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domingo, 2 de febrero de 2014

¡Alerta!: el apartidismo y el personalismo anticapitalista alimenta el fascismo


Javier Parra





Determinados mensajes  pueden tener unas consecuencias fatales si calan entre la población en un momento de crisis y tensión social como el actual. Difundirlos, aunque sea desde la ignorancia y la buena voluntad, es una imprudencia. 


Y entre esos mensajes se encuentran, por ejemplo, los ataques indiscriminados (también en forma de desprecio) a los partidos políticos sin distinción, considerándolos a todos dentro de un conjunto, y no como representaciones de visiones enfrentadas o contrapuestas de la sociedad y de las relaciones de producción.


Es necesario, por tanto, estar alerta ante este tipo de mensajes y desmontarlos, no teniendo ningún tipo de miramientos ni compasión a la hora de combatirlos, provengan de donde provengan, aunque provengan del seno de nuestra propia familia o de nuestro entorno social. No hacerlo entraña el peligro de dar alas a que se desaten unas fuerzas que sólo han traído dolor y tragedia en Europa (también en España), en el ultimo siglo.


Un ejemplo. No pocos saben que el líder fascista italiano Mussolini se había unido años antes, allá por 1900,  al Partido Socialista Italiano, donde no tardó en destacar por su oratoria incendiaria y en hacerse notar como periodista en el periodico “L´Avvenire del Lavoratore” (El futuro de los trabajadores), donde se calificaba a sí mismo como comunista y no dudaba en afirmar que Marx había sido el más grande de los teóricos del socialismo.


 Años después Europa vería al mismo Mussolini (antes declarado socialista) culpando a los partidos de izquierdas del descalabro social y creando los grupos de agitación que dos años después se convertirían en el Partido Nacional Fascista.



Lo cierto es que la actitud beligerante le granjeó a Mussolini (al igual que pasaría con Hitler) la simpatía de las clases medias que veían aterrorizadas la posibilidad de una revolución comunista en sus países.  ”No hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado”, señalaba acertadamente Bertolt Bretch.


Como todos sabemos los estados fascistas se organizaron en torno a la figura de un jefe (“Duce, Führer, Caudillo”), con un especial carisma natural o artificial, pero en cualquier caso alimentado a través del culto a la personalidad. 


 Por tanto, ataques directos o indirectos contra las organizaciones obreras, políticas o sindicales, englobándolas en un todo, por parte de las figuras carismáticas y sin que ello provenga de una crítica dialéctica y constructiva a éstas, entrañan un peligro de las que quizá quien las emite no es consciente.


Lo que aquí brevemente expongo no es mi visión personal desde mi posición ideológica concreta, ni desde mi militancia política, ni desde mi condición de clase, sino que es una realidad objetiva que muchos libros de Historia exponen con gran profundidad y que cualquiera puede consultar.


Pero ahora sí, desde mi visión ideológica de parte, desde mi condición de clase,  e incluso dejando al lado mi visión partidaria, permítanme la licencia de un consejo para quienes emiten y difunden este tipo de mensajes: encuádrense en una organización obrera, aquella con la que se sientan más identificados (no haré proselitismo de la mía, desde luego), rehuyan de los personalismos, refuercen la organización, y trabajen para encontrar los puntos en común con el resto de organizaciones obreras (políticas y sociales) y con los Movimientos Sociales para derrotar juntos al capitalismo y para conjurar el peligro fascista.




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