Y yo que creía –otra ingenuidad de las mías— que si había un ámbito de libertad total éste se encontraba en la decisión de los padres a poner el nombre que les viniera en gana a sus hijos.
Pues no, no es así. ¡Sorpresa! Resulta que hay un nombre que no se puede poner, según este gobierno: Lenin. Y ustedes se preguntarán por qué, y yo también.
Mientras que se consienten nombres que pueden destrozar la infancia a un niño, como Robustiano, Teodoro, Tentudia, Tolomeo, Eustaquia, Dioscórides o Sisebuta (conozco personas que se llaman así), o también nombres históricos como Napoleón, o nombres inventados o que nunca había oído en mi vida, resulta que no se puede poner de nombre Lenin a un recién nacido.
Independientemente de lo que cada uno piense de Lenin, con sus luces y sus sombras, –yo no le pondría a un hijo mío Lenin, ni de broma; simplemente no me gusta ese nombre-- es curioso que este nombre esté prohibido. Esto me hace recordar ciertos tiempos cuando entre la Iglesia y el Juzgado te impedían poner nombres que hoy son comunes. Yo, personalmente viví mi propio episodio familiar. Mi segunda hija, Aída, nació en 1973, y en el registro del Juzgado me prohibieron ponerle ese hombre. El funcionario, facha total según él mismo se definió, me dijo que Aída no estaba en el santoral.
Así es que en un segundo intento, recordando que mi madre se llamaba Carmen, le dije que la pusiera Aída del Carmen, y me dijo: ¡Imposible! el nombre del santo o de la virgen ha de ser el primero. Después de discutir con ese energúmeno, que me dijo que no me registraba a mi hija, tuve que ceder y ponerle María Aída. Naturalmente, en todos los sitios figura sólo como Aída, de eso nos hemos encargado toda la familia, pero su registro tuvo que hacerse así, debido al furioso totalitarismo que algunos funcionarios mantenían en el tardofranquismo.
Lo grave es la razón que da el ejecutivo a la pregunta que le hizo Llamazares. Según este gobierno, no se permite Lenin como nombre porque se confunde con un apellido. ¡Toma ya! Un motivo contundente. En primer lugar, Lenin no es un apellido, sino un mote. Francamente no sé que puede tener alguien en la sesera para dar esta explicación. Y aunque así fuera, por esa razón deberían prohibir Martín, Pascual, Salvador, Alonso y tantos otros apellidos que pueden ser también nombre. Pero es que además, defienden que, sin embargo, se pueda poner a un bebé: Vladimir Ilich. ¿No es de coña? En fin, esta anécdota denota bastante que la verdadera razón es ideológica. La única prohibición que debería existir es la de los nombres que puedan provocar menoscabo, desprecio o contrarios al honor de las personas. Está claro que aunque un padre quiera, no debe poder poner el nombre de, por ejemplo, Gilipollas, a un hijo.
Esa debe ser la única limitación. Esa y el sentido común. Porque todavía recuerdo que una vez, por razones de trabajo, me encontré con un colombiano que se llamaba Edimer, al que le pregunté extrañado que si era un nombre común en Colombia, y esta fue su contestación: “No, es que a mi papá le gustaba el ciclismo”. (Su padre quiso que su hijo le recordara siempre al famoso Eddy Merckx).
Salud y República
El Gobierno de España considera que Lenin no es un nombre aceptable para sus ciudadanos. Esto conlleva que ciudadanos de origen hispanoamericano con aquel nombre se vean obligados a sustituirlo por otro "ajustado a derecho". Recordemos que, sin embargo, en la actualidad en España se admiten a trámite nombres de fantasía o históricos. ¿Por qué no Lenin, un nombre legítimamente reconocido en otros estados? Una cuestión que da mucho para pensar.
Fuente: Público
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