Esta media semana que llevamos ha sido una epoquita de grandes pecados veniales. Además de tiempos incógnitos, estos son tiempos de incógnito, de disimulos esquineros, de antifaces y disfraz, de secretos pecados. Vivimos el carnaval del pecado venial, por resumirlo en titulares. Y todos cometemos nuestros actos impuros a escondidas.
Primer ejemplo. Nos enteramos con desazón de que hasta nuestros reyes están disimulando su bon vivre, y, para evitar a los paparazzi, que son el ojo del populacho, han decidido vivir a lo grande de prestado en el yate Somni, que es de un particular, en lugar de vivir a lo grande de prestado en nuestro Fortuna, que es de nuestro Patrimonio.
Según afirmaron los reales portavoces hace semanas, nuestros soberanos han dejado este verano atracado el Fortuna para ahorrar, contribuyendo así a que el Estado no se vea obligado a recortar más las pensiones de los archiduques, que son los más castigados por esta crisis. Pero ahora, a Juanca y a Sofía, se les ha descubierto el ardid. Se gastan nuestra pasta en un barco privado. Y los archiduques están que trinan.
Vivimos tiempos de mendacidad, de embuste, de argucia, de bulo y de preferentes, que es la traducción de patraña en lenguaje de Wall Street. Y hasta nuestros ejemplares reyes se han visto afectados por esta moda infundiosa. De pecado, eso sí, venial.
Nuestros reyes, y nuestros ricos en general, han decidido que lo mejor para atajar tanta tragedia de parados y jubilados con hambre es disimular su riqueza viajando en yates de prestado, veraneando en playas remotas o sacando 163.000 millones de euros de España en los cinco primeros meses del año, no sea que les pillemos el comprobante del cajero en un despiste. Lo de que han sido nuestros patrióticos ricos los que han desnacionalizado esa pasta es afirmación que carece de rigor periodístico. Vale. Pero no creo yo que esos 163.000 millones los hayan evadido los carpinteros, las modistas, los becarios y las clases menestrales, más amigos de gastar los céntimos en la taberna de su pueblo que de internacionalizar sus patacones.
El pecado venial es fenómeno internacional que no respeta océanos ni ideologías. El mismísimo Fidel Castro ha aprendido de Don Corleone. Ha conseguido asesinar a Oswaldo Payá, y que hasta al conductor del coche siniestrado le haya parecido un accidente. Eso colijo de escuchar constantemente Telemadrid e Intereconomía, como cualquier español de bien.
Imploro que me disculpe este último párrafo Oswaldo Payá. Y su familia (aunque este domingo estaban en Telemadrid escupiendo llamas de sospecha). Y Ángel Carromero, el dirigente de Nuevas Generaciones que fue a financiar a la oposición castrista de forma alegal, y que ahora puede ser condenado por homicidio imprudente. Pero creo que no he utilizado sus nombres de dios en vano. Pues son paradigma de que el disimulo y la mendacidad, aunque en este país gocen de exenciones tributarias, pueden volverse incluso en contra de uno y alegrar algo el patio en el extranjero, lo que te invita a viajar.
O sea. Tras la campaña de mendacidad facinerosa, alentada por la derecha española, que atribuía a Fidel el asesinato de Payá, los cubanos se han cabreado y han metido al pobre chaval del PP en el trullo. Si los medios ultra se hubieran callado un poquito, seguramente el chaval ya estaría en casa. Porque la encarcelación y ajusticiamiento de Carromero ha sido una reacción diplomática a una mentira muy española, muy con dos cojones y muy torera. Y hay que andarse con más ojo con la diplomacia en países tan poco diplomáticos como el del cancerado régimen castrista.
Aquí estuvimos a punto de asaltar los Pirineos porque los guiñoles franceses se reían estupefacientemente de los atletas españoles. Pues, conociendo Cuba, imagino cómo estará el ambiente después de afirmar aquí, sin desmentido de nuestro Gobierno, que Fidel se ha levantado de los achaques para asesinar a Payá a golpes de gorra verde. Jodido te lo veo, Carromero. Dale las gracias, cuando vuelvas, a tus amigos de la injuria afín. Pero el homicidio fue presuntamente involuntario. Y la mentira de la derecha española otro pecado venial.
Y después del disimulo real y la calumnia cubana, en esta media semana también le hemos podido hacer un hueco a la hipocresía eclesial, cuyos pecados son tan veniales que hasta se confiesan. Unas hermanitas franciscanas de la congregación granadina del Buen Consejo –que se lo habrá dado Rodrigo Rato-, recibían comida del Banco de Alimentos de la Beneficencia y la servían como menú en la residencia universitaria femenina Madre Teresa Rodón.
O sea, que la comida que tenían que repartir entre los pobres estas monjitas, se la vendían de almuerzo, y cara, a unas niñas ricas. Cuando estas deliciosas niñas, que pagan más de 600 euros mensuales por dormir y comer en las monjitas, o sea, que niñas bien, se enteraron de que se estaban comiendo la comida de los pobres, se les cayeron todos los brackets en la sopa, no se sabe si por asquito de comer lo de los pobres o por solidaridad con los pobres. Las niñas pijas son muy suyas.
La jerarquía eclesiástica, con Rouco Varela a la cabeza, condenó enérgica e inmediatamente este atentado monjil de contaminación de nuestras niñas bien con comida de desecho (para los pobres), como habrán ustedes ya leído en las combativas portadas de ABC y de La Razón. Y, como de todos es sabido, Esperanza Aguirre ha autorizado una multitudinaria manifestación en Madrid que pronto convocará el Foro de la Familia, que se ha arruinado en brackets. Pero el pecado de las monjitas fue venial, pues ninguna de las niñas sufrió, aparte de humillación a su aparato digestivo, fallecimiento o aborto, como hubiera sido esperable.
Mejorando lo presente y lo abortable, que es difícil, el más hermoso pecado venial de esta media semana lo ha vuelto a cometer el picarín de Alberto Ruiz Gallardón, el bolchevista del PP, siempre escondido en los lavabos. Superando el disimulo de los reyes, la calumnia cubana de los medios y la hipocresía monjil, el justiciero ministro ha puesto en su sitio a la memoria histórica renovando su marquesado al nieto del general Queipo de Llano, famoso por alentar a las tropas franquistas, desde Radio Sevilla, a violar indiscriminadamente a mujeres, niñas y cabras republicanas.
Corto y pego: “Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a sus mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen. ¿No han estado jugando al amor libre? Ahora, por lo menos, sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas.
No se van a librar por mucho que forcejeen o pataleen“, emitió por dicha radio tan meritorio general el 23 de julio de 1936. Y por estos prudentes consejos radiofónicos, entre otros méritos, Franco le otorgó a Queipo el marquesado que ahora se renueva.
Al haber sido por la radio, extráñame que no se haya distinguido al nieto del inimitable Queipo con el Príncipe de Asturias de la Comunicación, pues el mensaje es claro, brillantemente redactado y más que periodístico. Y un marquesado, hoy, luce poco. Además, el mensaje de Queipo ha sobrevivido a los avatares del tiempo y permanece muy actual. Aun hoy, por mucho que forcejeemos o pataleemos contra esas violaciones, nos la siguen metiendo igual. Los nietos de los mismos.
No sé. Quizá es que no nos quejamos bastante. Quizá ellos tengan sus pecaditos veniales. Quizá es que consentimos. Porque así, esperándolos en paños menores, y con esta actitud pasiva y algo lánguida, parece como si también nosotros los tuviéramos. Los pecaditos. Si la culpa es nuestra, que nos vestimos como putas. Vete tú a saber. Ay, pillines. Que es que nos gusta. A ver. Sigan, sigan. Másssssss.
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