Esto lo va a entender cualquier votante
del PP y va a ser muy breve. Imagina por un momento que en diciembre de
2008 debías al banco 43.000 euros, e ingresabas al año 31.000 con unos
gastos previstos para ese año de 35.000 euros, y en diciembre de 2014,
habiendo recortado gastos y viviendo bastante peor que en 2008 debes al
banco 103.000 euros e ingresas 28.000 con unos gastos previstos de
42.000. ¿Dirías que te va bien? Ahora multiplica estas cifras por diez
millones, y ahí tienes lo bien que le va a la economía del Estado.
El Estado español de 2008 a 2014 se ha
endeudado a razón de 100.000 millones de euros anuales netos, pasando en
6 años de los 430.000 millones de euros de deuda pública a los 1,030
billones de euros de 2014, y eso incluso metiendo un tijeretazo brutal,
entre otras partidas, al gasto social y de personal, que es lo único por
lo que tendría algún sentido endeudarse. Pero no es ese el objetivo:
nos endeudamos cada día más y más para pagar la deuda vencida y los
intereses de la nueva y la vieja deuda. Así, en 2014 se ha tenido que
emitir deuda por un valor superior a los 240.000 millones de euros,
además de para lo ya comentado, también para cubrir un abultadísimo
déficit del Estado causado por la falta de ingresos a pesar de las
constantes subidas de impuestos a las rentas del trabajo y al consumo
(no así al capital que sigue en su paraíso fiscal nacional en una
economía real ya agonizante).
Todo lo demás que te puedan contar en
positivo, querido votante, que es mucho y puede ser voluntariamente
inextricable, son cuentos chinos o relatos infantiles. En cualquier caso
estamos hablando de las cuentas del Estado, no de las del país. A nivel
de nación las cosas son todavía peores: no hay un crecimiento que te
pueda beneficiar, no se crea empleo en el sentido de lo que hemos
considerado durante generaciones que era un empleo (de esos que
permitían hacer proyectos de vida), y la deuda privada, a pesar del
obsceno rescate que se ha acometido con dinero público, no ha mejorado, o
al menos no en el apartado no financiero de esa deuda privada: pues,
aunque sí ha descendido, no ha descendido demasiado ni por una mejora de
la economía sino justamente por lo contrario, por su ralentización,
siendo los años pico de la crisis (estafa) los que mayores porcentajes
de descenso acumularon.
Con todo, hoy las familias tienen una deuda del
77% del PIB, y las empresas no financieras del 100%. Y se dice en alguna
prensa, porque no hay datos oficiales a los que un servidor tenga
acceso, que el sector financiero acumula otro 100% de deuda. Contando
con que este último dato sea correcto, la deuda total de España estaría
muy cercana al 400% del PIB. ¿España va bien y Grecia iba mal? Pues que
no se le ocurra ganar aquí a un partido no adscrito al neoliberalismo
que no pretenda abandonar el euro, porque lo que le han hecho a Grecia,
en comparación, se iba a quedar en una broma.
Y aquí estamos, sin que el BCE (español)
pueda comprar deuda pública, sin poder devaluar la moneda, sin poder
subir impuestos al capital ni al gran patrimonio, sin poder decidir un
impago o una reestructuración, perdiendo a pasos agigantados el relativo
‘estado del bienestar’ y los derechos logrados en los últimos 50 años, y
todo ello acompañado por la misma receta de austeridad que nos ha
llevado hasta aquí, y tras el desmantelamiento en los 80 y principios de
los 90 de los sectores primario y secundario que exigió esa Europa de
ensueño que nos quería como un país de servicios que hoy ya no le sirve
para nada, excepto para colocar las tumbonas al sol y poner cervezas
baratas.
Y seguimos, como si nos hubieran hipnotizado, temiendo salir de
esa cárcel. Será que nos va la marcha.
Al margen de todo esto, hay que decir
que tampoco la soberanía sería ninguna panacea si el que fuera a
gestionarla tuviera algo que ver con los que nos han llevado a esta
situación tras 40 años de traiciones. Para ese viaje no hacen falta
alforjas pues los mamporreros del poder no entienden de fronteras. Pero
qué diferente sería todo dándose ambas condiciones: soberanía política,
económica y monetaria, y un gobierno con voluntad de servicio y
principios sociales.
Seguiremos soñando mientras podamos.
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