El relato oficial dice que entre la
muerte de Franco en 1975 y el fallido golpe de Estado de Tejero (23 de
febrero de 1981), España sería una Arcadia idílica (de apellido
Transición), en la que los líderes de la oposición al régimen de Franco y
los reformistas del interior pactaron una agenda para preparar al
Estado español para su anhelada entrada en Europa así como garantizar la
democracia y el progreso generalizado, todo ello bajo la supervisión
del rey Juan Carlos I como valedor de la balbuciente democracia.
Sin embargo, al cabo de 4 décadas,la
crisis económica, la desafección política de la sociedad española
motivada por los sangrantes casos de corrupción de la élite
político-económica y el creciente descrédito de la institución
Monárquica han hecho revisar tales esquemas,incluida la tesis de la
supuesta reconciliación nacional propagada por la “mass media” de la
época de la Transición, todavía pendiente de su finiquito legal.
Así, el grupo de trabajo de la ONU sobre
desapariciones forzadas ha concluido en su informe preliminar que “el
Estado español debería asumir la tarea de esclarecer las más de 114.000
desapariciones forzadas que se produjeron en España durante la guerra
civil y la dictadura franquista” y ha lamentado que no haya “ninguna
investigación judicial efectiva en curso ni ninguna persona condenada”,
lo que atribuyen a “una combinación de diversos factores, como la
interpretación de la Ley de Amnistía de 1977”, (conocida como Ley de la
Reconciliación en la terminología transicionista).
La deriva totalitaria del Estado Español
La deriva totalitaria del Estado Español
arranca con la implementación de la doctrina de la alternancia en el
Poder del bipartidismo PP-PSOE como defensa y garante del citado
establishment dominante, fruto del acuerdo tácito entre los partidos
políticos tras el simulacro de golpe de mano de Tejero (23-F del 1981) y
alcanzó su mayoría de edad con la llegada al poder del PSOE y el
nombramiento como Presidente del Gobierno de Felipe González (1982), con
quien asistimos al finiquito de la idílica Transición y al inicio de la
deriva totalitaria del sistema mediante la implementación del llamado
“terrorismo de Estado” o “guerra sucia” contra ETA y su entorno, del que
serían paradigma los Grupos Armados de Liberación (GAL).
Ya en 1989, el Comité de Encuesta sobre
las violaciones de los Derechos Humanos en Europa (CEDRI), elaboró un
duro manifiesto en el que denunciaba la deriva totalitaria y el
“terrorismo de Estado” implementado por el Gobierno de Felipe González
con las siguientes palabras: “el GAL con su cadena de crímenes, su
impunidad y sus evidentes raíces en las más altas instancias del Estado,
descubren los cimientos enfermos
Un hito fundamental en la espiral
involucionista del régimen del 78 sería la implantación por el Gobierno
socialista de Felipe González de la Ley Antiterrorista de 1985, definida
por José Manuel Bandrés en su artículo “La Ley antiterrorista: un
estado de excepción encubierto”, publicado en el diario “El País”, como
“la aplicación de facto del estado de excepción encubierto”.
Dicha Ley Anti-terrorista (todavía
vigente a pesar de la ausencia de actividad por parte de ETA), sería un
anacronismo propio de la dictadura franquista, un limbo jurídico que
habría convertido los sótanos de cuartelillos y comisarías en escenarios
distópicos de naturaleza real (no ficticia) y en Guantánamos virtuales
refractarios al control de jueces, fiscales y abogados y que
facilitarían la labor de los Cuerpos de Seguridad del Estado para
obtener evidencias delictivas mediante prácticas inadecuadas (léase
tortura), prácticas confirmadas por las declaraciones de Luis Roldán,
Director General de la Guardia Civil con Felipe González.
La deriva regresiva tendría su
continuación con la Ley Orgánica 7/2000 del Gobierno Aznar que incluyó
como novedad la aparición del llamado “delito de exaltación del
terrorismo” y prosiguió su escalada con la firma por Aznar y Zapatero
del llamado “Pacto por la Justicia y las Libertades” de 2003 que
instauraba de facto “la cadena perpetua estratosférica” al elevar la
pena máxima de cárcel hasta cuarenta años, superando la “crueldad del
régimen de Franco “ que contemplaba los 30 años de cárcel como pena
máxima.
En el paroxismo de la involución, hemos
asistido a la reciente modificación del Código Penal para constriñir
hasta su nimiedad los derechos de expresión (Ley Mordaza) y a la firma
entre Rajoy y Sánchez del llamado “pacto antiyihadista” que bajo la
falacia de combatir el terrorismo yihadista “convierte en delitos
terroristas infracciones menores o conductas lícitas y supone un ataque a
la línea de flotación del sistema constitucional” en palabras de Manuel
Cancio Meliá.
Reforma vs. Ruptura
El puzzle inconexo del caos ordenado
puede esbozarse mediante la llamada “Teoría de las Catástrofes” del
científico francés René Thom y se basaría en dos conceptos antinómicos
para intentar “comprender el orden jerárquico de la complejidad
biológica”.
Así, el concepto de estabilidad o
equilibrio se refiere a un sistema que permanece estable aunque registre
un cambio, principio que trasladado a la esfera política se traduciría
en la Reforma del Régimen del 78 sin alterar sus principios esenciales
(Monárquico, jacobino y neoliberal), tesis que defenderían los partidos
del establishment dominante del Estado español (PP, PSOE y Ciudadanos).
En la orilla antónima, encontramos el
concepto de cambio cualitativo o discontinuidad que se produce cuando
simples cambios cuantitativos pasan a ser otra cosa diferente y el
sistema se transforma internamente de modo radical en una nueva realidad
que modifica su situación de equilibro interno y se crea una situación
nueva (Nuevo Régimen), tesis defendida tan sólo por VOX y los grupos
independentistas periféricos y que es asociada por el aparato mediático
del sistema dominante (mass media) con el advenimiento del caos.
Por caos (Khaos o “vacío que ocupa un
hueco en la nada”) entendemos algo impredecible y que se escapa a la
miope visión que únicamente pueden esbozar nuestros ojos ante hechos que
se escapan de los parámetros conocidos pues nuestra mente es capaz de
secuenciar únicamente fragmentos de la secuencia total del inmenso
genoma del caos.
La vigencia del Gatopardismo en España
El biólogo Lyan Watson en su obra
“Lifetide” publicada en 1979 afirma que “ si un número suficientemente
grande de personas (Masa Crítica) adquieren un nuevo conocimiento o
forma de ver las cosas, esto se propagará por toda la humanidad”, para
lo que es necesario que un determinado número de personas (Masa
Crítica), alcance una conciencia más elevada , momento en que el
individuo es capaz ya de realizar un salto evolutivo y lograr un cambio
de mentalidad , tesis conocida como “Teoría del Centésimo Mono”.
Sin embargo, el actual sistema dominante
o establishment de las sociedades occidentales utilizaría la dictadura
invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular los
ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico,
miedoso y conformista que pasará a engrosar ineludiblemente las filas de
una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las
técnicas de manipulación de masas.
Así, el sociólogo y filósofo alemán
Herbert Marcuse, en su libro “El hombre Unidimensional (1.964), explica
que “la función básica de los medios es desarrollar pseudo-necesidades
de bienes y servicios fabricados por las corporaciones gigantes, atando a
los individuos al carro del consumo y la pasividad política”.
La estrategia electoral de los partidos
del establishment dominante, se basará en el mantra de la recuperación
económica edulcorada con sibilinas promesas de aumento del techo de
gasto autonómico, subidas salariales a funcionarios y jubilados así como
reducciones fiscales al estar la sociedad española integrada por
individuos unidimensionales que no dudarán en primar el “panem et
circenses” frente al vértigo que suscita la utopía”.
Así, tras las próximas elecciones
Generales, es previsible la formación de un Gobierno de Coalición
PSOE-Ciudadanos que contará con las bendiciones del establishment
europeo y que escenificará la metamorfosis del Régimen del 78 mediante
una reforma edulcorada de la actual Constitución vigente para
implementar un Estado monárquico, jacobino y eurocéntrico, siguiendo la
máxima del gatopardismo
(“Cambiar todo para que nada cambie”).
(“Cambiar todo para que nada cambie”).
Por Germán Gorraiz López Analista
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