El fenómeno podemos tuvo
una efervescencia trepidante. Le ha ocurrido lo que a las marcas de
detergentes, de lavadora o para limpiar la vajilla. Necesitan sobredosis
de publicidad para vender. Si no se hace campaña desaparecen del
imaginario del consumidor.
Después de lograr la hazaña de
obtener cinco escaños en el parlamento europeo, las apariciones de Pablo
Iglesias y de otros líderes de la emergente formación en las tertulias
de televisión constituyeron una especie de Sálvame de Luxe de la
política. Los discursos fueron incendiarios y el postureo fue dejando en
evidencia que el programa de Podemos era lo más parecido al contrato de
Groucho Marx. Siempre estaba dispuesto a sacar otro.
De pedir la nacionalización de la prensa
para que fuera independiente han pasado a hacer silencio sobre la forma
de Estado y a competir con aseveraciones moderadas con el espacio de
centro. Le ha ocurrido como a los detergentes: en la media de que ya no causan sensación sus hipérboles y que las elecciones catalanas han desinflado el suflé del hit parade de las encuestas, han desaparecido de las tertulias.
La frescura, el descaro y la prepotencia de Pablo Iglesias han saturado
las pantallas de televisión. Sus hombros caídos y sus camisas de
cuadros ya producen cansancio. Los reyes del Rock evolucionan su look y
con las novedades permanecen en el escenario.
Si las encuestas fueron tozudas en el ascenso de la valoración de Podemos, ahora también en su rápido declive. Ya no ocupan el número uno ni el dos ni el tres. Ciudadanos
les ha dado el sorpasso y las más optimistas les sitúan en el catorce
por ciento. No está mal, pero ya no es la eclosión de quienes parecía
que se iban a comer el Congreso.
La cacareada unidad de la izquierda no funcionó en Cataluña y sí en donde Podemos estaba del todo escondido. Manuela Carmena y Ada Colau tienen perfil propio, y cuando comparecían con Iglesias, este solo era telonero.
La insolencia es un arma de doble filo. Si los espectadores perciben que en realidad es prepotencia, cambian de canal. En todo el proceso de negociación con Izquierda Unida, a Pablo Iglesias se le ha ido la mano. Ahora Alberto Garzón produce menos rechazo y más adhesión personal que el líder de Podemos.
Fata poco más de dos meses para las
generales. Y sin campaña de publicidad en las tertulias, con el desgaste
de Pablo Iglesias como novedad, al líder de Podemos le puede
pasar como a Chiquito de la Calzada o al Padre Apeles. Los espectadores
casi no se acuerdan de ellos por sobredosis.
PD: Pablo Iglesias acude poco al
Parlamento Europeo. En el último pleno de Estrasburgo ni siquiera estaba
en el momento en que el presidente le concedió la palabra que había
solicitado el líder de Podemos para hablar en el pleno. Pero cobra
religiosamente cada mes. Algo parecido a un miembro de la casta.
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