para no haber detectado que el embrión político carece de viabilidad, que sus órganos se han desarrollado tumorosos, derretidos y sin vida. A pesar de la certeza que su alumbramiento sería desastroso, más de once millones de ciudadanos se lanzaron a un frenesí procreativo, introduciendo su esperma electoral en virginales urnas a lo largo y ancho del Estado español, violadas en su permanente inocencia. Seis meses larguísimos, rotundos en la confirmación de los peores presagios, sin necesidad de realizar ecografías en tres dimensiones para apreciar la planicie del feto siempre fallecido.
O tal vez no. Quizás la criatura, de continuar el proceso, emerja como un patoso gigante que no se conforme con asumir su derrota vital y apisone, ya sin excusas ni contradicciones evolutivas, a todos los diminutos seres que continuamos sorteando las sombras de extremidades que aplanan nuestra superficie, nuestro horizonte.

Ese pisoteo comenzó desde el mismo día 20 de noviembre en el que nos encontramos, resignados, frente a un equipo de perdedores profesionales, dispuestos a disfrutar del poder vacuo, sin resortes novedosos tras siete años para estudiar a fondo la lección. Tal ha sido el desastre en tan poco tiempo que han tenido que volver a asomar desde sus merecidos retiros algunos Quijotes con la espada largo tiempo envainada. La sociedad necesita referentes para apartar su letargo ante los latigazos que da esta rocosa clase política, y parece que Julio Anguita, tras dos infartos de miocardio producto de un entorno cargado de vicio cínico, ha asumido que su presencia y su discurso, la armadura de la honradez política y dialéctica que le caracterizaron a lo largo de su trayectoria pública, debe ser desempolvado y dar la última batalla en este campo de minas anticiudadanía.


La valentía quijotesca de Anguita no debe obviar que los gigantes patizambos a los que pretende hacer frente, mermado de fuerzas tras el largo camino, son en realidad molinos inmensos, cargados de codicia a proteger, y sus hélices no van a dar tregua utilizando dimes y diretes para espantar al enemigo. Aunque el escenario parezca una planicie que sortear con el brío de la experiencia ya recorrida, esas estructuras tienen muy claro cuales son las prioridades, entre las que nunca se encuentra enarbolar siquiera una temporal bandera blanca. Mucho les ha costado ir llenando sus alforjas como para abandonar el equipaje ante el primer caballero andante que retome el testigo de hacerles frente.

La aventura que se propone necesita algo más que una plataforma cívica indeterminada como cobertura valiente para enfrentar el holocausto que se nos viene a diario encima. En ese sentido, Julio Anguita no ha clarificado si cuenta en su planificación participar con la coalición de la que ha sido coordinador federal durante más de una década. Efectivamente, el crecimiento electoral, así como de valoración ciudadana, por parte de Izquierda Unida en los últimos comicios autonómicos y generales, pone de manifiesto que es la aeronave idónea para que el político cordobés sume desde el navío común, además de poder incorporar su discurso preclaro a aquel que se viene postulando como vanguardia de más y más ciudadanos, no sólo en convocatorias electorales, sino en el respaldo que significan sus acciones cotidianas para con la honestidad y buenos modos en la relación colectiva. Volver a la arena le dignifica, tanto más cuanto su acción siempre fue de compromiso bienintencionado, pero los pasos a andar debe darlos con la mejor horma, con el calzado que no produzca llagas.

Así están los Quijotes españoles, colocando en las estanterías el repaso de las caballerías que fueron y pueden ser, animándose a salir al asfalto para convertir en hechos las fábulas que se han convertido en utopía. La criatura que tanto pataleo ha dado en el vientre del Estado pretende continuar su agresiva existencia en cualquier momento, como un sietemesino presuroso. De dar a luz en fecha, el verano será infernal en nuestro común vientre, pero su gateo hacia el final del presente ejercicio puede dejar a su paso la llanura más árida. Por eso necesitamos a los Quijotes en guardía, con sus escuderos susurrándoles que desconfíen de las hélices que rodean a aquellos molinos, en lontananza, que no son sino gigantes con puños peligrosamente torpones.






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