Un periodista con hambre no es un periodista libre: su principal preocupación es llenar el buche. Y un periodista que no es libre, ni es periodista ni es nada. Le cuento todo esto porque las cosas están muy difíciles: según Cáritas, un 70% de los españoles no ha notado la recuperación económica de la que habla el Gobierno.
Y los periodistas somos españoles. Estamos en las últimas. Si se toma usted la molestia de ver alguna tertulia televisiva, esos programas low cost que quieren hacer pasar por debates pero que son simples shows de relleno, podrá disfrutar de las más exóticas mezclas de informadores.
Periodistas honrados con criterio junto a auténticos delincuentes. Codo con codo, en la misma mesa, dejando las babas en los mismos micrófonos, alimentando cada día las mismas broncas. ¿Por qué los verdaderos periodistas se sientan junto a vulgares propagandistas? ¿Qué puede llevar a un informador serio y riguroso a soportar las sandeces de Inda, Marhuenda, Pérez Henares o María Claver?
¿Cómo es posible que día tras día periodistas con prestigio escuchen las mismas memeces, soporten las mismas humillaciones, y alimenten con su presencia la misma telebasura política? ¿Se puede discutir con Marhuenda en La Sexta sin recordarle, a modo de obligada introducción, que inventó noticias para hundir a Cristina Cifuentes y que pagaba 4.500 euros al mes a Ignacio Gonzalez por dos columnas?
La respuesta a todas estas preguntas es la misma: el periodista pasa hambre. Es decir, tiene como principal tarea sobrevivir. O si prefiere verlo de otra manera: quien manda en esto de la información es la televisión, y nos tienen cogidos por las pelotas. Como a algunos políticos.
¿Quieres estar en la pomada, quieres que se hable de tí, de tu medio de comunicación, de esa exclusiva que acabas de publicar? Pues ya sabes que, te guste o no, tienes que salir en la tele. Pásate mañana por el plató. Sí, estarán Inda, Marhuenda, Pérez Henares y María Claver. ¿Algún problema? Perfecto.
Y sí, será en una cadena financiada por los obispos, o en otra cadena cínica que presume de progresista pero pertenece a un grupo mediático conservador. ¿Y?
Periodismo, lo llaman. Pero solo es una distorsión torticera del mismo. No puede haber periodismo, de ninguna manera, en una tertulia con delincuentes informativos. Y todos lo saben, y todos tragan.
Y el público se corrompe: a la repugnancia que le causa la podredumbre política diaria se suman los debates televisivos, el esperpento y la manipulación. Todo es espectáculo. Todo es negocio. Todos tenemos que comer. ¿Con quién tengo que discutir esta noche?
Con Antonio Miguel Carmona y Alfonso Rojo. Bien. ¿Habrá catering en los camerinos? Sí, claro, y os echareis una risas: ¡Hoy también viene Revilla!
¿Quieres comer caliente todos los días? ¿Te gustaría que la gente supiese que tu simpático medio de comunicación independiente existe?
Pues entonces pásate por nuestras tertulias, siéntate junto a estos sinvergüenzas y que no se te ocurra decir la verdad sobre la mafia de la tele privada. Coge, coge canapes, que fuera hace mucha hambre.
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