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domingo, 3 de agosto de 2014

¿LA POLÍTICA ES COSA DE GUAPOS? La política española se ha llenado de guaperas: Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Toni Cantó, Alberto Garzón.

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La política española se ha llenado de guaperas: Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Toni Cantó, Alberto Garzón. ¿Sería posible que hoy triunfara un político como Manuel Azaña, feo, calvo, miope y con sobrepeso? Creo que no. El culto a la imagen no es nuevo en la política de este desdichado país. Adolfo Suárez y Felipe González ya sembraron pasiones en los años de la Transición, revelando que la política en muchas ocasiones se reduce a una cuestión de instintos primordiales y no de ideas. No siento especial simpatía por ninguno de los dos, pero al menos no eran tan rematadamente idiotas como Toni Cantó y Pedro Sánchez. Por esta vez, seré benévolo con Pablo Iglesias, pues su percha no es tan deslumbrante como la del nuevo secretario general del PSOE, que ha despertado el furor uterino de Esperanza Aguirre, lideresa a veces humana, demasiado humana. Si afeitaran a Pablo Iglesias y le cortaran la coleta, tal vez parecería una gallina desplumada, pero no está en mi mano realizar ese experimento.



 Lo digo porque el chico está demasiado flaco y no le vendría mal pasar por el gimnasio, tal vez acompañado por Arnold Schwarzenegger, que a base de músculos y una sonrisa promocional de dentífrico ultra-blanqueador logró convertirse en gobernador de California. Sus conversaciones quedarían para la historia. Pablo Iglesias hablando de la casta y Schwarzenegger de las excelencias de la inyección letal o, por utilizar la expresión del inefable Gustavo Bueno, “la eutanasia procesal”. Gustavo Bueno no podría ser político, pues ya es un hombre mayor y no muy atractivo, pero sus estupideces nos recuerdan el peligro de la filosofía, cuando no está atemperada por el sentido común. Desgraciadamente, España siempre ha sido prolífica en energúmenos con verborrea filosófica y en plagiarios con sillón de académico, como mi querido Pérez-Reverte, que reduce todos los problemas a una “cuestión de huevos”.



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No quiero desviarme del tema. Estaba hablando de los guaperas de la política española contemporánea. Toni Cantó, diputado de UPyD, ya nos ha enseñado el trasero en el cine y hemos descubierto que piensa con el culo, lo cual explica muchas de sus inestimables declaraciones sobre las mujeres, los derechos de los animales y la inmersión lingüística. No me gusta citar sin nombre y apellidos, pero en 2009 un tal “jjrosty” deslizó un comentario en el diario digital Público, que merece rescatarse: “Pues este Toni Cantó (el que da el cante), tiene 139.279 seguidores. En este país hemos llegado a un nivel de estupidez máximo”.


 Pues el perspicaz “jjrosty” se equivocaba. Ahora –agosto de 2014- disfruta de 155.000 seguidores, lo cual revela que la estupidez de los españoles no tiene fondo. ¿Podría ser de otra manera en un país que eligió en dos ocasiones a José María Aznar como Presidente del Gobierno? Ni Zapatero ni Rajoy serán recordados como la versión hispánica de Marco Aurelio, el emperador filósofo, pero ninguno ha logrado subir como un cohete hasta el cenit de la idiotez absoluta, con solo dos palabras: “Cero patatero”. Solo el cerebro de un joseantoniano reciclado por el neoliberalismo podía ser tan majadero.




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No quiero dejar de mencionar a Alberto Garzón. Es guapo, pero blando y soso. Tal vez le vendría bien tomar un café con Pérez-Reverte, que le enseñaría a ser un verdadero macho, sin miedo a eructar en público, esculpir por el colmillo o rascarse los genitales en plena Gran Vía. Pérez-Reverte no es Clint Eastwood en su etapa macarra, pero le sobran narices para afirmar que “todos los españoles son unos hijos de puta”. La literatura ya no es una cuestión de talento, sino de chulería, plagios y exabruptos. Ahora toca hablar de Pedro Sánchez y no sé qué decir, salvo que no es tan guapo si le miras de cerca. El acné juvenil le ha dejado una huella imborrable, que evoca a los malos del cine negro. Con un sombrero, podría ser un gánster aceptable en una película de Johnny Depp, pues me temo que no sería creíble compartiendo reparto con Humphrey Bogart, Edward G. Robinson o James Cagney.



 De todas formas, creo que Esperanza Aguirre no sueña con deleitarse con su rostro levemente ensombrecido por un sombrero estilo Chicago años 30. En realidad, la condesa -aficionada a pisar el acelerador cuando la policía se pone tonta- fantasea con algo más sencillo. Se conformaría con ver a Pedro Sánchez en calzoncillos. De marca, por supuesto. Por ejemplo, Hugo Boss, que sientan tan bien a los hombres minuciosamente depilados y con mirada felina. La marca España debería olvidarse del lince ibérico y explotar un nuevo icono: Pedro Sánchez en calzoncillos. Aznar era Aznar, pero ni su torso esculpido con dos mil abdominales diarios podría competir con Pedro Sánchez, con su sobredosis de testosterona.




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 Si Esperanza Aguirre pudiera decidir, “Míster PSOE 2014” sería “Míster Mundo 2015”. La mujer que conquistó a España con unos calcetines blancos y una lengua castiza y desinhibida posee un criterio infalible y no se equivoca cuando prodiga adjetivos. A Alberto Ruiz-Gallardón le llamó “hijoputa”, con ese desparpajo quevedesco que suscita la admiración de sus palafreneros (incluido el feísimo Jiménez Losantos), y a Pedro Sánchez le ha colgado el cartel de “guapo”, con el fervor adolescente de una lectora incansable de Harry Potter y Superpop. ¿Puede competir Pablo Iglesias -1’78- con el guapo Pedro Sánchez -1’90? Su desventaja de doce centímetros se reflejará en las urnas, pues España ya es un país moderno y estas cosas no pasan por alto (nunca mejor dicho).



 De momento, Pablo Iglesias ha invitado a Esperanza Aguirre a La Tuerka. Podremos disfrutar de “la madre de todas las batallas”: la Juana de Arco Liberal contra el Perro Flauta Chavista. No pierdo la esperanza de que Vargas Llosa ejerza de moderador, con su ecuanimidad habitual. De joven, el escritor peruano también era guapo, pero malogró su capital erótico, retrasando demasiado su fallido asalto a la Presidencia del Perú.




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Por cierto, he reparado en el título de esta nota y desprende cierto machismo. ¿Qué sucede con las guapas? ¿Acaso no son una fuerza pujante en la política española? Pues claro que sí. Ahí está María Dolores Cospedal, Miss Feria Albacete, que se añadió el “de” por delirios de grandeza. ¿Guapa? Sí. ¿Maligna? Sin duda, tanto como la madrastra de Blancanieves. Sinceramente, prefiero a los feos y las feas. A veces se cuela algún feo malvado -como Aznar-, pero en general suelen ser más auténticos y están mejor dotados, pues han luchado contra el mundo desde pequeños, cuando sus compañeros de colegio se burlaban de su escaso atractivo. 


Yo considero que la política no debe ser cosa de guapos y guapas, pero creo que nado contra corriente. Si la política es cosa de guapos, España seguirá el mismo rumbo que otras democracias, donde se ganan las elecciones cantando karaoke, cambiando pañales ante las cámaras, contando chistes de sacristía o presumiendo de forma física, con largos planos de footing dominical por un parque público o una playa. ¿No hay ningún feo que quiera salvarnos de ese lúgubre destino?









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