Pablo Iglesias, Belén Esteban y el fuego amigo
Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros...!", solía repetir, con sorna pero muy en serio, un exministro de UCD durante la Transición. El mismo que, tras participar en todo tipo de conspiraciones y sufrirlas en sus propias carnes, elaboró una clasificación para graduar, de menos a más, la maldad de los 'contrarios': "En política -refllexionaba- hay rivales, adversarios, enemigos y, los peores de todos..., compañeros de partido".
Podemos, la plataforma que lidera Pablo Iglesias, ha desencadenado un tsunami en el mapa político español. La lista de sus aliados resulta evidente. En ella figuran, entre otros:
- El hartazgo de los ciudadanos tras una dura y prolongada crisis, de la que no fueron culpables pero cuya factura han pagado con creces.
- La pérdida de credibilidad de los grandes partidos, achicharrados por años de nefasta gestión, múltiples corruptelas y falta de transparencia.
- Un discurso populista construido con suma habilidad, que conecta con la desesperación de amplias capas sociales y explota los dos factores anteriores.
Todo ello ha contribuido a la espectacular irrupción de Podemos, que no habría sido posible -al menos, con esa virulencia- sin un apoyo estratégico determinante: las cadenas de televisión más escoradas a la izquierda.
Los programas más combativos de esas cadenas, con una línea editorial cercana al PSOE, han recurrido durante meses a artillería de todo tipo, incluida la de más grueso calibre, que han disparado sin compasión contra el Gobierno del PP, la "dictadura de los mercados" y la cara más agresiva del neoliberalismo. A ellos han responsabilizado, sin matices, del desplome de la economía y sus arrasadores efectos colaterales.
Algarabías de alto voltaje que algunos aún denominan pomposamente "tertulias" se han volcado con entusiasmo en esa tarea, en un intento por agudizar el desgaste de Rajoy y tender la alfombra hacia La Moncloa a los propios. Hasta que uno de los invitados, Pablo Iglesias, padre del discurso más radical y rompedor, convertido ya en la gran estrella mediática de la progresía, amplió el radio de acción de sus dardos dialécticos y, sin dejar de lanzarlos contra el PP, empezó a apuntar también en otra dirección.
Por ejemplo, los recortes sociales de Zapatero. O las 'puertas giratorias' por las que exdirigentes socialistas -Pedro Solbes, Elena Salgado, desde hace años Felipe González...- salen del Ejecutivo para ocupar mullidos sillones y cobrar millonarios salarios en los consejos de grandes empresas. O las prebendas en forma de generosos sueldos, dietas o viajes gratis que los asfixiados ciudadanos pagan con sus impuestos a "la casta", un término despectivo para referirse al PP, pero también al PSOE, Izquierda Unida, UPyD o los partidos nacionalistas en el poder.
Ese mensaje, aquí y ahora, ha calado. Más de 1,2 millones de votos en las elecciones europeas logró Podemos, el gran beneficiado de este montaje. Votos procedentes no del PP, el gran objetivo que estaba en la diana de ese torrente dialéctico; sino sobre todo de las filas socialistas y de IU.
Resultado: un monumental boquete en ambas formaciones -el del PSOE, más espectacular-, las mismas a las que, en teoría, querían apoyar esas cadenas de televisión con argumentos incendiarios para desalojar a Mariano Rajoy del poder. Una oposición destrozada. La izquierda, más dividida que nunca. Y el PP, con heridas de la batalla, pero de momento sin nadie que le dispute el liderazgo. En definitiva, el tiro por la culata.
Quienes le reían las gracietas a Pablo Iglesias le tachan de "demagogo" ahora que les ha arrebatado los votos
Así son los devastadores efectos del fuego amigo. Alguien quiere hacerte un favor, pone en ello todo su empeño y lo único que genera es una avería de monumentales dimensiones. Con un detalle adicional: los dueños de esas dos cadenas -La Sexta y Cuatro-, que han amplificado hasta el éxtasis los mensajes de Pablo Iglesias y le han aupado al estrellato, no son peligrosos comunistas, ni ciudadanos antisistema con coleta y que visten en Alcampo. Son empresarios de la derecha pura y dura: el grupo Planeta, editor de 'La Razón', y Silvio Berlusconi, el exprimer ministro italiano del "bunga, bunga" que aglutina en su persona buena parte de las miserias de la política.
Hacen televisión de izquierdas no porque ellos lo sean, sino porque intuyen -seguramente, con razón- que la mayoría sociológica del país respira en esa dirección y -el motivo fundamental- porque les resulta rentable, muy rentable. Y utilizan a Pablo Iglesias porque les aporta audiencia -'share' queda más fino- y, con ella, dinero. Igual que Belén Esteban. Y actuarán con el líder de Podemos como con la denominada 'princesa del pueblo': focos estelares mientras resulte rentable, mientras su figura aporte espectadores y publicidad; y olvido (o candela) cuando la nueva estrella mediática se haya quemado entre tanta luz.
Mientras tanto, los que le reían las gracietas a Pablo Iglesias, quienes asentían con entusiasmo a sus incendiarias frases de laboratorio contra los mercados y el PP, le tachan de "demagogo", entre otras lindezas reservadas hasta ahora a los propagandistas de la derecha. ¿Qué ha cambiado? Que el "chico de la coleta" se ha convertido en su competencia y les ha arrebatado parte de la clientela (electoral).
José Bono, expresidente del Congreso y exministro de Defensa, dibujaba bien ese nuevo estado de ánimo en las filas socialistas con una descalificación al líder de Podemos propia de Esperanza Aguirre: "Pablo Iglesias alienta el odio social con un discurso que da miedo". Eso sí: luego le pidió que trabajara con el PSOE... para echar a Rajoy. De momento el único al que ha echado -o ha contribuido a ello- es a Rubalcaba. Es lo que tiene el fuego amigo.
MANUEL ARROYO
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION