El propio hermetismo de Trinidad Figueroa fue cerrando una a una las ventanas por las que se asomaba al mund
La autopsia dice que murió "por causas naturales", pero lo
cierto es que la atronadora soledad en la que vivía Trinidad Figueroa ha
tenido mucho que ver en su dramático final.
El pasado 27 de diciembre
encontraron su cadáver, casi de forma fortuita, en el curso de una
revisión rutinaria del edificio en el que vivía.
Llevaba más de dos años
muerta, pero nadie había denunciado su desaparición. Ni sus hijos, uno
de los cuales vivía en Bilbao, ni sus vecinos, con los que apenas tenía
relación, ni los servicios sociales, que la atendieron en varias
ocasiones, echaron en falta a una mujer que con el paso de los años
había ido encerrándose cada vez más en sí misma.
Su historia, aunque
claramente excepcional, pone sobre la mesa la realidad de muchas
personas que viven solas en la gran ciudad y carecen de la más mínima
red familiar o social.
Resulta difícil reconstruir las circunstancias de la muerte
de Trinidad y cómo fueron sus últimos años de vida.
Su propio
hermetismo fue cerrando poco a poco cada ventana por la que se asomaba
al mundo exterior, hasta el punto de que su muerte, en algún momento de
la primavera de 2011, pasó totalmente desapercibida. La mujer, que
hubiera cumplido este año 69, se había instalado en el número 25 de la
calle Bilbao La Vieja hará unos 22 ó 23 años, poco después de
divorciarse.
En el buzón del portal todavía puede leerse su nombre y el
de sus dos hijos, Lourdes y Alfonso. El varón reside en Bilbao, donde
regenta un establecimiento de hostelería.
El 31 de diciembre a las 9 de
la noche recibió una llamada telefónica de la Policía. Habían encontrado
el cuerpo sin vida de su madre, de la que hacía mucho que no sabía
nada.
"No nos hablábamos desde hace más de veinte años", reconoce
escueto al ser preguntado por este periódico. Se resiste a revelar las
causas por las que perdieron el contacto -"Son cosas muy personales y no
quiero revivirlo", dice-, pero al parecer los lazos familiares se
rompieron de forma traumática.
Tras años sin cruzar palabra, sus hijos
vivían convencidos de que su madre estaba "en una residencia en
Galicia". De hecho, trataron de ponerse en contacto con ella en una
ocasión, "pero no fue posible y dejamos de intentarlo", explica.
"Si
llegamos a saber en qué situación estaba por supuesto que le hubiéramos
echado una mano, por mucho que no te hables al fin y al cabo una madre
es una madre", dice Alfonso, dolorido también por los comentarios que ha
tenido que escuchar desde que la noticia saltó a los medios de
comunicación.
Sola en su casa, Trinidad apenas se relacionaba con sus
vecinos. Resulta difícil encontrar a alguien en Bilbao La Vieja que la
recordara, y más aún que tuviera trato con ella.
El número 25 es un
portal con sólo cuatro pisos y en el que, 2 salvo la vecina del 3º, ya
fallecida, los inquilinos han ido cambiando periódicamente", explica una
mujer que vive enfrente.
Recuerda a Trinidad de cruzarse con ella
habitualmente, pero nunca se dijeron una palabra, "ni siquiera los
buenos días", reconoce.
Aunque pasó allí más de veinte años de su vida,
los mayores siguen considerando que era "nueva en el barrio" y lo cierto
es que nunca llegó a integrarse en el círculo de los vecinos "de toda
la vida".
Sólo la tendera logró tener algún contacto con ella: "Venía
casi todos los días a hacer algunas compras y, si no, la veía pasar por
delante de la tienda", cuenta. Begoña la recuerda "siempre impecable,
muy bien peinada y vestida", pero extremadamente reservada: "No hablaba
con nadie y tampoco se metía con nadie, sólo venía a por lo que
necesitaba y se iba".
Reconoce que en los últimos tiempos se la veía
"más decaída": "Alguna vez, al verla tan sola, intenté darle
conversación, pero no soltaba prenda. Yo estoy segura de que sufría
depresión", elucubra la tendera.
Quizá fue ella una de las pocas
personas que echó en falta su presencia, "pero alguien dijo en el barrio
que se la habían llevado a una residencia", y nadie volvió a preguntar
al respecto.
Sin cobrar las pensiones
Esa confusión podría estar motivada por el hecho de que
Trinidad sí llegó a ingresar en un piso de acogida, pero lo abandonó al
poco tiempo para volver al domicilio donde falleció.
Hacía años que
recibía atención de los servicios sociales, tanto del Ayuntamiento como
de la Diputación, aunque la mayoría en forma de ayudas económicas.
Cobraba unos 250 euros como complemento a su pensión no contributiva y
mientras la RGI estuvo gestionada por los ayuntamientos tuvo una
relación "relativamente habitual" con los servicios sociales de base.
En
2010 comenzó a dar signos de "una posible desorientación, al parecer
provocados por sus problemas con el alcohol". Fue entonces cuando se le
facilitó el ingreso en una vivienda comunitaria.
Entró en noviembre de
ese mismo año, pero la abandonó apenas un mes después "por propia
voluntad", según consta en el registro del área municipal de Acción
Social.
El último contacto físico con los servicios sociales se
produjo el 14 de abril de 2011, en el transcurso de una cita rutinaria.
La trabajadora social le recomendó entonces que fuera al médico, pero al
parecer ella contestó que no, que se encontraba bien.
Según la fecha
del calendario que todavía cuelga en su cocina y la caducidad de los
yogures que tenía en la nevera, debió morir ese mismo mes. El hecho de
que dejara de hacer efectivo el cobro de su pensión podría haber hecho
saltar las alarmas, pero con el traslado de la gestión de la RGI a manos
de Lanbide, esa circunstancia pasó totalmente desapercibida.
No sería hasta ocho meses después de su muerte cuando la
Administración se dio cuenta de que algo iba mal. En enero debía
revisarse la pensión de Trinidad, para lo cual debía aportar una fe de
vida o presentarse personalmente.
Tras varios requerimientos, en mayo de
2012 se procedió a la suspensión del pago, y en junio de 2013 se le
reclamó la devolución a Hacienda de las mensualidades que había recibido
"de forma indebida".
Desde la Diputación explican que el caso siguió el
proceso burocrático normal, ya que su fallecimiento "no constaba para
nadie". De hecho, el dinero que percibió sigue en su cuenta corriente,
en la que la suya era la única firma autorizada, y volverá a las arcas
forales.
El último dato en su expediente es el oficio de la
Diputación respecto a una evaluación de dependencia que se le había
hecho a principios de 2011. El resultado era negativo, por lo que se
consideraba que la mujer podía valerse por sí misma. Cuando fue emitido,
en mayo de 2011, es posible que Trinidad ya estuviera muerta.
GUILLERMO ELEJABEITIA

No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION