Si una mujer tiene la menstruación unas 450 veces de media en su vida,
se estima que ello le habrá costado 21.600 euros (teniendo en
consideración compresas, calmantes para el dolor y ropa interior nueva).
Se grava al cuerpo de la mujer simplemente por funcionar y después ese
dinero se entrega a aquellos que quieren limitar lo que podemos hacer
con ellos
Solo las mujeres sangran, cantaba Alice Cooper. Y solo
las mujeres pagan impuestos por los productos que utilizan por ello. Los
tampones están gravados en Reino Unido como un objeto de lujo no
esencial y tributan al 5%. También las compresas. Otros productos siguen
exentos de este impuesto —como el azúcar comestible, las flores y las
gelatinas alcohólicas— pero los tampones son nuestro pequeño regalo,
¿no? Nos mimamos a lo tonto con tales lujos.
De hecho, últimamente se han difundido terribles informaciones de chicas que no van a la escuela porque no se pueden permitir compresas.
Es sorprendente que en 2017 haya pobreza menstrual, pero la hay. Hace
poco vi cómo distribuían productos en un albergue para indigentes y los
tampones eran lo primero por lo que preguntaban las mujeres.
Este es un gasto sobre el que las mujeres no tienen otra
opción. Si una mujer tiene la menstruación unas 450 veces de media en
su vida, se estima que ello le habrá costado 21.600 euros (teniendo en
consideración compresas, calmantes para el dolor y ropa interior nueva).
La razón por la que volvemos a hablar del impuesto a los tampones es que aunque los tories prometieron acabar con el 5% de IVA, no lo han hecho. En su lugar, el entonces ministro de Economía, George Osborne, afirmó que 17,5 millones recaudados por el impuesto se destinarían a organizaciones benéficas para mujeres.
Había algo extraño en todo esto. Vosotras, mujeres, pagáis por vuestras
menstruaciones y ahora pagáis también para cubrir los costes de
albergues para víctimas de violencia machista y centros para víctimas de
violación porque sencillamente son “cosas de mujeres”. ¿Acaso no
debería ir una parte de todos los impuestos a estas organizaciones?
¿Dónde va el IVA de las cuchillas de afeitar masculinas?
¿A cosas de
hombres?
Aun así, poner pegas a la financiación de
servicios esenciales para mujeres en el actual clima no te puede llevar
muy lejos. Los servicios han quedado tan dañados que cuando el Gobierno anunció la semana pasada que 70 organizaciones se repartirían 14 millones de euros del “impuesto al tampón”, llegó a afirmar que estaba ayudando a las mujeres y niñas más necesitadas en todo el país.
Entonces apareció otra lista donde se incluía a la organización Vida,
que recibirá 300.000 euros.
Vida es una organización antiabortista y
provida que dirige una red de centros de asesoramiento no regulados. Se
describe a sí misma como una entidad que da “alternativas positivas al
aborto”.
Agentes infiltrados en la organización recibieron folletos que
defendían que si una mujer tenía un aborto inducido químicamente
tendría que deshacerse ella del “cadáver”. A algunas mujeres les dijeron
que el aborto implica un mayor riesgo de cáncer de mama. A otras les
enseñaron ropa de bebé y les dijeron que estaban en edad de tener un
hijo.
En su página web, Vida describía el aborto tras una violación como una “pena de muerte” para el feto.
Solo después de que Ann Furedi, directora del Servicio de Asesoramiento
para el Embarazo, cuestionase el uso del lenguaje por parte de la
directora de educación de Vida, Anne Scanlan, durante un programa de
radio de la BBC, dicha referencia al aborto fue eliminada de su página
web. La organización envía a sus activistas a los colegios. Esto no es
un servicio de asesoramiento que busca ampliar las opciones
reproductivas. Su objetivo es limitarlas.
¿Quién ha
tomado la decisión de financiar a estos fundamentalistas? Se grava al
cuerpo de la mujer simplemente por funcionar y posteriormente ese dinero
se entrega a aquellos que quieren limitar lo que podemos hacer con
ellos. Nos es demasiado familiar que el cuerpo femenino sea legislado
por gente que no tiene que sufrir las consecuencias; los hombres.
Los derechos reproductivos están siempre bajo amenaza: ya lo vimos en enero cuando una sala de hombres blancos en EEUU renunció por escrito a los derechos de las mujeres en los países en desarrollo.
Vemos como se refieren a las mujeres simplemente como “anfitrionas”
para el no nacido.
La eliminación de la autonomía biológica femenina es
siempre parte de una tendencia hacia la derecha. Hay que luchar
continuamente por ella.
Los abortos, como la
menstruación, no son algo de lo que avergonzarse, sino una realidad en
las vidas de muchas mujeres. Si vamos a tener un impuesto sobre los
tampones, el dinero recolectado debe ir al menos a aquellos que ven a
las mujeres como seres adultos autónomos que toman sus propias
decisiones.
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