Se sabía que en la nueva
Ley de Seguridad Ciudadana se
hilvanaban las desmesuras punitivas con los disparates antijurídicos,
pero no se conocía la vastedad represiva de su micropolítica.
Tanto dislate tal vez tenga un corto recorrido: el proyecto está siendo sometido a un fuerte debate
Encarnizarse con los
sectores sociales más empobrecidos y, sobre todo, con los inmigrantes
sin papeles –usuarios habituales de los locutorios– recubre de tintes
racistas la noción misma de seguridad ciudadana y da la puntilla a
quienes ya sufrían la exclusión y la criminalización.
Tanto dislate –se dice–
tal vez tenga un corto recorrido: el proyecto está siendo sometido a un
fuerte debate institucional. Ojalá. Pero esa expectativa, la de ver al
Gobierno del Partido Popular dando su brazo a torcer, está inflada por
la “teoría del globo sonda” –muy propia del ámbito político partidista–
hasta el punto de afectar negativamente a la inaplazable movilización
ciudadana.
La táctica del globo
sonda forma parte de la agenda oculta de los gobiernos. Suele ser
vislumbrada con alborozo por comentaristas y todólogos que quieren
iluminarnos acerca de una cierta manera “constructivista” de hacer
política de Estado. Quizá no saben que la capacidad de percepción no
termina donde ellos indican: si todo acto político es, cuando menos,
bidireccional, un globo sonda que
propone el endurecimiento de la represión lo que en realidad explora es
la catadura moral del gobierno que se cree legitimado para lanzarlo.
Autosondeo
En el fondo, sobre la
cuestión del control y el castigo, el Gobierno de Mariano Rajoy no ha
dejado de sondearse a sí mismo ni un solo día, a sabiendas de que
calienta las orejas de su propia clientela electoral conservadora y, de
paso, susurra con dulzura en los oídos siempre prestos de la izquierda
biempensante. De la misma forma que nadie espera que el Partido Popular
interrogue a la sociedad acerca de una mayor cobertura de los derechos
sociales y económicos, todo el mundo sabe identificar el retintín
habitual de sus discursos punitivos.
Contra el que estorba
Recordemos el tonillo
admonitorio del sheriff que azuzaba al vecindario del lejano Oeste
contra menesterosos, insurrectos y forasteros. Pongamos a continuación
nombres actuales a aquellas figuras delictivas y comprobaremos que
nuestro sheriff patrio siempre ha formulado una misma pregunta y una
misma respuesta inducida: ¿qué les parece que nos pongamos duros con
pobres, protestones e inmigrantes? Los razonamientos implícitos de esa
dureza represiva desvelan una ideología tan inconfesable que, con total
seguridad, sólo puede abrirse camino a hostias: contra el pobre, por “vago”; contra el que protesta, por “enemigo”; y contra el inmigrante, porque “estorba”.
Con la LSC, el Gobierno no está lanzando globos sonda. Está pujando, cual si se tratara de una subasta
A ojos vista, el Partido
Popular quiere implementar el arsenal represivo del Estado. Es uno de
los objetivos de la “revolución neoliberal”. Y quiere hacerlo –era de
esperar– de forma segura. Si es posible, antes de 2015, sorteando los
controles institucionales que le aconsejan moderarse. Sacudámonos los
ojos y los espejismos: con medidas tan escandalosamente alarmistas e
injustas, como la que obligaría a entregar el documento nacional de
identidad en los locutorios, el Partido Popular no juega meramente al
despiste de la oposición o al tanteo de la opinión pública. Con la Ley
de Seguridad Ciudadana, el Gobierno no está lanzando globos sonda.
Está pujando, cual si se tratara de una subasta.Sólo negocia (de facto) con los otros poderes del Estado y en el ámbito vedado de los altos organismos consultivos.
Las críticas del resto de agentes –partidos, movimientos sociales o
medios de comunicación– sólo son para Rajoy un problema más de gestión
de los tiempos políticos.
Un juego trucado
Cuando termine la
dinámica institucional de ofertas y contraofertas, cuando se llegue a un
remate y concluya la subasta, la “ley mordaza” sorteará cual “
caballo de Pavía”
la Carrera de San Jerónimo y dejará a los partidos de la oposición
sin posibilidad de detener un juego que se sabe trucado, el que
permitirá a una mayoría parlamentaria que no representa ni a un tercio
de la sociedad trastear en los derechos de todos con el claro propósito
de limitarlos y embridarlos. Si deseamos que ese día el discurso del
globo sonda no haya desactivado la práctica de la movilización, antes
habrá que afrontar esa malsana tendencia dilatoria que se genera cuando
esperamos que las élites le enmienden la plana a las élites.
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