"Nelson Mandela: figura clave de la Historia reciente; ejemplo de lucha por la igualdad. En el corazón de todos. Hasta siempre, Madiba". Así se lee en el Twitter de Mariano Rajoy, tras haber retwitteado dos horas antes un mensaje del expresidente de Sudáfrica, fallecido ayer. Sin embargo, con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, el Gobierno de Rajoy le habría impuesto varias multas de hasta 600.000 euros y una amplia recopilación de 30.000.
Mandela habría incurrido en algunas faltas tipificadas como 'muy graves' en la nueva ley, como la perturbación muy grave de la seguridad ciudadana no constitutiva de delito en actos públicos o la comisión de tres infracciones graves en el plazo de dos años.
La mayor cosecha de multas la habría recolectado en el apartado de las faltas 'graves' pues el hombre habría infringido buena parte de ellas: Concentraciones no comunicadas, desobediencia a la autoridad, ofensas a los símbolos de la patria, ocupación de espacios comunes, insultos a la policía...
Margaret Tatcher fue más sincera y lo consideraba directamente como un terrorista. Rajoy no se atreve a decirlo, pero su opinión no se alejaría demasiado. Los protocolos lo llevarán a Sudáfrica para asistir a los funerales cargado de hipocresía y vacío de pudor y de dignidad.
Los medios tradicionales han 'vendido' a Mandela como un icono de la paz, de la igualdad y de la reconciliación, pero también fue un líder revolucionario que admitió el recurso a la violencia cuando el Gobierno sudafricano cerró cualquier vía pacífica para sus protestas.
Lo dijo en el alegato que leyó ante el tribunal que le juzgo en 1964, acusado de cometer "actos de violencia y destrucción". Su frase final fue rotunda: "Es un ideal por el que estoy dispuesto a morir". El líder negro explicó también en el juicio las razones que habían llevado a su partido, CNA, a formar un 'brazo armado' para la realización de sabotajes.
Mandela afirmó en su discurso que, como consecuencia de la política del Gobierno, "la violencia por el pueblo africano se había convertido en algo inevitable, y que a menos que un liderazgo responsable pudiera canalizar y controlar los sentimientos de nuestra gente, se produciría un estallido de terrorismo que ocasionaría un aumento de la hostilidad y el resentimiento entre las distintas razas del país hasta un punto desconocido incluso en una guerra".
"Pensamos que sin los sabotajes no habría forma de que pueblo africano tuviera éxito en nuestra lucha contra el principio de la supremacía blanca. Todas las formas legales de oponerse a este principio habían sido bloqueadas por la ley, y estábamos en una situación en la que o aceptábamos un estado permanente de inferioridad o desafiábamos al Gobierno. Elegimos desafiar al Gobierno. Primero, violamos la ley evitando el recurso a la violencia. Cuando se legisló contra esto, y cuando el Gobierno recurrió a la fuerza para aplastar a la oposición a su política, sólo entonces decidimos responder a la violencia con violencia", dijo en su alegato ante el tribunal.



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