'Un pueblo traicionado', el último libro del historiador británico,
explica cómo una élite política y financiera corrupta ha lastrado España
desde el caciquismo de finales del XIX hasta el juicio contra Rodrigo
Rato por el desfalco de Bankia
¿Por qué España siempre parece estar en el mismo mediocre lugar? ¿Por qué es un país condenado a cometer los mismos errores una y otra vez? Paul Preston cree haber encontrado la respuesta a la maldición española: la corrupción endémica
de unas élites políticas, empresariales y financieras que han bloqueado
en los últimos 140 años cualquier intento de reformar y modernizar el
país para homologarlo con los demás estados europeos.
El último libro de Preston, Un pueblo traicionado
(Debate), imprescindible para todo aquel que pretenda acercarse a la
historia española contemporánea desde un punto de vista novedoso, indaga
en las claves y en los tumores internos enquistados de una sociedad a
la que cíclicamente, con un gobierno y con otro, con un régimen y con
otro radicalmente diferente, siempre le afloran las mismas enfermedades
políticas y los mismos trastornos sociales.
No hay más que echar un vistazo a la actualidad de los periódicos
para comprobar que la corrupción ha terminado por arruinar un proyecto,
el de la restauración monárquica constitucional, que tras cuarenta años
parece definitivamente agotado.
Repetición de elecciones, una tras otra, con la consiguiente parálisis del país; jubilados
que se ven forzados a echarse a la carretera y recorrer 700 kilómetros
para que su Gobierno les suba la pensión de miseria (por cierto, ni
siquiera los han recibido en el Congreso de los Diputados); paraísos naturales como el Mar Menor aniquilados y esquilmados en su biodiversidad por la especulación de unos pocos buitres capitalistas.
Grandes estafas bancarias que quedan sin castigo (por no hablar del escándalo de las hipotecas que ha puesto en entredicho la credibilidad de la Justicia española); partidos franquistas
a los que se consiente entrar en el juego político; y el peor de todos
los problemas que perdura durante más de un siglo y que todavía hoy
ningún partido político ha sabido resolver: el sempiterno conflicto territorial de las nacionalidades históricas.
Lo lógico en cualquier país moderno sería tratar de resolver
todos estos desafíos, acometer profundas reformas estructurales que
hiciesen avanzar el país hacia un futuro mejor.
Pero nada de eso puede
hacerse finalmente porque los de siempre, los grandes poderes fácticos
−entre ellos las élites corruptas que bloquean cualquier aspiración de
la ciudadanía por mejorar su democracia y su forma de vida−, terminan
interponiéndose fatalmente.
Preston ha profundizado en esa especie de
casta corrupta que a lo largo de siglos ha lastrado a nuestro país.
Desde el caciquismo del siglo XIX (fomentado por el sistema bipartidista liberal-conservador durante la Restauración borbónica) hasta las trapacerías del superministro Rodrigo Rato, padre del supuesto milagro económico español que nunca fue tal, o los chanchullos del duque de Palma, Iñaki Urdangarin, hay un hilo conductor fuerte y enraizado que nunca se rompe.
Solo un ejemplo clarificador: a la guerra de Cuba
solo iban los hijos de las familias humildes que no disponían de
recursos económicos para pagar las 1.500 pesetas que permitían al mozo
librarse de una muerte segura bajo las balas de los independentistas
cubanos y sus amigos los yanquis. ¿Acaso no era eso el culmen de un
sistema corrupto que sentenciaba a los más débiles y privilegiaba a los
más fuertes?
Según la sinopsis del libro que saldrá próximamente a la venta, Paul
Preston nos ofrece la historia del siglo XX en España con el tema
subyacente del desajuste entre una población deseosa de progresar y unas
élites que no cesan de bloquear sus intentos.
Un pueblo traicionado es, en definitiva, una crónica
sobrecogedora de la devastadora deslealtad hacia los españoles por parte
de su clase política, impasible ante la cruda realidad social del país.
Y ahí es donde Preston nos da la clave de lo que nos pasa desde
tiempos inmemoriales.
A lo largo de nuestra dramática y convulsa
historia nuestros mandatarios y responsables políticos en contadas
ocasiones han estado a la altura.
Siempre nos han gobernado reyes
ineptos y codiciosos, militares incompetentes y analfabetos enriquecidos
con la miseria del pueblo, validos aprovechados e intrigantes,
camarillas que medran en palacios y cancillerías, empresarios y
banqueros sin escrúpulos que nunca tuvieron en cuenta el interés
general, el bien común, sino la riqueza de sus propios bolsillos.
Ese y
no otro es el “gran mal español”, la psoriasis
histórica que se nos ha pegado a la piel como un cáncer incurable y que
no conseguimos quitarnos de encima.
Toda la vida fue igual y por lo
visto poco hemos cambiado. Nos toca soportar una existencia de miseria
mientras los patriotas de salón, esos de la banderita en el reloj, nos
roban el dinero y el futuro con total impunidad.
O como dice Preston:
esos que traicionan a todo un pueblo, el español, que no se merece los
gobernantes infames que lo han aplastado y hundido durante siglos.
https://diario16.com/paul-preston-indaga-en-la-corrupcion-espanola-ese-mal-endemico-que-ha-


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