El Gobierno pretende criminalizar a los enfermos mentales: “Entrarán en prisión aunque no cometan delitos”
El anteproyecto de ley para la reforma del Código Penal posibilitará que personas con enfermedades mentales puedan ir a la cárcel no en función de los delitos cometidos sino por su condición de “peligrosidad”
.
Sufrir una enfermedad mental no significa
ser un delincuente peligroso. Así lo afirma José María Sánchez Monge,
presidente de la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y
Personas con Enfermedad Mental (FEAFES). “El tratamiento que se da en el
nuevo Código Penal a las personas que sufren un trastorno mental grave
es inapropiado por que no tiene ningún rigor científico y no se acomoda a
las necesidades que tienen estas personas, no tiene nada que ver con
ellos”, asegura.
Desde hace semanas, FEAFES lleva
batallando para que el Gobierno modifique esta reforma introducida en el
anteproyecto de ley del Código Penal. La Confederación se ha reunido
prácticamente con todos los Grupos Parlamentarios que les han dado la
razón, incluido el PP, y confían en que esta modificación no salga
finalmente adelante en trámite parlamentario.
Sánchez Monge pone el acento en la
necesidad de reforzar la atención socio-sanitaria de estos enfermos con
el objetivo de prevenir posibles actos delictivos. Tal y como explica,
“hay personas con psicopatías que realizan actos intencionadamente, pero
las que tienen un trastorno mental grave sufren crisis en un momento
determinado –por causa de un brote psicótico, alucinaciones o delirios-,
de tal forma que, cuando comenten un acto que puede ser delito es
porque no han sido tratados adecuadamente, no ha habido una continuidad
de cuidados”.
Algunos diputados como Joan Coscubiela
(ICV) se han hecho eco de estas denuncias. En un artículo publicado en
nuevatribuna.es, el portavoz de la Izquierda Plural en el Congreso,
afirma que la reforma de Alberto Ruiz-Gallardón posibilitará “la condena
a las personas con enfermedades mentales severas a sufrir procesos de
internamiento, no en función de los delitos cometidos, sino de los
riesgos de futuro que pueda comportar su actuación”.
Hasta este momento, los enfermos mentales
eran “inimputables” porque no son conscientes de sus actos. Pues bien, a
partir de ahora la norma también se aplicará a ellos. “Las personas que
tienen trastornos mentales graves deben ser inimputables, es decir,
realizan el acto inintencionadamente, no lleva ninguna carga de maldad,
no son conscientes de lo que hacen. La psicopatía estudia a aquellas
personas que realizan los actos intencionadamente y eso no tiene nada
que ver con nosotros”, subraya Sánchez Monge. Eso no quita el reconocer
que “en algún momento determinado, alguna persona que tiene una
enfermedad mental, si no está tratado adecuadamente, puede tener un
riesgo, cometer actos que non son apropiados”, añade.
En el Código Penal todavía en vigor se
hace alusión a este asunto pero no se generaliza, se habla de que esas
personas pueden presentar algún tipo de peligrosidad. Con la reforma del
PP lo que se establece es que una persona con trastorno mental grave,
“es una persona peligrosa” a la que se le puede aplicar una condena por
un delito. El problema además se agrava a la hora de revisar la condena
de ese enfermo: “Cómo, cuándo, dónde y quién lo va a hacer, con qué
elementos y con qué herramientas, porque ya solo por el concepto de
peligrosidad, esas personas siempre serán peligrosas, siempre van a
tener ese problema. Es decir que la persona enferma no cumplirá la pena
por el hecho de cometer el delito sino por su condición de
peligrosidad”, dice Sánchez Monge.
Esto puede provocar situaciones como las
que explica el presidente de FEAFES. Por ejemplo, si un enfermo mental
no está atendido suficientemente y sufre una crisis, probablemente
acudirá la policía no el personal sanitario adecuado. Si el agente de
policía sufre una agresión y lo denuncia se tratará de un delito contra
los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, penado con 3 años de
cárcel. Y todo porque no se ha hecho adecuadamente su traslado a
urgencias de un hospital, porque no se ha hecho un servicio correcto en
el acto socio-sanitario.
En España, hay más de un millón de
personas con trastornos mentales graves. De ellos, 18.000 están
ingresados en prisión, de un total de 67.000 presos. Esas personas
–denuncia Sánchez Monge- “suelen estar en las enfermerías de las
cárceles con poca atención y tratamiento”.
FEAFES quiere concienciar a los poderes
públicos de la necesidad de reforzar la atención socio-sanitaria que
además supondrá una rebaja de los costes. El ingreso de un enfermo
mental puede costar entre 4.000 y 6.000 euros al día, mientras que si la
persona está atendida adecuadamente, con tratamiento ambulatorio, el
mismo coste será de un año entero.
Sánchez Monge critica que con la reforma
se está “estigmatizando” al enfermo porque se asume como concepto
objetivo su peligrosidad. Pero –se pregunta- “¿si a esa persona ya se la
considera peligrosa toda su vida, significa que va a estar ingresado de
por vida, que su condena no va a poder ser revisable?”. Además, añade
que dicha reforma vulnera convenios internacionales sobre derechos
humanos.
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Por otro lado, el político y psiquiatra
David Owen, que fue ministro de Sanidad y de Exteriores británico,
afirma que sí, que muchos de los que hoy nos gobiernan son peligrosos
enfermos mentales. La enfermedad explicaría muchos de lo que al pueblo
le resulta inexplicable, incluyendo las mentiras, los fracasos y las
medidas contra el ciudadano, la Justicia y la razón que se están
adoptando frente a la crisis.
Características generales del psicópata
Los psicópatas no pueden empatizar
ni sentir remordimiento, por eso interactúan con las demás personas
como si fuesen cualquier otro objeto, las utilizan para conseguir sus
objetivos, la satisfacción de sus propios intereses. No necesariamente
tienen que causar algún mal.
La falta de remordimientos radica en la
cosificación que hace el psicópata del otro, es decir que el quitarle al
otro los atributos de persona para valorarlo como cosa es uno de los
pilares de la estructura psicopática.
Los psicópatas tienden a crear códigos
propios de comportamiento, por lo cual sólo sienten culpa al infringir
sus propios reglamentos y no los códigos comunes. Sin embargo, estas
personas sí tienen nociones sobre la mayoría de los usos sociales, por
lo que su comportamiento es adaptativo y pasa inadvertido para la
mayoría de las personas.
Además, los psicópatas tienen como
característica el tener necesidades especiales y formas atípicas de
satisfacerlas, que en general implican cierta ritualización. El acto
psicopático hacia el otro se configura mediante la necesidad del
psicópata y su código propio, que desde su punto de vista lo exime del
displacer interno.
El problema de las necesidades de los
psicópatas es que al no ser compartidas por el grupo, no pueden ser
comprendidas ni generar empatía, por situarse fuera de las leyes de la
costumbre y del bien común, aunque estas necesidades son sentidas con
fuerza e impelen a la acción para el psicópata.
Además los psicópatas tienen un marcado egocentrismo, una
característica que pueden tener personas sanas pero que es intrínseca a
este desorden. Esto implica que el psicópata trabaja siempre para sí
mismo por lo que cuando da, es que está manipulando o esperando
recuperar esa inversión en el futuro.Otra nota común es la sobrevaloración de su persona, lo que los lleva a una cierta megalomanía y a una hipervaloración de su capacidad de conseguir ciertas cosas y la empatía utilitaria, que consiste en una habilidad para captar la necesidad del otro y utilizar esta información para su propio beneficio, lo que constituye una mirada en el interior del otro para saber sus debilidades y obrar sobre ellas para manipular.
Ciertos autores de la corriente
psicoanalítica suponen que la razón por la cual una persona psicópata es
una persona perversa es porque se trata de sujetos cuya personalidad
depende en gran medida de mantener el principio de realidad, pero careciendo de superyo.
Esto hace que la persona psicópata pueda cometer acciones criminales u
otros actos cuestionables con total falta de escrúpulos, sin sentir
culpa.
Un psicópata puede ser una persona
simpática y de expresiones sensatas que, sin embargo, no duda en cometer
un delito cuando le conviene y, como se ha explicado, lo hace sin
sentir remordimientos por ello. La mayor parte de los psicópatas no
cometen delitos, pero no dudan en mentir, manipular, engañar y hacer
daño para conseguir sus objetivos, sin sentir por ello remordimiento
alguno.
A efectos penales, hace mucho que se
planteó el dilema sobre si una personalidad divergente de este tipo es
imputable, especialmente cuando se trata de una estructura psicótica.
Debido a que el concepto de enfermedad mental
quedó en desuso (ya sea personas sádicas, violadoras, estafadores, o
cualquier otra actividad reprobable que desarrolle el psicópata), se
tiende a sostener que le corresponde punición, dado que la persona
mantiene conciencia de sus actos y puede evitar cometerlos. También
influye el derecho colectivo de la sociedad a protegerse de sus
acciones.
En España también se considera imputable a
todos los efectos, sin que la psicopatía oficie de atenuante de delito
ante el tribunal. Esto quiere decir que tienen responsabilidad y plena
culpa.
Es importante saber que la psicopatía es
incorregible, aunque se pueden utilizar fármacos antipsicóticos para
reducir su impulsividad y rehabilitación conductual con una alta
disciplina, pero las terapias de rehabilitación habituales no sólo son
ineficaces, sino peligrosas. Dada su incapacidad para empatizar, y que
la empatización hacia sus víctimas es el pilar principal de todo proceso
de rehabilitación social por el que pasan los delincuentes, la
rehabilitación de los psicópatas se está basando en el egoísmo del
propio sujeto, fomentando una conducta que le reporte beneficios y evite
penas.
Por citar algunos ejemplos:
- El director general de Trabajo de la Junta de Andalucia se gastaba 900.000 euros, provenientes del dinero para luchar contra el desempleo en cocaina y en copas.
- La saqueada CCM concedió un crédito de 50 millones a un narcotraficante para que sus envios recalaran en el aeropuerto de Ciudad Real.
- El hijo del Presidente de la Junta de Andalucia, acusado por la Policia de formar parte de una red de blanqueo de dinero y cohecho a cambio de contratos en la Junta de Papá.
- La familia Botín ocultaba en Suiza unos 2.000 millones de euros evadidos al fisco español.
- El ex-ministro Pepiño recibió en mano cerca de 3 millones de euros en un maletin de la trama de su primo a cambio de contratos.
Abrimos un periódico y no tenemos más remedio que admitir que estamos siendo gobernados por delincuentes o por locos.
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