El interés por la actriz del destape Sandra Mozarowski y su misterioso final, precipitada desde la terraza de su casa, se ha desatado con tremenda fuerza. Una noticia anterior en Rambla Libre
sobre la malograda joven, muerta a los 18 años tras 22 días en coma, ha
recibido en los últimos días un número inusitado de visitas.
Ha llegado la hora de, en aras de la memoria y dignidad de Sandra, de establecer que su muerte no se debió a ningún “accidente fortuito”,
no fue en ningún caso un suicidio y, por descarte, sólo queda que fuera
un alevoso asesinato para el que el principal sospechoso es Juan Carlos de Borbón.
El 15 de septiembre de 1977 –tres meses después de la celebración de las primeras elecciones generales- el diario El País publicó una escueta nota en la que daba cuenta de que “la actriz de cine Sandra Mozarowski murió
ayer sobre las siete de la mañana en la residencia sanitaria Francisco
Franco a consecuencia de las graves lesiones cerebrales sufridas al caer
desde la terraza de su domicilio.
Ha permanecido dos semanas en estado
de coma.
Frente a los rumores aparecidos en la prensa, que convertían el
accidente en un intento de suicidio, la familia de la actriz informó
que había sido un accidente fortuito”.
Cuando hay mentira, se dan diferentes versiones.
En el caso Sandra Mozarowski
hubo, manifiestamente, mentira. Hubo también misterio: nunca se reveló
el resultado de la autopsia.
En cuanto a las versiones oscilaron entre
el accidente y el suicidio, sin base alguna para ninguna de las dos
opciones. Tatiana, la hermana de Sandra, siempre dudó de que su hermana se hubiese suicidado y siempre creyó que había sido asesinada.
Sandra Mozarowski, icono del cine del destape.
Vemos, pues, que la teoría del accidente se endilga a la familia sin fundamento. El Doctor Llauradó, jefe del equipo que la atendió, cuando su actividad cerebral era nula, hizo declaraciones a la revista Lecturas: “sólo
sabemos lo que nos han dicho los familiares o lo que hemos leído en
algún sitio. El accidente se produjo mientras regaba las plantas, al
sufrir un fuerte mareo”.
Si
hubieran sido los familiares quienes le hubieran transmitido que había
sido un accidente no tendría ninguna duda, o no habría esa disyuntiva.
En realidad, fue lanzada como cortina de humo por la prensa lacaya, que
en el año 1977 era servil hasta la militancia.
Lo de las plantas
regándose junto al mareo trata de salvar una evidencia: la barandilla de
la azotea es muy elevada, nadie puede caerse, salvo que se encarame,
con mucha dificultad y gran agilidad, a fin de lanzarse al vacío.
Cualquier otra cosa queda fuera de lugar por la ley de la gravedad.
La teoría del accidente se cae por su propio peso: lo dicho de la
elevada barandilla y que no había ni una sola flor, por lo que Sandra
nunca las pudo estar regando. ¿Por qué se propaló una mentira tan
grosera? Hay testimonios gráficos de la azotea en tiempos inmediatamente
anteriores a la muerte y no hay ni una sola flor ni se la espera.
Inma de Santis salió al quite con una teoría que
justificaba el desvanecimiento, pero no la caída: ingesta de pastillas
en su obsesión por adelgazar, que le afectaban al tiroides. Pero, en
realidad, Sandra Mozarowski estaba entrada en carnes por la causa lógica de que estaba embarazada de cinco meses.
José María Iñigo entrevista a Sandra Mozarowsky 1976
No,
no hubo accidente. No pudo haberlo. Fue metafísicamente imposible. En
la madrugada del 23 al 24 de agosto de 1977, cuando el bello cuerpo de
Sandra se precipitó al vacío, muchos indicios sugieren que Sandra no tenía pensamientos suicidas.
El actor Pepe Sancho, que se hizo muy amigo de ella a raíz de que Sandra participara en un capítulo de la serie Curro Jiménez, declaró a Diez Minutos: “Me rebelo contra quienes piensan –o intentar hacer pensar o suponer- que ella intentó quitarse la vida”.
Ella, en su última entrevista para la revista Semana confesó al periodista Luis Milla que quería descansar una temporada y para ello tenía pensado marcharse a Londres, donde seguiría un curso de arte dramático: “Quiero centrarme un poco, orientar mi porvenir, quiero llegar a ser una actriz y no tener únicamente que exhibir mi cuerpo”.
Llena de planes de futuro
Es decir, tenía planes de futuro: se consideraba encasillada en los
papeles morbosos de aquella eclosión tardofranquista del cine del
destape y creía que podía aspirar a otros registros. Era, en cualquier
caso una actriz de éxito y cotizada. Iba camino de ser una estrella.
Según su representante, cobraba medio millón de pesetas por película y
hacía muchas. En el año 1977, tres; un millón y medio de pesetas, una
auténtica fortuna. No tenía problemas económicos y sí, como hemos visto,
planes de futuro personales.
No se le pasaba por la cabeza abortar, y mucho menos, por tanto,
suicidarse. En unas declaraciones que algunos entendieron enigmáticas y
extemporáneas aseveró que “el aborto es un crimen. La vida humana es una cosa muy seria”.
Su hermano León (Lev) ha explicado el contexto: “Su
amante –que era muy campechano- la dejó por otra, también muy conocida.
Sandra amenazaba con dar a conocer su romance y descubrirlo todo a la
prensa; llegó a contactar incluso con una revista del corazón italiana.
Se puso muy insistente. Aún no estaba de cinco meses, le faltaba una
semana”.
El “campechano” es Juan Carlos de Borbón, la nueva amante del monarca, Bárbara Rey, quien era muy amiga de Sandra.
Estaba, sin duda, despechada, pero también con planes de futuro. No
quiere suicidarse, sino hacer pública su relación y la identidad del
padre de la criatura que llevaba en sus entrañas.
El suicidio debe ser descartado por completo: todo eran planes de
futuro, una mujer embarazada nunca se suicida pues tendría que luchar
contra un instinto tan fuerte como el de la maternidad y el de la
protección a su vástago.
Faltó también otro elemento habitual en los
suicidios: no hubo nota de despedida. Recientemente, se suicidaba en
París una de las fundadoras de Femen, Okasana Chatchko, 31 años.
Dejó la correspondiente nota: “Sois todos unos falsos”. Sandra Mozarowski
no sufrió ningún accidente, ni mucho menos se suicidó. La única
posibilidad lógica, por descarte, es que fue asesinada.
Esa tesis fue
planteada bajo el pseudónimo Tom Farrell, por el periodista Pablo Blas, en su novela “Escrito en un libro”: “No fue un suicidio ni un accidente. Fue un crimen de Estado. Estaba embarazada del Rey y la tiraron” (página 123, Escrito en un libro, Tom Farrell, Ed. Séneca).
Pablo Blas utilizó pseudónimo porque temía por su vida. Literariamente, la tesis del asesinato ha sido utilizada por Clara Usón, en El asesino tímido, y por Marta Sanz, en Daniela Astur y la caja negra.
Javier Bleda en su libro Mario Conde, la reclusión del éxito comenta este asunto: “Claro
que a mí no me extraña que Pedro Jota termine metiendo al Rey en su
desquite, aunque sea de forma pseudoperiodística-patriótica, porque para
eso el Rey le dejó tirado con el asunto del vídeo con Exuperancia
(parece que este Rey es aficionado, entre otras cosas, a dejar tirados a
sus amigos, y tiradas a sus amigas, y a algunas desde muy arriba)”.
En el blog Historias de Mediocridad, Daniel Carretero ha
impedido, con gran brillantez, que el de Sandra Mozarowski fuera
considerado “caso cerrado” y las telarañas del olvido cayeran sobre él.
Sandra estaba embarazada de Juan Carlos.
Antes de esa relación secreta y oscura, había proclamado que no había
perdido la virginidad. Estamos dos meses después de las primeras
elecciones y la actriz está amenazando con dar a conocer la historia y
la paternidad en una revista del corazón italiana. Aquello hubiera sido
un terremoto que hubiera hecho temblar a la monarquía.
Hay que tener en
cuenta que la mentira de un familia real unida, con un matrimonio feliz,
se ha mantenido hasta antes de ayer, y esa falsa estabilidad fue
presentado por los monárquicos más lacayos como argumento a favor de la
institución en términos de ejemplaridad.
El principal sospechoso del asesinato es Juan Carlos de Borbón.
Tenía el móvil –silenciar el escándalo- y los medios, los aparatos del
Estado, el CNI. El Centro Nacional de Inteligencia –antes CESID- ha sido
una proyección de Zarzuela y ha dedicado buena parte de sus esfuerzos a
facilitar las infidelidades de Juan Carlos y a
encubrirlas.
Es conocido que los espías españoles, en la desmerecida
función de mamporreros del emérito, montaron un discreto picadero en un
chalet de Aravaca; también que Bárbara Rey denunció en
Comisaría el intento de robo de las cintas en las que tenía grabado al
Borbón en actitud indecorosa y haciendo revelaciones comprometedoras, y
por las que el contribuyente español ha estado pagando muchos años, y
que situó como jefe de la operación de nuestros James Bond a Manuel Prado y Colón de Carvajal.
Bárbara Rey temió por su vida. Consideraba a su examante Juan Carlos de Borbón
capaz de matarla. ¿Pudo llegar el emérito al crimen por razones de
Estado? Pudo. Es una obviedad. Quienes lo han tratado lo consideran
capaz por vía interpuesta.
No sólo Bárbara Rey, más
recientemente, en plena vorágine del escándalo en marcha, también la
examante y testaferro –comisiones del AVE a la Meca, gestiones a favor
del Instituto Nòos, cuentas en Suiza y los terrenos en Marrakech- Corinna zu Sayn-Wittgenstein afirma en las escandalosas cintas que ha sido amenazada por el director del CNI, Félix Sanz Roldán
. Y no sólo ella sino también sus hijos. Roldán lo niega, pero ¿a estas alturas, tras tantas mentiras zarzueleras, quién lo cree?
La cuestión esencial es que Corinna considera a Juan Carlos de Borbón –quien disparó un certero tiro entre ceja y ceja a su hermano Alfonso, el 29 de marzo de 1.956, en Estoril- capaz de matarla.
Alguien tiró al vacío desde un cuarto piso a Sandra Mozarowski causándole la muerte y el principal sospechoso es Juan Carlos de Borbón, o por sus propias manos o por vía interpuesta.
Sandra Mozarowski fue asesinada y el principal sospechoso es Juan Carlos de Borbón
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