Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


viernes, 11 de enero de 2013

Pobres al cubo

En esta era del paro todavía va a ser más difícil que los malos maestros encuentren otro trabajo.
 
Nos hemos empobrecido más de lo que podíamos porque hemos contraído deudas que no podremos pagar porque nos habíamos empobrecido tanto que tuvimos que pedir dinero prestado para salir del paso. Dinero que efectivamente nos dieron y que como no podemos devolver dado lo pobres que somos nos ha convertido en pobres al cubo





  Recuerdo un jefe de tribu que tiene que juzgar a un cuatrero. El ladrón ha robado el caballo de su hijo. El padre condena al hijo y exculpa al cuatrero. El argumento es que había dejado demasiado fácil al pobre caballerizo el hacerse con el caballo. Los bancos nos han puesto demasiado fácil obtener créditos, la desigualdad que han creado nos duele en la inteligencia a todos. El que se vayan de rositas, también.


  Siempre estamos dispuestos a enriquecer al empobrecedor, en lugar de jugar a los cazadores cazados y preguntarnos cuál es la contribución que aportan los economistas....al racismo del dinero.


Habría que estudiar el papel de los médicos en la medicalización, es decir en la naturalización de las diferencias sociales, de los estigmas sociales, así como el papel de los psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas en la producción de eufemismos que permiten designar a los hijos de subproletarios o inmigrantes de una manera tal que los casos sociales se convierten en casos psicológicos, las diferencias sociales en diferencias mentales, etc. En otras palabras, habría que analizar todas las formas de legitimación de segundo orden que duplican las legitimaciones desde la escolar a la económica como discriminaciones legítimas.


  Hasta que no demos con un sistema de clasificar las diferencias lo de las desigualdades sociales seguirá siendo sangrante. La ceguera ante las desigualdades sociales obliga y autoriza a explicar todas las desigualdades, desde las escolares hasta las económicas, como diferencias naturales, diferencias de dotes; semejante actitud está implícita en la lógica de un sistema que, por reposar en el postulado de la igualdad formal de alumnos, trabajadores y ciudadanos está incapacitado para reconocer otras desigualdades que las que provienen de las dotes individuales. 


  No es más arbitrario, y por consiguiente más injusto, acomodarse a las desigualdades sociales que aceptar con resignación los efectos de la lotería natural. Los mitos de la bondad de la diversidad y la diferencia se nos graban desde la escuela. Esa es la verdadera clase de religión que damos a los chicos. Por un lado el mito aristocrático, de la inteligencia como don natural y del rendimiento escolar como expresión de esa gracia; en segundo lugar el mito populista que pretende elevar la cultura de las clases desfavorecidas al rango de cultura vehiculada por la escuela; y, por último el mito voluntarista de la escuela republicana como correctora de las desigualdades sociales.


  En esta era del paro todavía va a ser más difícil que los malos maestros encuentren otro trabajo. En lo poco subversivo de los maestros, siempre más proclives a enseñar como son las cosas como son que como debieran ser hay que buscar las raíces del nihilismo de los adolescentes, el cinismo de los jóvenes y la depresión de los mayores.


  El hecho que los dominados no tengan otras herramientas que las producidas por la dominación a la hora de comprender su situación es lo que induce en ellos esa complicidad, ese reconocimiento práctico y no discursivo, arraigado en las oscuras profundidades de las costumbres aceptadas y no en las claridades emergentes de la conciencia. Esta negación simbólica de la diferencia permite al dominante hacerse reconocer por parte el dominado (éste percibe la condescendencia como un muestra de sencillez y falta de afectación) garantizando su adhesión y reforzando la diferencia social (el dominante "muestra" que es capaz de "descender", de "ponerse a nivel del otro"), de prestarle dinero.





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