Quienes han sobrevivido a la muerte han narrado que en los instantes
anteriores a hundirse en la inconsciencia, el total de su vida desfiló
delante de sus ojos en imágenes. Ningún detalle fue omitido, y cada
color, forma y movimiento se reprodujo de acuerdo a la vivencia
original.
La mayoría de estos casos han ocurrido en la proximidad de
muertes por ahogamiento; aunque también se han experimentado en
accidentes en que la muerte se ve venir sin poder hacer nada por
evitarla.
Este fenómeno demuestra claramente, en primer lugar, la persistencia de
las impresiones que recibimos, las recordemos o no. En alguna parte de
nosotros, la grabación permanece tan clara como en el día en que
sucedió. Y, en segundo lugar, este hecho ocurre en un momento en que –
presumiblemente – aquello que llamamos nuestra consciencia está
abandonando nuestro cuerpo físico. Esto último sugiere la posibilidad
de utilizar este poder de revivir el pasado de alguna manera en el
momento de irnos a dormir, siendo esta la ocasión en que estamos
ensayando la muerte al caer en la inconsciencia del sueño.
El dormir y la muerte se asemejan en que son estados de consciencia a
través de los cuales pasamos normalmente en un proceso gradual: nos
vamos durmiendo o muriendo. Y si es verdad que en nuestro tránsito
final podemos recordar la totalidad de nuestra vida actual, resulta
plausible que, al pasar de la vigilia al sueño, podamos recordar los
eventos del día que termina. O, por lo menos, que dicha recapitulación
sea más fácil que en otro momento. Si la oportunidad para una revisión
pictórica de la vida es la muerte, esa misma revisión para un día ya
vivido podría ser el dormirse.
Es importante tomar en cuenta que esta revisión antes de la muerte –
según lo han informado los sobrevivientes – nunca se percibe como una
censura o sermón, ni da origen a ningún pensamiento o sentimiento. Por
extraño que parezca, esta revisión es hecha en forma impersonal e
imparcial, sin apegos ni comentarios. Todo aparece en imágenes,
exclusivamente; no hay palabras ni texto.
Siguiendo esta sugerencia, nuestra revisión nocturna del día debiera ser
asumida de la misma manera. Es el día visto en forma pictórica; son
los eventos del día con uno mismo como la figura central, revisando lo
sucedido sin satisfacción o remordimiento, sin temor y sin expectativas;
en forma imparcial e impersonal.
El que nosotros hagamos o no en forma espontánea una revisión como esa,
es irrelevante para nuestro propósito, que es el de hacerlo
conscientemente. Si encontráramos que sucede, por así decirlo, por sí
misma, nuestra tarea de tomar consciencia de ella y observarla sería
mucho más fácil. Pero aún, si no se diera en forma natural, el valor
que tiene intentar este esfuerzo es demasiado considerable para ser
menospreciado.
Para empezar, nada estaría mejor calculado para mantenernos atentos a
nosotros mismos y a nuestros actos durante el día que el proyecto de
verlo reproducido pictóricamente en la noche. Supongan que llevan
consigo a todas partes una máquina filmadora y que las películas de
video que tomen serán proyectadas en una pantalla en su dormitorio cada
noche. La perspectiva de esta exhibición sería un imperativo para estar
vigilante a cada paso que den. La acrecentada atención que eso exige
podría ser de un provecho incalculable.
Además, aunque no haya ninguna motivación didáctica, la repetición del
día en imágenes sería del más grande valor como una lección de
autoconocimiento. Podríamos empezar a ser capaces de vernos como
aparecemos ante los demás, y, en consecuencia, ejercitar toda esa
tolerancia hacia los defectos y la torpeza de los que nos rodean, que
usualmente sólo tenemos para nosotros mismos.
Más aún, la ventaja de tratar de recordar el día con exactitud es
inestimable. La memoria, la voluntad, la concentración y el poder de
una atención sostenida serían ejercitadas. Es imposible practicar la
revisión en forma perseverante sin experimentar progresos en todos estos
aspectos. El ejercicio, ya valioso por otras razones, es simplemente
invaluable respecto al desarrollo mental. Es casi una medicina contra
la mediocridad. Hay otras ventajas, pero ellas tienen que ir siendo
descubiertas por cada cual. Nosotros debemos ahora considerar el método
en sí.
Antes de irte a dormir empieza a contar lentamente una serie de números
simples hacia delante y atrás: 2, 4, 6, 8, 10 – 10, 8, 6, 4, 2.
Continúa esta repetición en forma rítmica. Habiendo obtenido este
ritmo, déjalo que se siga repitiendo casi automáticamente mientras que,
en forma deliberada, procura visualizar cómo aparecías al levantarte esa
mañana.
Despertaste, saliste de la cama, fuiste al baño, te vestiste, tomaste tu
desayuno, leíste el periódico (si tienes costumbre de hacerlo), te
subiste a un bus, o al auto, etc. Trata de seguir esta secuencia en
forma visual de momento a momento, exactamente como si estuvieras
proyectando un video. Al principio encontrarás este ejercicio muy
difícil por tres razones.
La necesidad de contar continuamente te
parecerá un estorbo al comienzo. No obstante, continúa: porque el
contar ocupa el cerebro pensante y así la memoria visual puede trabajar
con más facilidad. Recuerda que uno de nuestros objetivos es
precisamente no pensar sobre lo que estamos representándonos. El pensar
no sólo impediría la representación visual sino que además muy
sutilmente, pero con toda seguridad, falsearía las imágenes. Por
numerosas razones, el cerebro pensante debe estar ocupado para no
interferir en la proyección y no existe otro medio más simple que
contar.
La segunda dificultad es la constante interrupción debida a fallas de la
memoria. Empiezas muy bien, pero apenas has visualizado unos cinco
minutos de tu día cuando no puedes recordar qué hiciste después. Al
tratar de recordar, casi con seguridad dejas de contar. Tan pronto como
has parchado el video y lo has continuado, se interrumpe otra vez. No
te desalientes. A todos, sin excepción, les pasa lo mismo. No es
prueba de debilidad mental fallar en los primeros intentos de un
ejercicio como este.
El hecho es que se trata de algo tan nuevo en su
esencia que aún un genio intelectual tropezaría al hacerlo por primera
vez. Se puede decir que este ejercicio es posible para todos por igual,
no depende del tipo de personas. Por lo tanto, hay que practicarlo
hasta que el video del día se proyecte por sí solo sin un esfuerzo
consciente.
Igual como el que ha estado a punto de ahogarse cuenta que la visualización de su vida pasó por delante de él, aquellos que han dominado este ejercicio dicen que los eventos del día, tal como han sido grabados en su memoria, se representan por sí mismos en su forma y color originales. Las interrupciones, frecuentes al comienzo, cada vez son menos. Desde un inexperto operador constantemente cortando el video, el estudiante persistente llega a ser un experto. Y su recompensa no es solamente la revisión del día, sino el control de la mente que ha hecho tal revisión posible.
Ninguna de las numerosas
escuelas de control mental tendría nada que enseñar a quien domine este
método.
La tercera dificultad, que tal vez debió haber sido colocada primero, es simplemente: dormirse. El cerebro pensante, como sabemos, tiende a mantenernos despierto. El preocuparse – que es pensamiento emocional – es la más común causa de insomnio. La revisión del día en forma visual, por otra parte, al no ser una forma de pensar, induce al sueño como ningún somnífero podría hacerlo mejor. En el peor de los casos, por lo tanto, te dormirás; y en el mejor de los casos sabrás lo que es morir diariamente.
A.R. Orage
FUENTE http://alcione.cl
Traducido y extractado por Ester Silva de
“Psychological Exercises & Essays”
Samuel Weiser Inc.
Samuel Weiser Inc.


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