Aún no había acabado el recuento de votos y ya desde la noche del 28 de
abril destacados analistas oficiosos del Ibex aconsejaban a Pedro
Sánchez que burlara el veredicto de la soberanía popular.
Por supuesto,
vetando a las fuerzas con las que ha gobernado desde que barriera la
basura del PP de la Moncloa.
Como si se tratara de una consigna, ayer
mismo lunes no había prácticamente un solo grupo editorial que no
aconsejara asimismo la conveniencia de un acuerdo, tácito o expreso, del
PSOE con Ciudadanos.
Desde medios vinculados a la Casa Real, como el
Grupo Godó, al Santander o BBVA, como el Grupo Prisa, se venía a sugerir
que la Moncloa no debería respetar la voluntad electoral de la inmensa
mayoría de los españoles favorables a la continuidad de un gobierno
progresista.
O sea, hablando en plata, hay que atar de manos y pies al
presidente de Gobierno.
Una vez más, desde las elecciones de diciembre de 2015, se intenta que
una amplia mayoría parlamentaria progresista no pueda hoy gobernar.
Ocurrió en invierno de 2015, volvió a ocurrir en la primavera de 2016 y
vuelve a ocurrir. Con uno u otro pretexto, quienes han sido derrotados
por las urnas– sus dos partidos, liderados por Casado y Rivera, han sido
barridos por los electores– tratan de darle la vuelta al resultado
impidiendo que Pedro Sánchez pueda gobernar hoy con las restantes
fuerzas parlamentarias progresistas. Todavía no es oficial el resultado
de las elecciones generales y ya desde todos los medios de comunicación
que controlan se atreven a dictar a Pedro Sánchez qué tipo de gobierno
debe ahora formar. Desde algunos staffs mediáticos, cooptados por los
grandes bancos, se pretende dirigir a quien como el presidente del
Gobierno sí ha sido elegido por el pueblo español.
El manual del gobierno a gusto del consumidor del Ibex es variado. Desde
los que aconsejan el contubernio con una de las tres derechas, Albert
Rivera, a los que insisten en que el PSOE gobierne en solitario, a los
florentinos que se avienen incluso a alguna posible incorporación
ministerial decorativa de Podemos sin atenerse a programa alguno. La
línea argumental es tan idéntica como la clara finalidad de romper la
mayoría electoral. El pretexto oficial aducido, los 122 escaños del
PSOE, olvida intencionadamente que una mayoría aritmética nunca es una
mayoría política. Sin un gobierno de coalición o un sólido pacto de
legislatura, basado en unos concretos objetivos políticos, una mayoría
cuantitativa nunca pueda dar el salto a una mayoría cualitativa. Nadie
mejor lo sabe que estos letratenientes del Ibex que se atienen al guión
de los intereses creados.
Justo porque Pedro Sánchez no va a encontrar un aliado más fiel e
inteligente que Iglesias, como se demostró a lo largo de los últimos
nueve meses, los escribas sentados apuntan ya contra Podemos. Pese a la
extraordinaria sensatez de los morados o precisamente por ello se
dispara contra Pablo Iglesias. Como ya no pueden acusarles de radicales,
ahora ponen el acento en que el PSOE se basta por sí solo para gobernar
sin necesidad política alguna de un amplio apoyo parlamentario basado
en los 164 escaños. Nada más falso. Quienes han sido ampliamente
derrotados por las urnas del 28 de abril, la oligarquía a la que sirven
estos analistas, necesitan separar al PSOE del resto de las fuerzas
progresistas como primer paso para mañana enfrentarlas. Ya señalaba bien
Carlos Marx en el 18 de Brumario que sin un coro, el solo progresista
se convierte en un canto del cisne.
Ese es el riesgo grave que corre Pedro Sánchez si cae en la mala
tentación de separarse de Pablo Iglesias Sin una sólida mayoría, con un
inequívoco programa social, las fuerzas democráticas no podrán hacer
frente a la seria amenaza de Vox. Ni Casado, ni Rivera, son ningún
problema para Sánchez; sí lo puede ser, por el contrario, el
nacionalpopulismo si prende en los sectores populares golpeados por la
crisis como han prendido ayer en Francia e Italia. Solo el PSOE y
Podemos pueden dar esta batalla social si logran imponer la política
social que la derrotada derecha elitista, Ciudadanos, busca siempre
obstaculizar. Que hoy mismo el nacionalpopulismo no haya alcanzado sus
elevadas expectativas no devalúa la gravedad de su irrupción en el
escenario español. Ya se lo advertían la misma noche del 28 de abril
desde Ferraz los socialistas que celebraban el triunfo de Sánchez: Con
Rivera, no.
El tipo de gobierno que necesita Pedro Sánchez es, por supuesto,
discutible. No lo es, sin embargo, la necesidad de un programa de
gobierno progresista concretado, tanto en sus fechas como en sus
objetivos, que pueda ser elaborado junto con Podemos y las restantes
fuerzas progresistas. No se trata de ir contra el Ibex, ni mucho menos,
sino que el Ibex no forme el gobierno Sánchez como contribuyeron a
formarlo, sobre todo en el área económica, bajo los gobiernos de
González, Aznar, Zapatero y Rajoy. El chantaje político que ya le
plantea el Santander, BBVA, Prisa y Godó– pax mediática a cambio de un
gobierno progresista– es tan solo el primer pulso que le echan los que
no pasan por las urnas ni aceptan nunca su veredicto. Quien sufrió el
acoso y derribo del viejo PSOE, apoyado por todos los medios de
comunicación, sabe muy bien lo que se juega.
Fernando López Agudín, en Público


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