El siglo XXI es un reflejo de los efervescentes cambios sociales que se están produciendo, que implican nuevos retos para las políticas de protección de los derechos humanos. Esto a su vez, conlleva encontrar los medios adecuados para proteger a aquellos colectivos especialmente vulnerables.
De todos los cambios sociales de nuestra época, uno de los más llamativos es el relacionado con el campo de la inmigración a los países europeos o del mal llamado primer mundo. Lo que tradicionalmente ha sido un fenómeno de masas sujeto a un cierto control, ha sufrido un vertiginoso cambio, debido en parte, a las crecientes desigualdades entre el Norte y el Sur, la facilidad para las comunicaciones y los desplazamientos.
A lo largo de este fenómeno migratorio se producen innumerables posibilidades para el abuso y la explotación de personas, además de la vulneración de sus derechos más fundamentales. El fenómeno no es nuevo, y se constata una preocupación evidente por el tráfico de seres humanos para su explotación sexual, laboral o de cualquier otro tipo.
Es indudable que la trata de seres humanos está estrechamente unido a los flujos migratorios. Personas procedentes de áreas económicamente deprimidas de países de Europa del Este, África, Asia o Latinoamérica, son conducidas mediante engaño o de forma coactiva. En el lugar de destino, y posiblemente durante todo el trayecto, serán obligadas a realizar actos sexuales, laborales o de otra naturaleza como contraer matrimonio forzosamente, en condiciones de esclavitud y que atentan a la dignidad y la libertad de la víctima. Tanto es así, que la OIT considera que el 95% de las víctimas sufren violencia física y sexual.
Es curioso, que cuando hablamos de esta realidad se hace referencia al término “Trata de blancas”, evidentemente porque en pleno siglo XIX y XX mujeres europeas o caucásicas eran trasladadas a Brasil o a países árabes para ejercer la prostitución. cuando precisamente lo que nos encontramos es la realidad de mujeres procedentes de África, Asia, Latinoamérica.
No me cabe la menor duda: estamos ante un problema viejo que adopta un nombre nuevo. No podemos olvidar que durante la época colonial personas, principalmente mujeres y niñas, y particularmente africanas e indígenas, eran desarraigadas de sus lugares de origen y comerciadas como mano de obra, servidumbre y/o como objetos sexuales.
Ana Isabel Perez Cepeda, ha señalado que “en el siglo XXI la esclavitud no es una monstruosidad del pasado de la cual nos hayamos definitivamente liberado, se trata de un negocio que en el mundo está más en auge que nunca”.
La comercialización de seres humanos con el objetivo de explotarlos y obtener beneficio económico de ellos podría calificarse como esclavitud. La diferencia con la práctica del pasado, es que la actual no se circunscribe a una relación jurídica institucionalizada e integrada en el sistema económico. Aun así, el contenido material sigue siendo el mismo: el mercadeo de personas.
Una de las claves por las que esta nueva forma de esclavitud se sigue produciendo es debido al modelo desigualitario de sociedades que se está desarrollando, basadas en relaciones de poder asimétricas y en las que se acentúan la dominación de clase y género de forma desequilibrada.
Existen toda una serie de factores de riesgo que elevan las posibilidades de caer en manos de mafias: desempleo; situación de postconflicto bélico; opresión; excesivo aumento demográfico en origen; subdesarrollo; etc. Lo que conlleva a que 2,5 millones de personas en todo el mundo están sujetas a explotación a consecuencia de la trata de seres humanos, según informa la OIT. Se considera que el 56% de las víctimas de trata con fines de explotación económica o laboral son mujeres y niñas y el 44% restante son hombres y niños. Pero si hablamos en términos de explotación sexual, la cifra se convierte en abrumadora al ocupar un 98% de mujeres y niñas estos fines.
Las circunstancias materiales y económicas del país de origen son las que obligan a muchas personas a emigrar, aceptando ofertas de trabajo en absoluta precariedad. Por eso, la trata de mujeres y menores es un reto destacado en todo lo referido a la defensa de los derechos humanos, porque es un mercado emergente para el crimen organizado, especialmente la dirigida a la explotación sexual, que ronda en torno al 79% de las víctimas de trata. Se calcula que las mafias obtienen ganancias que rondan entre los 8 y 10 mil millones de dólares al año.
Hay una realidad que es ineludible: la trata de personas no es neutral en términos de género. Es evidente, a tenor de los datos ofrecidos, que afecta a las mujeres de manera desproporcionada, algo que redunda en un contexto de desigualdad y violencia estructural en todas las sociedades. La discriminación de género es una realidad trasversal que afecta a todos los ámbitos de la sociedad: acceso a la educación; incorporación al mercado laboral; tomas de decisión y poder; control del cuerpo y de la sexualidad; (in)seguridad económica; etc.
Es preciso que se haga una diferenciación entre la prostitución “voluntaria” -entendiendo que es difícil poder calificar de voluntaria a la venta del cuerpo cuando se produce bajo relaciones de poder desiguales-, de la trata para la explotación sexual o de la tráfico de mujeres para la prostitución. Ni todas las mujeres que ejercen la prostitución lo hacen en condiciones de “explotación”, ni todas proceden de la “trata de personas”.
TRAFICO
La persona migrante establece contacto directo y voluntario con el traficante.
A pesar de que las personas que migran de manera irregular están expuestas a una serie de peligros o situaciones degradantes por las condiciones irregulares del tránsito, ellas dan su consentimiento para la migración irregular y entre ellas y el traficante media una negociación y paga por servicios (en dinero o especie)
Implica SIEMPRE cruce de frontera (o varias)
El dinero es un factor intrínseco en el traslado
La relación entre el traficante y la persona migrante termina una vez llegado al destino
Implica mayoritariamente a hombres
Durante el traslado hay mayores riesgos de salud y vida
Es fundamentalmente un delito contra el Estado
TRATA
El contacto se da bajo engaño y/o abuso, y/o coacción. En términos jurídicos se considera que el consentimiento está viciado.
Las víctimas nunca dan su consentimiento a la explotación, solo consienten al traslado, para el que generalmente se utilizan medios de coerción, engaño o en situaciones de abuso contra ellas.
La migración puede ser tanto regular como irregular.
El dinero para el traslado no es un factor importante sino someter a la persona a una deuda económica que la fuerce a ser explotada
La relación entre el tratante y la víctima es mucho más prolongada, generalmente una vez llegada al destino inicia o continúa la explotación
Sus víctimas fundamentales son mujeres y menores
Durante el traslado se reducen los riesgos a la salud pero a largo plazo el impacto físico y psicológico es más prolongado
Atenta contra la dignidad y los derechos de la persona. Es un delito contra el individuo
El negocio de la trata no es nuevo, aunque ahora se ha internacionalizado con prestaciones diversas: servicios sexuales a bajo coste, mujeres estéticamente bellas y más jóvenes, o más exóticas.
Consecuencias de la trata de Mujeres y menores
No cabe duda que en esta internacionalización de la explotación hay una mayor vulneración de los derechos básicos: la dignidad; la integridad física y psíquica; la libertad personal y sexual, la libertad de movimiento; derecho a la intimidad personal y familiar; la carencia de salud; etc.
No se puede negar que la trata de personas representa una grave violación de los derechos humanos y la dignidad de las personas. Es una actividad criminal altamente lucrativa, en la que frecuentemente están involucradas redes organizadas a menudo asociadas con otras actividades delictivas como el tráfico de migrantes, el narcotráfico, y tráfico de armas.
Las consecuencias de la trata son variadas y diversas, afectando no solo a las víctimas, sino también a las sociedades en origen, tránsito y destino.
Consecuencias en las víctimas
El impacto de la trata en sus víctimas es devastador. Además de la coacción, sufren abuso físico y/o sexual, a menudo extremo. Las víctimas son golpeadas, violadas, torturadas, y hasta asesinadas. En el caso de menores, soportan este sufrimiento a una edad crítica para su pleno desarrollo psicosocial y físico.
Para las víctimas, la primera consecuencia grave, es la seria violación de sus derechos humanos. Están expuestas diariamente, a coerción física y psicológica, abuso y violencia. A menudo son tratadas como criminales por los funcionarios en los países de tránsito y destino, debido a su condición irregular en el país, y a su condición como trabajadores ilegales o trabajadores sexuales.
Por el tipo de trabajo y/o sus condiciones laborales, las víctimas a menudo están expuestas a los riesgos y peligros de enfermedades graves. Muchas de las víctimas, al regresar a casa, se enfrentan con problemas de reintegración, debido a la discriminación y estigmatización en relación con el trabajo que se han visto obligadas a desempeñar.
Grave violación a los derechos humanos
Abuso físico y/o sexual y/o psicológico
Daño físico o psicológico prolongado o permanente
Riesgo de muerte
Cosificación de las personas
Dificultades de reintegración
Estigmatización
Es especialmente vulnerable la víctima de explotación sexual, máxime si se toma como referencia a menores. Cuando han sido tomadas como esclavas sexuales, el trauma que sufren es similar al de la tortura.
Consecuencias en la salud fisica
Enfermedades venéreas e infección con el VIH
Sufren una amplia gama de síntomas tales como náuseas, dolor de cabeza, dolor en el pecho y problemas respiratorios, mareos, dolor estomacal y abdominal, dolor de espalda, enfermedades de piel, etc
Las mujeres y niñas pueden quedar embarazadas
Las niñas víctimas pueden sufrir complicaciones del embarazo y verse forzadas a abortar
Consecuencias en la salud mental
Depresión
Sentimientos de desesperación
Sentimientos de culpa y de vergüenza
Pensamientos suicidas
Agotamiento y problemas del sueño
Recuerdos, pesadillas, ataques de ansiedad, irritabilidad y otros síntomas de estrés
Disociación o retraimiento emocional
Incapacidad de concentrarse / capacidad limitada de organizar y estructurar
Pérdida de la confianza en sí misma
Baja autoestima / sentimientos de odio hacia sí mismas
Sentimientos de degradación
Ansiedad
Confusión del sentido del tiempo
Sentimientos confusos sobre el amor y el sexo
Ataques de nervios, a veces con efectos permanentes
Ira o enojo
Consecuencias en el comportamiento
Desconfianza
Conductas antisociales
Dificultad de relaciones, incluso con familiares y trabajo
Algún tipo de adicción
Comportamientos agresivos
Desarrollo de relaciones de dependencia con abusadores
Preocupación por no poder llevar una vida normal
Miedo a la estigmatización
Trastornos de la alimentación
Comportamientos hiperactivos
Instrumentalización de las relaciones, especialmente con las masculinas
Consecuencias interpersonales / sociales
Absoluto aislamiento (forzado por el tratante)
Restricción del movimiento
Control de las actividades y del tiempo
Privación de la relación interpersonal y/o familiar
Barreras culturales, sociales y lingüisticas del lugar de tránsito/destino
Destrucción de sentimientos de solidaridad entre personas tratadas para disminuir las uniones o rebeliones
Consecuencias económicas
Explotación económica para controlar y perpetuar la esclavitud
Falta de administración de sus propias ganancias
Servidumbre por deuda para mantener a la víctima cautiva
Deudas para afrontar: costo de viaje; trámites migratorios o los gastos de alojamiento/manutención
Terminan gastando más de lo que ganan (deudas impagables)
Consecuencias legales
Desconocimiento del estatus legal en el país de destino
Carencia de sus documentos de identificación o permisos de trabajo (en posesión del tratante)
Engaños sobre las repercusiones en caso de acudir a la policía o a los servicios de inmigración.
Consecuencias en las sociedades
Las consecuencias también son graves para los países de origen, de tránsito y destino. Una consecuencia, es el incremento en la migración irregular en los países de tránsito y destino.
Falta de recopilación sistemática de datos sobre trata. Usual encontrar datos relacionados con la migración irregular.
La legislación para abordar la trata, es con frecuencia incompleta, inadecuada o no implementada.
Descrédito del gobierno del país al no tener control de sus fronteras, su territorio, sus empleados.
Corrupción de funcionarios que facilitan la trata es una seria amenaza para el funcionamiento del Estado
Desestabilización de los mercados sexual y laboral, generando competencias desleales (particularmente en aquellos
Estados donde la industria del sexo no se penaliza)
Preocupaciones para la seguridad nacional
Actitudes xenófobas en los países destino, al relacionar inmigración con ilegalidad/mafia
Descomposición del tejido social
Costos por recuperación de las víctimas
Riesgos de afectación a la salud pública (ITS, VIH/SIDA, Hepatitis B Y C)
Proliferación y diversificación del crimen organizado y pugnas territoriales generadoras de conflicto y violencia
Blanqueo de dinero con un claro impacto en los mercados financieros
Aumento de la corrupción
Violación de las legislaciones nacionales existentes (contra la explotación sexual, leyes laborales, migratorias, de derechos humanos,etc)
Esfuerzos coordinados por las entidades pertinentes a niveles local, nacional, regional e internacional.
Formar a personal de asociaciones, ONGD’s, funcionariado de administraciones, legisladores, líderes comunitarios y agentes sociales implicados en la lucha contra la trata.
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