
Estimada, o no, Soraya:
Te he soportado durante
todos estos años y empleo el verbo soportar con el ánimo de que este
texto no sea excesivamente grosero. Créeme, podría haber utilizado otro
tipo de expresiones. Eso sí, me voy a dar el gustazo de escribir estas
palabras.
Vete. Lárgate. Esfúmate.
Multiplícate por cero. Desaparece de nuestras vidas.
Y métete esa
chulería, el tonito, el sarcasmo, la crueldad, la condescendencia y esa
infinita capacidad para la prepotencia castiza por donde te plazca.
Esa voz. Esas frecuencias
elevadas, esa tesitura estridente que acaba las frases con un gallo
alimentado por la rabia, como el cantante que pone demasiado ímpetu en
su actuación y destroza la canción en el peor momento.
Qué daño ha hecho
esa voz a las aspiraciones de la paz social y la convivencia.
El odio. Un odio
visceral, empeñado en hablar a los tuyos, a tu parroquia… un odio cruel
que se ceba con los débiles, insensible ante quien sufre, ante los
presos políticos, ante los heridos del 1 de octubre, ante todo aquel que
no forma parte de tu micromundo de amiguetes, simpatizantes, palmeros y
conocidos varios.
Los de la pulserita española, el jersey por encima de
los hombros y el pelotazo urbanístico.
Vete. Tú y los tuyos.
Regresad al lugar del que nunca debisteis salir. La gestión de lo
público no tiene absolutamente nada que ver ni con la judicialización de
la política, ni con la humillación del disidente, ni con la negación de
la voz a las multitudes, ni con el miedo, ni con la violencia.
Es otra
cosa.
En fin, Soraya, estás en liquidación. Y lo sabes.
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