El
esfuerzo, institucional y personal, que debemos hacer para combatir la
desigualdad de las mujeres, implica una corrección amplia de situaciones
que la hacen una realidad diaria, en todos los ámbitos de nuestra
sociedad y en todas nuestras relaciones de convivencia.
Prácticas como
la de una sociedad heteropatriarcal, esclavitud sexual, y laboral, la
violencia de género, lapidación, trata de blancas,
ablación del clítoris, acoso..son algunas de las que explican un
sometimiento que, muchas veces, acaba en tragedia (para ellas).
Me quiero centrar, en esa otra práctica perversa que, perpetuando la brecha laboral, hace que el dominio del varón y la discriminación de la mujer, se entienda como algo natural, exponiendo falsos argumentos como el que son el “sexo débil”.
También es cierto que existe una corriente de pensamiento progresista (nada que ver con la ultraderecha) quienes sostienen que, en Europa la desigualdad no existe, y que las llamadas brechas obedecen a que, voluntariamente muchas mujeres, optan por las jornadas reducidas y los trabajos más sencillos (peor pagados).
También, esas voces que no comparto, dicen que, en las separaciones se quedan con los hijos, la casa, el coche y es el exmarido, el que se tiene que buscar la vida.
Es evidente que, es un error analizar la situación desde ese ángulo.
Más bien la desigualdad, producida por la dinámica laboral, viene de una discriminación degradante (directa e indirecta) que, por ejemplo, en un convenio se paga más a los colectivos masculinos que a los femeninos (reponedores, frente a cajeras, cristaleros, frente a limpiadoras; camareros de sala, frente a camareras de pisos...).
Datos oficiales dicen que, en 2015 los hombres
asalariados, ganaron un 23% más que las mujeres (en el mismo puesto y
calidad de trabajo. El mercado de trabajo reserva muchos puestos y
actividades mejor remuneradas, para los hombres.
Además, en el manejo de máquinas, peligrosidades, nocturnidades...muchos reciben un plus de dinero extra. Estos pequeños ejemplos de discriminación, sacan a la luz una realidad oculta.
Las empresas no desean ejercer la transparencia, y es por lo que se deben poner en valor las inspecciones laborales que comprueben muchos datos de la producción como horarios, condiciones, medios de protección, precio de horas, horas extras (extraoficiales..)así como el trato vejatorio.
Otro de los aspectos que empobrecen la presencia femenina en muchos puestos de responsabilidad, se debe a que la formación, en todos los sectores, es más asequible para los hombres que para las mujeres.
También:“la maternidad incide en la vida laboral femenina, ya que esos cuidados maternos (con sus bajas correspondientes), van en detrimento de sus condiciones laborales”. (Claudia Goldín.
El Pais. Brecha salarial).
Para analizar las condiciones de trabajo de muchos contratos es preciso conocer lo que pasa en la empresa y, ya que los empresarios son reacios a ser transparentes, debe ser la Administración, quien por decreto, realice las auditorias.
En 2015, Las Naciones Unidas, acordaron “lograr la igualdad de géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”.
Para ello, se debe perseguir la trata de blancas, la ablación del clíttoris, la esclavitud sexual, la violencia de género, las explotadas laboralmente. En todo el mundo las mujeres cobran 77 centavos del dólar que gana el hombre.
Si aflorarían en nuestro país los 85.000mill , en B, que producen la mujeres, la economía mejoraría, con ello, si las mujeres pudieran participar, de igual a igual, y en las mismas condiciones laborales que los hombres, el PIB mundial aumentaría un 26%. Para finalizar, todos esos déficits, empobrecen la pensión de su jubilación
Angel Huito
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