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miércoles, 4 de febrero de 2015

El capitalismo nórdico de "rostro humano"

El capitalismo nórdico de "rostro humano"

Esta historia demuestra que todo aquello que nos contaban sobre las idílicas sociedades noruega y sueca (fundamentalmente), si existieron tal como nos decían, estaban basadas en la explotación del mundo subdesarrollado, era, pues, humo no en sentido material, pero sí en el humano. Ahora manifiestan su verdadero rostro a causa de la crisis que el sistema generó y que se los va a llevar a todos por delante.

Han transcurrido ya algunos meses desde que sucedió el traumático episodio del que fue víctima este malagueño de 38 años, pero ha preferido aguardar a regresar a España antes de hablar de ello, dada la ausencia de garantías que, a su juicio, brinda el sistema legal sueco a cierto tipo de inmigrantes. Gómez emigró a Umeå en 2013 para trabajar en una pizzería propiedad de un iraní vinculado a su familia. Se trata de un local pequeño situado en los aledaños de la estación de tren, bien conocido por los jóvenes, y de aspecto funcional e inmaculado. Ni toma drogas, ni menos todavía las comercializa.

De hecho, el malagueño es uno de esos honrados inmigrantes de manual que dejó atrás a su familia y se echó la vida a las espaldas para huir de la precariedad y el desempleo. Nada en el establecimiento donde trabajó durante algo más de un año sugiere que allí se desarrolle alguna actividad ilícita, a no ser que la condición de trabajador español sea un indicio consistente de alguna forma de delito. 

A la postre, el sueño de Javier Gómez devino en pesadilla. 

“Entraron con perros mientras yo desayunaba en la cocina y me llevaron por la fuerza a comisaría a hacerme un test de narcóticos. Ni siquiera fumo tabaco así que les dije que no había problema”, explica el malagueño. “A la casa accedieron con una copia de las llaves y sin orden judicial. Imagino que se las debió facilitar el propietario. ¿Por qué nos eligieron a nosotros? No tengo la menor idea, aunque me lo puedo imaginar”.

Se da la circunstancia de que el local en el que el malagueño trabajaba empleaba en aquel momento de forma irregular a al menos a otro inmigrante extranjero, pero en el colmo de la negligencia, los policías suecos no se apercibieron de ello. El propio Javier Gómez terminó siendo víctima de un fraude y pasó buena parte de su estancia en Umeå, durmiendo en un cuchitril de la pizzería, sobre un sofá de poco más de un metro y medio, sin baño y en unas condiciones infrahumanas. Durante los últimos meses de su estancia en esta ciudad de provincias próxima al Círculo Polar, llegó a trabajar doce horas al día, siete días a la semana. A menudo, sin cobrar su salario. La policía, sin embargo, no reparó en ello. De hecho, ni siquiera dedicó un minuto a averiguar las condiciones en las que desarrollan su trabajo los empleados extranjeros.

“He terminado regresando a Málaga porque aquello no era para mí. Aquí la gente es de otra forma y a menudo, te quemas. Por pequeños detalles, por pequeñas cuestiones”, asegura Gómez. “Algunas semanas antes de volver, tuve un problema en la cola de un Burger King. Estaba esperando mi turno y me incliné por encima del hombro del tipo alto que tenía frente a mí para conseguir ver el menú. Inmediatamente, se volvió en plan violento y empezó a acusarme a gritos de intentar ver el número de su tarjeta de crédito. ¿Qué te parece?”

Público

Inmigrantes africanos en España








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