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martes, 6 de mayo de 2014

La familia nazi de la reina Sofía y la ideología de la desigualdad

  

 Federica de Hannover y sus "lindos" hermanitos




Como se puede leer en el artículo que compartimos a continuación, publicado en el blog Non Serviam,


 la reina Federica de Grecia, madre de la actual reina de España, y sus hermanos tuvieron una íntima relación con el Partido Nacional Socialista Alemán de Adolf Hitler, e incluso se prestaron como imagen para promocionar al nazismo y a la Europa que este esperaba construir.


Como se ve en la foto adjunta, la mamá y los tíos de la reina Sofía posaron como imagen del nacionalsocialismo alemán, con el uniforme de las Juventudes Hitlerianas (Hitlerjugend). La razón de esta gran complicidad entre el nazismo parece ser, como sucede siempre que hay por medio una familia que pretende vivir del cuento, es el interés personal. Es decir, parafraseando el dicho español, el "por el interés te quiero, Adolf".


La periodista germano-americana Sigrid Schultz, que trabajaba en Berlín por el Chicago Tribune en los años 30, afirmó en uno de sus artículos que Hitler le había dicho que había planeado que, tras su muerte, el Reich se transformara en un nuevo Sacro Imperio Romano Germánico y convertir a los Brunswick, la familia de la futura Federica de Grecia, en nuevos emperadores. Por eso Hitler los elevó al rango de Príncipes de Hannover.


En la segunda foto, una postal regalada a mucha gente en Alemania en el año 1935 por el Partido Nazi, se ve a la familia de los Duques de Brunswick, una de las grandes familias aristocráticas del país (el abuelo era el Kaiser Guillermo II) reunida, bien avenida y haciéndo todos juntitos el saludo nacionalsocialista. Con ello, Hitler intentaba mostrar a sus electores que tenía el respaldo de la vieja aristocracia alemana, al igual que haría más tarde Franco en España con la elección de Juan Carlos de Borbon (también militante de su Movimiento Nacional y camarada ideológico del general genocida).


De toda esta historia podemos extraer, como poco, dos enseñanzas: primera, la importancia que dá la derecha a la estirpe, a la herencia, a la justificación de la desigualdad (que es, al fin y al cabo, el sentido de los reyes). Por eso, inseguros de su legitimidad, buscan siempre perpetuarse en una dinastía histórica, de las de toda la vida, para justificar sus crímenes en nombre de esa ideología clasista en la que es imprescindible, e incluso bueno para ellos, que unos cuantos parásitos vivan a costa de los que trabajan.



abuelos.reina.sofia
Los Brunswick en un aquelarre nazi.

En segundo lugar, que los monarcas y los fascistas, al igual que, en realidad, todos aquellos que comparten la ideología de la ley del más fuerte en sus diferentes versiones (la del más rico, la del más votado, la del más poderoso militarmente, la del más macho, la del más español, ruso, blanco, judío o ario..), son excrecencias de la misma visión del mundo antiigualitaria, anticomunista y, por lo tanto, inhumana.






En definitiva, los que defienden la ideología de la desigualdad (por muy maquillada que la tengan como "estado de derecho" o el aparente "todos son iguales ante la ley", no son más que un tipo de seres (el adjetivo "humanos" no se lo merecen) cuyo único principio moral consiste en mantener sus privilegios y acrecentar sus fortunas por encima de cualquier obstáculo, por encima de todo crimen, por encima de todo sufrimiento, hambre, esclavitud o miseria que puedan provocar para lograrlo en el resto de la humanidad. Para ello, se inventan dioses, principios morales e incluso aparentes leyes económicas mil veces fracasadas, que justifican su supuesto derecho natural o histórico a sus privilegios, y que les exusan y absuelven ante los ojos de los medios de propaganda, iglesias, parlamentos u organos judiciales (todos ellos instituciones organizados para velar por la perpetuidad del sistema).



La desconfianza hacia los ideales igualitarios, aquellos de que todos los seres humanos son hermanos, iguales y libres, la tan temida triada de la Igualdad, Fraternidad y Libertad, con la que los revolucionarios jacobinos iniciaron el camino hacia un mundo mejor, está en la base de todos ellos. Y de esa asunción y justificación de la desigualdad, de la inevitabilidad de la existencia de clases superiores, de la concepción como natural del mérito a disfrutar de más derechos por pertenecer a determinada familia, raza, religión, sexo o, simplemente, por haberse apropiado de más tierras o acumulado más capital, de ese huevo de la serpiente (como titularía Irgman Berman su famosa película sobre el nazismo), no puede surgir, pues comparten los mismos perniciosos genes, más que el terror fascista o la tiranía capitalista.



En conclusión, solamente combatiendo a ambos como enemigos, fascismo y capitalismo, las dos cabezas del monstruo de la barbarie, la humanidad podrá llegar a construir en el futuro un mundo sin amos ni esclavos, sin ricos ni pobres, sin fuertes ni débiles, y sin explotadores ni explotados; es decir un mundo digno de aquellos animales que un día, hace millones de años, se convirtieron en seres humanos gracias al trabajo, como demostró Engels, nuestra principal diferencia con los animales, empezando entonces un proceso evolutivo que todavia continua en el que, mediante el extraordinario desarrollo racional,  poco a poco les va transformando en seres capaces de construir un mundo a la medida de su razón, en el que los recursos se repartan entre todos sin necesidad de matarse o someterse los unos a los otros, y en el que no exista necesidad alguna de líderes ni de dioses para justificar la injusticia.


 






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