A nuestro votante medio puede que le resulte tedioso y algo absurdo dirimir quién tiene razón, si Podemos con sus ocho razones para votar en contra o el PSOE con sus ocho sinrazones.
Aunque los protagonistas piensen lo contrario y crean que esas cuarenta y ocho horas serán el centro de nuestras vidas, el votante medio seguirá con interés relativo una investidura camino de convertirse en otra extenuante sesión de “y tú más”.
Antón Losada | El Diario | 28/02/2016
Seguramente
lo primero que debe estar considerando el votante medio, ese elector
imaginario que representaría la media del espacio donde se sitúan la
mayoría del ciudadanos, es que a Pedro Sánchez tiene que dolerle mucho
la cabeza con tanta gente a su alrededor diciéndole qué debe hacer y
tanto fuego a discreción amigo y enemigo antes siquiera de haber subido a
la tribuna a defender su investidura.
Lo segundo
no le extrañará. El secretario general socialista le ha parecido un
blanco fácil a demasiada gente desde el primer día. Lo primero resulta
algo más novedoso. Seguro que hace un par de meses no tenía tantos
amigos o consejeros.
El mítico
votante medio, que presta una atención puntual al día a día de la
política porque tiene una vida propia que gobernar, acabará de escuchar
que más de la mitad de los socialistas han votado el acuerdo con
Ciudadanos y ocho de cada diez lo han apoyado. Puede que le desconcierte
que para muchos el problema ahora sea que lo han respaldado sin
entusiasmo, o que los mismos barones que reclamaban no negociar con
Podemos en nombre de la unidad de España ahora reprochen al pacto con
Ciudadanos la supresión de la Diputaciones, esas fenomenales agencias de
colocación.
Seguramente
tanto escepticismo le resulte tan intrigante como la innecesaria
solemnidad de la firma del pacto con Ciudadanos. Una cosa es que el
votante medio sepa que votar con el Partido Popular supone un problema
para Podemos, otra muy distinta es que le parezca bien que se les
obligue a pasar por el aro. También le chocará el empeño del propio
Sánchez por salir a “bailar pegados” con Albert Rivera cuando cualquiera
sabe que el líder naranja actúa como un oportunista puro. No caben ni
el amor, ni la lealtad. Él te utiliza y tú le utilizas. Punto. Pero así
son las coaliciones. Las une el interés, no la pasión.
A nuestro
votante medio puede que le resulte tedioso y algo absurdo dirimir quién
tiene razón, si Podemos con sus ocho razones para votar en contra o el
PSOE con sus ocho sinrazones. Parece probable que dedique poco tiempo a
dos argumentarios que representan un auténtico monumento a la tontería;
sólo dejan claro que los vetos de unos y otros tienen un origen
exclusivamente electoral y no se sostienen sobre la endeblez de sus
respectivos programas.
Probablemente
al votante medio también le dará que pensar que sea Íñigo Errejón quién
haya asumido el peso público de negar al candidato socialista cuando
hasta ahora, siempre que había algo que decir sobre las negociaciones,
lo decía Pablo Iglesias. Parece la prueba de hasta qué punto en Podemos
saben que votar con los Populares supone y supondrá un coste difícil de
calcular.
Respecto al
PP cuesta trabajo imaginar qué estará pensando el votante medio cuando,
entre registro y registro de la Guardia Civil, le llegan noticias sobre
la euforia que desata en sus filas el previsible fracaso de Sánchez y
las grandes posibilidades concedidas a Rajoy tras el 5 de marzo. Tiene
ese aire extraño de la alegría de los condenados a muerte cuando
encargan su última cena.
Aunque los
protagonistas piensen lo contrario y crean que esas cuarenta y ocho
horas serán el centro de nuestras vidas, el votante medio seguirá con
interés relativo una investidura camino de convertirse en otra
extenuante sesión de “y tú más”. A no ser que alguien se salte el guión y
cruce las líneas para ofrecer un acuerdo cuyo rechazo resulte muy
difícil de explicar. Un movimiento que el candidato podría ejecutar sin
grandes riesgos a la vista de la fragilidad de los argumentos contrarios
expuestos por sus posibles socios por la izquierda.
A la gente
le interesa la política cuando sirve para algo, suceden cosas relevantes
y resuelve alguno de sus problemas. Solo quién lo hace pierde su tiempo
con el ruido.
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