Por Xabier Makazaga (*) - Canarias-semanal.org
José Antonio Sáenz de Santa María, el general de bien poblado bigote
y cara de muy mala leche que fueDirector General de la Guardia Civil,
declaró en 1995 que "Un terrorista muerto da satisfacción. Un terrorista
vivo, y detenido, da información". Entonces me acordé de que, en tres
ocasiones en las que la Guardia Civil localizó en aquella época a
comandos de tres militantes liberados de ETA (Hernani 1984, Irun 1989 y
Barcelona 1991), mató a dos de ellos y dejó vivo al tercero para
torturarlo. Los tres que después sufrieron durísimas torturas acaban de
quedar en libertad tras derogar el Tribunal de Derechos Humanos de
Estrasburgo la doctrina Parot: Garratz, Paterra y Juanjo Zubieta.
Al parecer, para la Guardia Civil era la manera más eficaz de combinar
satisfacción e información, porque, a la hora de lograr el segundo
objetivo, les bastaba con dejar vivo a uno de los liberados. El primer
eslabón con el que iniciar la habitual cadena de torturas que se
traducía en una amplia redada. Se dice que "Piensa mal y acertarás", y
viendo los antecedentes del general, la verdad es que tenía sobrados
motivos para pensar mal.
Saénz de Santa María, que se alistó voluntario con 16 años en el
ejército franquista nada más estallar la sublevación del 18 de julio de
1936, sabía perfectamente cuál era el nervio de la guerra, la
información. Y tenía una muy larga experiencia sobre cómo conseguirla;
sobre todo, porque desde 1949 coordinó la implacable represión contra la
guerrilla antifranquista. Consiguió aniquilarla y siempre adjudicó su
éxito a la información que, al final de su vida, pretendió lograba
gracias al uso con los detenidos del pentotal, una conocida droga.
Así lo contó el periodista Diego Carcedo en la biografía autorizada que
escribió sobreSaénz de Santa María, donde puso en boca de un médico de
aquella época la siguiente frase: "Los americanos le llaman el suero de
la verdad. Está revolucionando las técnicas de investigación criminal.
Se lo inyectas a un detenido y canta ópera, vaya si canta".
Ahora bien, la CIA experimentó, y mucho, con el uso del pentotal y otras
drogas en los interrogatorios, pero obtuvo resultados decepcionantes.
Comprobó que no existía, ni por asomo, el "suero de la verdad" que
esperaban hiciera hablar sin más a los detenidos, y que otros métodos de
tortura eran mucho más eficaces.
Por lo tanto, que no nos cuente milongas el general Sáenz de Santa
María, en la pluma deDiego Carcedo, para justificar que sus detenidos
"cantaran ópera". Es más que evidente el tratamiento infame que recibían
no sólo los guerrilleros sino todos quienes pudiesen saber algo sobre
ellos: enlaces, quienes les suministraban alimentos, familiares…
Es incontestable que, para aniquilar a la guerrilla, Saénz de Santa
María se sirvió de las más abyectas torturas y por eso es en verdad
indignante que Diego Carcedo se prestara a tratar de ocultar cómo
obtenían los franquistas la información, escribiendo extractos como éste
sobre el supuesto uso del pentotal en aquellos años:
"Esto es cojonudo -comentó Sáenz de Santa María-. Nada me alegrará más que acabar con las torturas".
Y empezaron a utilizarlo. Detenían a enlaces, los llevaban al hospital
con la disculpa de hacerles un reconocimiento reglamentario, les
inyectaban el pentotal bajo la vigilancia del médico, y un policía la
mar de afable aprovechaba el efecto de la droga para ir sacando las
informaciones más comprometidas. La conversación, muy cordial y
relajada, se grababa en un viejo magnetófono sin que el detenido se
diese cuenta, y algunos fragmentos se mostraban luego a otros detenidos a
quienes se les hacía creer que la persona en quien confiaban era un
chivato y les había delatado. Luego se le practicaba el interrogatorio
normal, en el que no solían contar nada comprometedor.
La ola de delaciones y de declaraciones inculpatorias que se desató
gracias al pentotal enseguida trasladó a la guerrilla un ambiente de
desconfianza, intranquilidad y deseos de venganza que contribuyó, y
mucho, a precipitar su final".
Así escondió Sáenz de Santa María los infames métodos de tortura que
utilizaban, sirviéndose para ello de la pluma de un periodista de
prestigio como Diego Carcedo. Y así han seguido haciéndolo los
torturadores que le han sucedido, con la preciosa ayuda, entre otras
muchas, de una corte de periodistas que ha preferido siempre creer lo
increible. O lo que es mucho peor, han cobrado por ello dinero contante y
sonante, como denuncié ya en un artículo.
No parece ser el caso de Carcedo, pero lo que sí han hecho él y otros
muchos periodistas es evitar a toda costa responder a esta sencilla
pregunta: ¿Por qué los militantes vascos en manos de la Guardia Civil
"cantan ópera", como los guerrilleros antifranquistas, y en cambio no
abren la boca ante la Policía francesa?
Cuando los media han remarcado una y otra vez, por un lado, las
detalladas cantadas de esos militantes en España, y por otro, su
"mutismo habitual" en Francia, se han cuidado muy mucho de relacionar
ambos tipos de noticias. Y los mencionados periodistas han evitado
siempre hablar de ese contraste tan llamativo como esclarecedor, del
mismo modo que han evitado hablar de lo que ha dicho hace bien poco
sobre la tortura quien fuera también Director General de la Guardia
Civil, y famoso corrupto, Luís Roldán.
Ya lo denunció bien claro el añorado periodista Javier Ortiz: la gran
mayoría de la sociedad española, "no quiere saber nada de la tortura.
Porque le viene muy bien no saber nada de la tortura". ¿Hasta cuándo?
(*) Xabier Makazaga, investigador del Terrorismo de Estado.
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