Creo que a estas alturas de la crisis a nadie se le escapa - incluso a aquellos que se resisten a ver la realidad que les oprime - la irracionalidad del sistema capitalista en el que estamos atrapados y el sadismo de las clases dirigentes que nos gobiernan nacional e internacionalmente. Son muchos los ejemplos que se podrían poner desde el inicio de la crisis y que prueban esta afirmación.
El más reciente lo vimos hace dos unos días tras conocer las cifras aportadas por la organización católica Cáritas Europa en un reciente informe y casi a la vez escuchar el optimismo de las clases capitalistas que nos anuncian insistentemente el final de la crisis económica. Según dicho informe España, que es la cuarta economía de la Eurozona, tiene la segunda tasa de pobreza infantil más alta de toda la Unión Europea, sólo por detrás de Rumanía. En España, "el riesgo de pobreza entre los niños menores de 18 años se situó en 2012 en el 29,9%, casi nueve puntos por encima de la media de la UE, que estuvo en el 21,4%", según datos de 2013 de Eurostat.
También sabemos que tenemos 6 de desempleados, millones de trabajadores precarios, 700.000 españoles que se ven obligados a emigrar, 12 millones de personas que se encuentran en situación de pobreza o riesgo de exclusión social, entre otras muchas desgracias y datos alarmantes, como desahucios, suicidios, falta de asistencia a dependientes, etc.
Al día siguiente de la presentación de este dramático informe de Cáritas
Europa, el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, se sumaba a la
propaganda neoliberal del gobierno y los medios de comunicación
y afirmaba frente a los accionistas de su Banco que "la recuperación de la economía española es un hecho",
y que esta mejora de la situación responde a que las reformas
estructurales (es decir, los recortes sociales y la precariedad laboral)
"están dando sus frutos". Ya en octubre del pasado año tuvo la
desfachatez de decir que en España "vivimos un momento fantástico".
Y en
realidad tiene razón, porque este capitalista - que se libró de la
cárcel por evasión fiscal gracias al gobierno de Zapatero primero y al
de Rajoy después - cuando habla de "España" se está refiriendo a su
España, se refiere a los de su clase social, a la aristocracia y a la
burguesía financiera y empresarial parasitaria. Todos los demás, las
clases trabajadoras y populares, la mayoría social, somos solo la chusma que
necesita el sistema para explotar nuestra mano de obra, nuestros
recursos colectivos, y nuestras propias vidas (lo hacen cuando
privatizan nuestra Sanidad, por ejemplo).
Existe un evidente divorcio entre la realidad social que viven las
mayorías y las cifras macroeconómicas y las finanzas que sólo indican el
margen de ganancia de los propietarios del capital. El "crecimiento
económico", el aumento del PIB, no garantiza por sí mismo la dignidad de
todos los ciudadanos si no existe reparto de la riqueza creada por las
clases trabajadoras.
Cuando las élites políticas y económicas españolas y
europeas nos hablan de la necesidad de acometer "ajustes" y "reformas
estructurales" en España, no están pensando en mejorar las condiciones
de vida de la población, sino que pretenden socializar las pérdidas
económicas de la Banca y las grandes empresas fruto de los abusos que
cometieron gracias a la desregulación financiera y la no intervención
del Estado en la economía; privatizar recursos y servicios públicos
(incluido las Pensiones y la Sanidad) para ofrecer un nuevo "nicho de
mercado" a las empresas para que hagan negocio con lo que deben ser
derechos fundamentales de los ciudadanos; y asentar el "crecimiento"
futuro sobre la base de la explotación y la precariedad laboral como
fórmula para que España y Europa puedan competir con los
"mercados emergentes" mundiales.
Esta es la finalidad de las "políticas
de austeridad" que se nos imponen. Nada más. No hay ninguna explicación
técnica o económica que nos obligue a aplicar esas políticas tan lesivas
para la mayoría. No es un problema técnico, sino político. Es una
decisión política que responde a unos intereses particulares muy
determinados.
Todo esto, esta distancia entre la macroeconomía y la economía real, la imposición por parte de los gobiernos de políticas que perjudican a la mayoría, el hecho de que aumenten los beneficios de las grandes corporaciones mientras se empobrecen las clases populares, demuestra con total claridad la existencia de una lucha de clases en nuestra sociedad y en toda Europa. Aunque la izquierda institucional no quiera plantear el debate en estos términos, se está desarrollando una lucha de clases como la que siempre ha existido históricamente, pero que a partir de la crisis capitalista de 2008 se ha transformado en una auténtica guerra de clases iniciada por la clase capitalista contra la clase trabajadora y las clases populares para eliminar los derechos que anteriormente se habían conquistado.
A día de hoy la
mayoría de los ciudadanos en general percibe en carne propia que está
perdiendo derechos sociales y laborales. Sin embargo, todavía una parte
muy importante piensa que todo ello es fruto de una "crisis pasajera", o
que se ha producido porque "hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades", o que realmente estamos en una etapa en la que "no hay
dinero", o que si les va bien a los ricos (a "los mercados", a los
inversores, a las grandes empresas, etc.) nos irá bien de nuevo a todos
siguiendo la famosa regla del reparto por "desbordamiento" (si los ricos
ganan mucho dinero habrá más inversión y crearán empleo y todos nos
contagiaremos indirectamente de su riqueza).
La derecha y los medios de comunicación ocultan la existencia de esta lucha de clases enfrentadas e irreconciliables. La socialdemocracia niega también su existencia y hace décadas que abrazó el neoliberalismo como ideología política y económica. La izquierda institucional, ya sea por falta de convicción o por estrategia para "no asustar al electorado", también ha dejado de lado este lenguaje que describe la realidad social.
La derecha y los medios de comunicación ocultan la existencia de esta lucha de clases enfrentadas e irreconciliables. La socialdemocracia niega también su existencia y hace décadas que abrazó el neoliberalismo como ideología política y económica. La izquierda institucional, ya sea por falta de convicción o por estrategia para "no asustar al electorado", también ha dejado de lado este lenguaje que describe la realidad social.
Nadie hace
pedagogía política. Nadie nos ha explicado que existe un conflicto
entre la clase trabajadora que vive de su trabajo y la clase capitalista
propietaria de la Banca, de las empresas, de las finanzas, de la
tierra, de los medios de comunicación, de los recursos naturales, etc.
Un conflicto entre los que producen y los que no producen, entre los que
crean riqueza con su trabajo y los que sin trabajar se adueñan de la
producción, especulan y excluyen a los que trabajan, entre explotadores y
explotados (históricamente entre amos y esclavos, patricios y plebeyos,
terratenientes y campesinos, burgueses y proletarios, ricos y pobres,
entre depredadores y presa).
Estas clases capitalistas, los propietarios
de la riqueza en todas su formas, los que conforman el poder económico,
dominan las instituciones "democráticas" y políticas en España y en
Europa. Existe una enorme concentración de la riqueza y del poder
político y mediático en manos de esta minoría burguesa parasitaria del
Estado. No habrá democracia mientras a estas clases dominantes no se les
expropie ese poder económico, político y mediático y sean las clases
trabajadoras y populares las que tomen en mando de la economía y la vida
política del país.
En este afán interesado y premeditado por desideologizar a la clase trabajadora, y contando con la complicidad de gran parte de la izquierda y los grandes sindicatos, nos dijeron un buen día que ya no había clases sociales con intereses opuestos, sino que todos éramos "clase media". Nos dijeron que todos podíamos hacernos ricos de la noche a la mañana, que todos podíamos convertirnos en empresarios, en pequeño burgueses, en propietarios, incluso en inversores y especuladores.
Que quien era
pobre era porque no se esforzaba, porque era un conformista, porque no
quería prosperar. Que ser clase obrara era un fracaso, una deshonra. Que
todos éramos "clase media", y de ahí a hacerse rico sólo había un paso.
Sólo teníamos que endeudarnos para toda la vida. Consumir sin
conocimiento aunque nuestros salarios fueran de miseria y nuestros
contratos fueran temporales y precarios. Nos dijeron que el capitalismo,
al contrario que el Comunismo o el Socialismo, consistía
en hacernos ricos a todos.
Y por supuesto, nos dijeron que no nos
metiéramos en política. Que dejáramos la economía en manos de "los
expertos". Que las ideologías habían muerto. Que no había derechas ni
izquierdas. Que sólo se trataba de "gestionar" bien el país, como si
fuera una empresa privada o una familia. El Estado del Bienestar
se convirtió en los últimos años en la prueba definitiva de que las
revoluciones, la lucha de clases, las ideologías... eran cosa del pasado
y de que bajo este sistema capitalista "todos" encontraríamos dignidad,
derechos y bienestar.
Hoy en día, en un momento histórico en el que el
capitalismo no tiene enfrente ningún otro modelo
político-económico-cultural que haga peligrar su hegemonía (a excepción
del proceso integrador progresista iniciado recientemente en América
Latina y el Caribe), y acuciados por su enésima crisis sistémica, las
clases dominantes han llegado a la conclusión de que ese Estado del
Bienestar y las propias democracias se han convertido en un impedimento
para seguir incrementado sus beneficios y mantener con vida al
sistema. Es ahora, en este contexto de destrucción social, cuando
despertamos de nuestro sueño y sentimos en nuestras propias carnes los
efectos de esa lucha de clases que siempre existió pero que antes se
ocultada bajo la manipulación política y mediática, la sensación
colectiva de una falsa prosperidad económica basada en la especulación, y
la ceguera propia de una sociedad consumista e individualista al
máximo.
Existe y está vigente la lucha de clases, puesto que unas clases que dominan la esfera política, económica, mediática y cultural atentan contra los intereses de otras clases sociales más indefensas. Existen las ideologías, puesto que esas clases poderosas imponen su ideología: el neoliberalismo (recortes sociales, privatizaciones, bajada de salarios, desregulaciones laborales, financieras, comerciales, etc). Y existe la izquierda y la derecha. Por supuesto que existen. El problema es que la socialdemocracia en Europa se ha apoderado del término "izquierda" prostituyendo sus principios para aplicar el mismo modelo económico y las mismas políticas neoliberales que la derecha liberal clásica. La socialdemocracia (el PSOE en España) no es "la izquierda", puesto que defiende un sistema bajo el cual es imposible el desarrollo de los principios y valores clásicos de la izquierda como la igualdad, la justicia social, la solidaridad, la cooperación, la libertad, la emancipación de la clase trabajadora, la propia democracia, la soberanía popular...
No podemos permitir que los mismos que nos roban nuestros recursos y nuestros derechos nos roben también nuestro lenguaje. Cuando alguien afirma, por ejemplo, que en España "los gobiernos de izquierdas hicieron lo mismo que los gobiernos de derechas", hay que tomar la palabra y negar la mayor: en España nunca ha gobernado "la izquierda", así que esa afirmación no se puede aceptar como principio.
No podemos aceptar que
Felipe González y Zapatero, o Toni Blair, o Francois Hollande, o Gerhard
Schröder o Romano Prodi, o en el colmo de la manipulación Barack
Obama, representan a la izquierda y a sus valores y principios. Como
decía anteriormente, estos políticos socialdemócratas o de
"centro-izquierda" parasitan el término "izquierda" solamente para
diferenciarse aparentemente de la derecha, captar los votos de las
clases trabajadoras y populares, y dar la falsa imagen de que vivimos en
una democracia donde tenemos la posibilidad de elegir entre
varios modelos contrapuestos. No es cierto. Su ideología es la misma, el
neoliberalismo, y su sometimiento ante la supremacía del capital es
idéntica.
Los partidos liberales o conservadores y los partidos
socialdemócratas han sido cooptados por las élites económicas que
financian sus partidos, que contratan a estos dirigentes políticos y
familiares en sus empresas y Bancos, le ofrecen sus medios de
comunicación para difundir sus mensajes, financian sus fundaciones, sus
organizaciones particulares, sus proyectos personales, etc. Las élites
políticas gobernantes - los "conservadores" y los "socialdemócratas"
- ejercen de facto como representantes o altos ejecutivos comerciales de
las grandes corporaciones financieras y empresariales (este es también
el papel principal de la monarquía borbónica heredera del franquismo). Hay que desenmascarar a los falsos socialistas
y a la falsa izquierda política y mediática y ponerlos en el lugar
ideológico que les corresponde. La izquierda es otra cosa bien diferente
a lo que ellos representan y defienden.
Soy partidario de adaptar el lenguaje a los nuevos tiempos para llegar a todas las personas posibles, pero eso no puede ser equivalente a pervertir el lenguaje y desligarlo de la realidad y la evidencia. Cuando algunas organizaciones o plataformas rehúyen de ser identificados como movimientos políticos "de izquierdas" cometen un gran error (por ejemplo Podemos). Sé que lo hacen porque pretenden diferenciarse del PSOE y de sus políticas, ya que en la sabiduría convencional el PSOE es considerado como "un partido de izquierdas", y el término "izquierda" está muy devaluado debido a las políticas neoliberales que este partido socio-liberal impuso desde el gobierno.
Pero no es esa la respuesta que
hay que darles. Si los que defendemos los intereses de la clase
trabajadora huimos del término "izquierda" estamos aceptando que ese
espacio le corresponde al PSOE. Y no puede ser que el PSOE desplace a la
verdadera izquierda del lugar que le corresponde. Hay que reivindicar
orgullosamente los valores que defiende y siempre ha defendido la
izquierda y colocar al PSOE frente a sus contradicciones. El PSOE se
define como un partido de izquierdas, socialista y obrero, y todos
sabemos que esa definición no aguanta el menor análisis, no se
corresponde en absoluto con la realidad, es solo una marca electoral. La
teoría se conoce por la práctica, decía Marx. Son los hechos, las
políticas y valores que defiendes en la práctica los que te definen
ideológicamente.
Entonces hay que decirlo, hay que decírselo a ellos,
denunciar su hipocresía poniéndolos frente al espejo, y reivindicar como
nuestras las verdaderas políticas que siempre defendió la izquierda
transformadora surgida del movimiento obrero de este país. Porque me
pregunto, qué haríamos si mañana el PSOE (o incluso el PP y la extrema
derecha) también se apodera cínicamente del término "república" o
"republicanismo", ¿también desde la izquierda vamos a renunciar a
nuestra identidad republicana y a sus valores éticos y políticos para
distanciarnos del PSOE? Repito que es el PSOE y la socialdemocracia
quienes usurpan el lugar que le corresponde a la verdadera izquierda
para defender unas políticas y unos modelos contrarios a los principios
clásicos de la llamada izquierda política. Tenemos que conseguir que
sean ellos quienes se avergüencen de haber utilizado y manipulado ese
término en beneficio propio y de las clases capitalistas a las que les
unen tantos lazos e intereses particulares ("puertas giratorias").
Y lo mismo ocurre con los medios (empresas) de comunicación y los
falsos periodistas y comunicadores supuestamente progresistas o de
izquierdas que ejercen como meros altavoces de los intereses del poder
corporativo. Si no fuera así sencillamente no estarían donde están.
Y llegados a este punto la pregunta es, ¿y qué es ser "de izquierdas", qué se supone que defiende "la izquierda"? La izquierda es plural, son diversas sus sensibilidades, pero hay unos principios básicos que son irrenunciables: 1) la centralidad de la economía no puede estar en "el mercado", sino en el ser humano y sus necesidades; la riqueza y el poder político, económico y mediático no puede estar concentrado en manos de unas clases dominantes minoritarias que explotan a las clases trabajadoras mayoritarias; o dicho de otra manera, en la práctica no se puede ser de izquierdas sin ser antineoliberal y anticapitalista. 2) de igual forma que no se puede aceptar la supremacía del capital sobre los seres humanos y la explotación de unas clases sobre otras, no se puede tolerar la supremacía y la explotación de unos países poderosos sobre otros más humildes; no se puede ser de izquierdas sin ser antiimperialista.
Hay que escuchar al pueblo trabajador, escuchar las necesidades de los más humildes y las aspiraciones de la clase trabajadora, que es lo que ha hecho siempre la izquierda, al menos la izquierda que no ha perdido su identidad de clase y no se ha vendido su alma al capital y al dios mercado. A grandes rasgos podríamos resumirlo así:
Ser de izquierdas es exigir la derogación de la modificación del artículo 135 de la Constitución Española que PP y PSOE cambiaron de espaldas al pueblo por orden de los "mercados". Ser de izquierdas es negarse a pagar la deuda y negarse a aceptar un sistema irracional de financiación que sólo beneficia al capital financiero y ahoga a los Estados. Ser de izquierdas en exigir la recuperación de la soberanía nacional (monetaria, política, económica, comercial...) como paso previo para para poder conquistar la soberanía popular. Ser de izquierdas es exigir que la Banca, las empresas de los sectores estratégicos de la economía, la tierra, los recursos naturales y económicos del país estén en manos del pueblo trabajador organizado en torno a un Estado verdaderamente democrático.
Ser de izquierdas es abrir un proceso
constituyente para romper con régimen monárquico corrupto del
78 heredero directo del franquismo y que sean los ciudadanos quienes
decidan y definan las líneas maestras sobre las que se debe asentar su
futuro y el futuro de la República. Ser de izquierdas es romper con la
Troika y decirle al capital financiero internacional que en España "la
economía" está al servicio del pueblo y no al revés. Ser de izquierdas
es trasladar la vida política de los despachos a los barrios;
democratizar la economía, las instituciones, y el derecho a la
información (fomentando los medios de comunicación comunitarios y
prohibiendo los oligopolios mediáticos). Es defender el derecho de las
personas a decidir sobre su propio cuerpo y sus vidas (aborto,
eutanasia, matrimonio homosexual...). Es defender el respeto por la
naturaleza, los seres vivos y animales del Planeta.
Ser de izquierdas en estos momentos es también condenar el golpe de
Estado en Ucrania por parte de la derecha neonazi con el apoyo de EE.UU y
la Unión Europa. Es condenar el "golpe suave" fascista que sufre el
pueblo de Venezuela. Es condenar los ataques terroristas que sufre el
pueblo sirio por parte de mercenarios yihadistas dirigidos y
financiados por EE.UU-OTAN y sus aliados en la zona. Es condenar el
sionismo. Ser de izquierdas es oponerse al Tratado de Libre Comercio que
se está negociando entre EE.UU y la UE que sólo beneficiará a las
grandes corporaciones. Es oponerse al modelo de globalización
capitalista que extiende la explotación laboral (incluido la
infantil) y elimina las barreras para que los capitales y las grandes
corporaciones especulen con las vidas de millones de personas en el
mundo. Ser de izquierdas, en definitiva, es condenar y luchar contra la
hegemonía del capital sobre los seres humanos; es condenar y luchar
contra el neoliberalismo y el imperialismo; condenar y luchar contra la
explotación que cometen las clases dominantes sobre las clases
trabajadoras; y condenar y luchar contra la explotación que cometen las
potencias imperialistas sobre los Pueblos del mundo que pretenden ser
libres y soberanos.
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