¿SE QUIERE SUICIDAR
IZQUIERDA UNIDA?,
A partir de la valoración de los resultados
de las elecciones del 25M y especialmente a raíz de la vigorosa irrupción de
Podemos en la escena política española, el debate sobre la naturaleza de los
cambios socioelectorales protagoniza la reflexión con la que los diferentes
partidos vienen preparando sus estrategias para un curso político centrado en
las elecciones locales y autonómicas de la primavera del 2015.
La paradoja en el caso de Izquierda Unida
es que siendo una opción que ha multiplicado por tres su representación en el
Parlamento europeo, circunstancia más favorable que la de muchas formaciones de
la izquierda transformadora de otros Estados de la Unión, aparece en sus
propios análisis y en declaraciones de algunos de sus dirigentes como parte de
los proyectos políticos cuestionados por el
electorado.
El pujante surgimiento de Podemos se
transforma, en las conclusiones a las que parecen llegar algunos análisis de
IU, en una negación de si misma que no solo fragiliza su propia imagen ante la
opinión pública, y desanima a la organización, sino que expresa el discurso de
quienes son incapaces de reconocer la pluralidad de la izquierda sin sufrir la
tentación “homogeneizadora”.
Esta actitud ha resultado ser muy
influyente tanto en los debates de los órganos de dirección de IU como en las
decisiones tomadas en su consecuencia y ha facilitado la sedimentación de un
estado de opinión que comienza a verse reflejado ya en algunas encuestas, por
el que se abona la tesis de IU como proyecto fallido. Idea sostenida hace ya
tiempo desde varias trincheras y que ha sobrevolado las distintas etapas y
altibajos sufridos por esta organización política.
Pero IU está ahí por voluntad de sus
militantes, de sus electores y porque representa una necesidad. Nuestro país necesita
a la izquierda real que pretende avanzar democráticamente hacia una sociedad
igualitaria y de personas libres, desmontando un sistema, el capitalista, que
ha demostrado con creces ser letal para la humanidad. Como se ha señalado, esto
significa la “creación constante y permanente de una conciencia crítica, al
tiempo que se defiende lo más elemental de la vida cotidiana frente a los
recortes y a las políticas del capital, ligando lo concreto con lo estratégico,
lo económico y social con el cambio político de fondo”. En definitiva, la
necesidad de una izquierda democrática, plural y útil, que no claudique en el
objetivo de la transformación social.
Sin embargo, como se decía más arriba, los
bandazos y una improvisación retóricamente disfrazada de certeza que vienen
caracterizando el discurso de IU desde la misma noche electoral del 25M parecen
poner en duda esa necesidad política. La desorientación y el juego en corto se
nos aparecen como los mimbres con los que se viene imponiendo un “nuevo
discurso”.
En este sentido, las disfunciones de la
orientación de IU ante la situación política actual se han puesto de manifiesto
en varios órdenes.
En primer lugar, en la caracterización de
la crisis. Es cierto que se ha producido un grave quebranto institucional como
consecuencia de la existencia de un complejo tejido de redes delictivas
vinculadas a la actividad del Estado. La crisis política es evidente en
relación con los problemas de su organización territorial. La política
entendida como la actuación de los partidos ha sufrido una merma de
credibilidad de profundo alcance. Existe, sin duda, una crisis moral.
Pero, en este momento, y dejando aparte el
peligro de colapso ecológico planetario, la de mayor impacto es,
fundamentalmente, la crisis económica y social derivada de la particular “vía”
de inserción del capitalismo español en la fase de financiarización del
capitalismo global. Sus efectos son el aumento de la explotación del trabajo
asalariado y el dramático crecimiento de las circunstancias de pobreza y
pobreza extrema que golpean sin piedad a las clases subalternas.
La priorización por IU de las cuestiones
relacionadas con el cambio institucional y no afianzar una firme estrategia que
ponga en primer plano una política económica alternativa, el conflicto social, combatir
el desmantelamiento de los servicios públicos, la caída salarial, el paro, y la
pobreza, induce a una gran confusión en la parte de la ciudadanía que confió en
IU en las pasadas elecciones generales y europeas y, en general, crea
desorientación en las clases trabajadoras.
Por otro lado, IU no haría una buena
lectura de los resultados de las europeas si sostuviera, como parecen querer
decir algunos dirigentes, que ha habido una falta de pulso en la renovación de
su mensaje electoral, que debería haberse inclinado hacia un discurso
“atrapalatodo”, para la atracción del descontento social, sobre la base del
ataque a la “casta” política.
Está demostrado que existe en España un espacio
y unos anclajes electorales que le son propios a IU y que tienen que ver no
sólo con un perfil sociológico o de clase, sino también con un grado de
concienciación ideológica y política que arranca de experiencias y trayectorias
personales y vitales que lo diferencian de otros sectores de votantes.
Para el electorado de IU esta opción es la
que mejor representa la lucha por los derechos y la interpretación de la crisis,
y su decisión de voto consiguiente no resulta únicamente de valorar factores
relativos a la competencia y honestidad de los políticos, la corrupción, o la
ira frente a la pérdida de posición social o económica, sino que también influyen
con gran peso valores de progreso y transformación social desde una perspectiva
de crítica radical, entendida esta como que la que atiende a la raíz de los
problemas.
IU, por lo tanto, se debe también a esa
parte de la ciudadanía que ha venido apoyando una alternativa de izquierdas.
Entre otras razones, además, por honestidad política.
En último término, las decisiones orgánicas
tomadas por IU han estado poco acertadas. Por un lado, en los cambios en la
dirección política, pero también en la política de comunicación y en los
procedimientos para la articulación de la llamada “convergencia”.
Es cierto que IU tiene “mochila”, aciertos
y errores, una historia, y problemas estructurales de articulación. IU ha vivido
momentos muy difíciles, con una organización débil en muchos territorios, y con
situaciones en las que solo el valor de una militancia en general muy sólida y
consciente ha hecho posible superar las dificultades. Afirmar que en IU no
existen resistencias a los cambios y situaciones personales que bloquean una
mayor calidad democrática no respondería a la realidad.
Pero, a la hora de abordar estos problemas,
no parece de recibo que se difumine la opinión de la afiliación o se suplante
ésta por procedimientos que priman el marketing político. Como tampoco el
debate en las asambleas de base puede ser sustituido por la “agitación” desde
medios y redes sociales.
La utilización patrimonial de los recursos
de comunicación por parte de nuevos dirigentes y su permanente presencia en los
medios responde a un erróneo concepto de recambio generacional que, aunque
necesario, no es suficiente si no viene acompañado de otras condiciones y
cualidades indispensables de preparación política y experiencia vital y
profesional.
No es bueno el planteamiento de “democracia
participativa sin participación” que parece impulsarse por algunos jóvenes y no
tan jóvenes deslumbrados por su condición de personalidades mediáticas. El
desarrollo de una política de convergencia y alianza electoral, o el método
para organizar las candidaturas electorales en la perspectiva de las elecciones
locales y autonómicas del 2015, es tarea y decisión de toda IU.
La celebración de una “conferencia”
orientada preferentemente al encumbramiento de nuevos liderazgos o a la
reiteración de formulaciones retóricas de unidad, no puede sustituir al debate
consciente de un proyecto concreto que la dirección debe someter a toda la
organización. Lo que no excluye sino que reafirma al tiempo la oportunidad de una reflexión más amplia con todas las organizaciones,
movimientos sociales, sindicales, y otros grupos con los que se comparta visión
del momento y las tareas, y en general con la ciudadanía de izquierdas.
La garantía de cualquier Convergencia es el
acuerdo interno democráticamente adoptado y no el convencimiento o la
motivación de una parte de IU, porque ello resultaría ineficaz en el objetivo
de construir una nueva situación política desde la izquierda.
Un debate real confirmaría el apoyo de la
mayoría de la organización a la vigencia del Proyecto de IU. De lo contrario,
se estarán dando pasos, quizás no reversibles, hacia la irrelevancia social e
institucional en nuestro país de la genuina izquierda transformadora. Italia no
está tan lejos.
Julián Sánchez-Vizcaíno.
Miembro del Consejo Político Federal de Izquierda Unida
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION