Parece recochineo, pero es pedagogía: cada pocos meses hacen alguna
gracieta franquista para recordarnos que su apología no es delito.
Siento discrepar con quienes comparan lo de Guadamur con los titiriteros del “Alka-Eta”. No, el Circo del Sol franquista que
montaron en el castillo no justificaría que detuviesen a la alcaldesa y
la mandasen a prisión sin fianza. Hacer algo así por unos pocos
segundos de exaltación franquista sería un disparate jurídico.
Digo más: si en vez de unos
pocos segundos, hubiesen proyectado cuatro horas de Nodo ininterrumpido,
seguiría siendo un disparate jurídico actuar contra ellos. Si además
hubiesen terminado la fiesta cantando el Cara al Sol brazo en alto, y
luego hubiesen recorrido en caravana el pueblo, la provincia o el país
gritando vivas a Franco y ondeando banderas con el aguilucho, seguiría siendo un disparate jurídico cualquier sanción. Ni una multita, vaya.
Que hablamos del franquismo,
oye. Si fuera algo que remotamente hablase de ETA, la alcaldesa estaría
a esta hora entre rejas. Pero con el franquismo hay barra libre. Parece
mentira que a estas alturas tengan que recordárnoslo: el enaltecimiento
del franquismo no es delito. Repito: el enaltecimiento del franquismo
no es delito. Una vez más, repitan conmigo, en voz alta: el
enaltecimiento del franquismo no es delito. No existe tal cosa en
nuestro Código Penal, porque el PP se ha opuesto sistemáticamente.
Como se ve que se nos
olvida, se toman la molestia de recordárnoslo con frecuencia. Lo de
Guadamur parece un error, y han pedido disculpas, pero qué va: es la
típica gracieta franquista que nos sueltan a cada poco, para que no se
nos olvide que no existe tal delito. Puede parecer recochineo, pero no;
es pedagogía. Cuando no son unas jornadas visigodas, es un mercadillo infantil con
exaltación fascista, un alcalde que suelta una burrada, un académico
que redacta un diccionario biográfico, o un portavoz político que se ríe
de las víctimas. Ya digo: cada pocos meses, para que no se nos olvide.
A la misma pedagogía
responden los recordatorios permanentes que sigue habiendo en nuestras
calles, esos nombres que cuesta tanto rascar que hasta el nuevo
Ayuntamiento de Madrid se pisa los cordones cuando decide eliminarlos. Y
placas, monumentos, yugos y flechas que siguen coronando edificios
públicos, y que están ahí ya solo para eso: para recordarnos que el
enaltecimiento del franquismo no es delito, así no perdemos tiempo en
poner denuncias ni nos indignamos para nada.
En Madrid, por ejemplo, la
Comunidad mantiene el Valle de los Caídos dentro de una llamada “Ruta
Imperial”. Qué mejor forma de recordarnos que enaltecer el franquismo no
está penado: vas por la carretera y te encuentras unos graciosos
carteles que te proponen completar la visita al Escorial haciéndote unas
fotos en el mausoleo del dictador. “Mira, cariño, unos carteles que
enaltecen el franquismo”. “Que no, que no es delito, acuérdate”.
“Ruta Imperial” lo llaman,
de verdad. Fue idea del gobierno regional de Gallardón, aquel hombre que
decíamos que era el ala izquierda del PP. En los folletos originales se
explicaba que es un “monumento funerario levantado como recuerdo de
todos aquellos que murieron durante la Guerra Civil”, y que “se tardó 18
años en hacer la obra”. Que se hizo sola, suponemos. Todavía hoy la web de la Comunidad sigue sin contar quién lo levantó ni para qué.
Eso que dicen que somos un
país con poca memoria supongo que se refiere a eso: a que se nos olvida
una y otra vez que enaltecer el franquismo no es delito. Y una y otra
vez nos lo tienen que recordar.
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