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domingo, 4 de mayo de 2014

¿Qué podemos y debemos esperar del 25 de mayo? A veinte días de la cita electoral


A veinte días de la cita electoral presuntamente menos trascendente de aquellas pocas a las que somos convocados, aún hay quien se pregunta qué se puede esperar de un resultado casi cantado, y también hay quien no se pregunta nada porque espera nada, y hasta quien espera demasiado. Y quizá ni lo uno ni lo otro, ni todo lo contrario.



Es verdad que la simple construcción europea y la estructura de la UE en general y del Parlamento europeo en particular; sus antagonismos, la contraposición de intereses locales, y su dimensión y sus competencias, no invitan a esperar nada especial. Pese a ello, no podemos menospreciar el valor simbólico que, dependiendo del resultado, nos pueda ofrecer la convocatoria como punto de inflexión y foto fija de un momento de transformación social.



Así, habría que decir que sería una equivocación esperar cambios inmediatos sea cual sea el resultado. No veríamos cambios ni aun con la obtención del total de los 54 diputados en liza en el Estado español por parte del más revolucionario de los nuevos partidos. Y en realidad, obviamente no hablamos de 54. Siendo muy optimistas, estamos hablando de que la más secundada entre las nuevas formaciones pudiera lograr de 3 a 5 escaños. Y sin ser optimistas, hablamos de 1 o 2. Y ya sería motivo de celebración. Esperemos que nadie se sienta defraudado (por haber esperado lo imposible) si no se alcanza mayor representación .



Decía hace poco Beatriz Talegón, la exsecretaria general de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas (IUSY), en su intervención en el marco de un coloquio organizado por diario Público, que el PSOE ponía a la gallina caponata al frente y tenía 7 millones de votos. Y seguro que hubo quien no lo entendió, o lo tomó por aquello que no era. Tenía razón, como la hubiera tenido quien dijera que con el PP ocurre exactamente lo mismo.



 El clientelismo, que es aquello que siempre relacionamos con favores y dependencias entre los de arriba, va mucho más allá de eso, e implica también al kiosquero de la esquina de la sede del PP o del PSOE de un pueblo: ese que les lleva los periódicos todas las mañanas; y al fontanero que hace alguna chapuza allí o en la casa de algún concejal; y a aquel parado que contrataron 6 meses en el ayuntamiento para el mantenimiento de los parques; y al que hace pancartas; y al del bar que lleva los cafés. Y también a sus familias. Son más de 30 años en el poder tejiendo esas redes de dependencia, por falsa que sea en muchos casos, y aunque solo sea la percepción lo que cuente.



Para que esos partidos pierdan poder, es necesario ir arrebatándoselo poco a poco, escaño a escaño, pueblo a pueblo, barrio a barrio. Y cada paso que se dé en ese sentido es un triunfo. Y estas Europeas son una nueva oportunidad para seguir profundizando en ello.



Por tanto, esto es lo que deberíamos esperar de estas elecciones. Deberíamos esperar poder socavar la imagen de la partidocracia. Esa imagen que al deteriorarse incidirá en la desafección y en la percepción de inseguridad de los ‘votantes del miedo’ (a perder lo poco que tienen).



Y no lo tenemos fácil, porque además de a lo comentado y a la costumbre, nos enfrentamos a los medios de comunicación y económicos del establisment. Y por si fuera poco, también a las tretas organizativas de los que controlan los cauces de participación, como esa de eliminar el 30% de las mesas electorales para esta cita. Reducción que casualmente se ha centrado en los barrios obreros.



No lo van a poner fácil: han hecho de la política una profesión muy rentable y defenderán los privilegios que se han dado, y que pretenden perpetuos y endogámicamente transmisibles. Pero habrá que armarse de convencimiento y perseverancia, porque una vez crucen una línea de no retorno que está muy próxima, el proceso se acelerará exponencialmente.



Puede que nunca nos hayamos visto ante una cita electoral más importante que la del próximo 25 de mayo. Y no porque, como ya se ha dicho, vaya a significar algún resultado tangible; sino porque estamos sembrando un cambio, y porque puede que si lo hacemos bien, la cosecha la recojamos ya en las próximas municipales y legislativas.



Aunque seas abstencionista: vota esta vez, ahora sí hay donde elegir fuera del póquer tradicional. Plantéate cuál es el motivo para no votar, y qué quieres conseguir. Si lo que te molesta es legitimar un sistema amañado, piensa en cómo pretendes cambiarlo desde fuera, y qué posibilidades reales tienes de lograrlo, y después decide. Si solo se trata de que no te convence ninguna propuesta, piensa en si algún día alguien colmará tus exigentes expectativas, o si vas a tener que hacer un partido para ti solo (que es una opción).



Con la gallina caponata podrán sumar 14 millones. Esperemos sumar algún día entre tod@s l@s demás los 22 millones restantes hasta completar los 36 con derecho a voto.


 Paco Bello






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