Imagen de archivo de una manifestación contra la violencia machista
- Las ideas y valores machistas son los que han sostenido los pilares de nuestra sociedad desde hace siglos"
- "En el terrorismo machista los violentos son los nuestros: nuestras parejas, nuestros padres, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo"
- "Si quienes promueven y difunden ideologías que violentan, amenazan y matan son terroristas, en España la ultraderecha son los terroristas"
Mientras me pongo a escribir esto escucho por la radio que una mujer
ha sido asesinada en Lugo y otra en Granada. “Son 10 las mujeres
asesinadas este año”, dicen. Es 9 de febrero y la noticia tiene el mismo
soniquete que el parte meteorológico.
“Hoy hay niebla en Madrid y ha
llovido, tengan cuidado en la carretera”, sigue la radio. Pienso que ojalá por la radio todas las mañanas un “hay machismo ahí fuera, tengan cuidado”. Pero no.
En
España, un machista asesina a una mujer cada 5 días. Se ponen 400
denuncias diarias y un 10% de las mujeres sufrirá violencia psíquica. El
50% de las mujeres sufren acoso sexual. Se denuncia una violación cada 5
horas.
Con estos datos, resultaría lógico pensar que cualquiera de
nosotras, o alguien de nuestro entorno, tenemos una alta probabilidad de
sufrir violencia machista.
Sin embargo, ¿por qué no le tenemos miedo al
machismo y sin embargo sí tememos a otro tipo de terrorismo o amenazas?
¿Cómo es posible que se haya roto el consenso social que asumía el
combate contra el machismo como algo esencial en la lucha contra la
violencia machista?
¿Por qué los portavoces de ETA eran
execrables pero sin embargo quienes son portavoces del machismo asesino
tienen que ser respetados?
Cuando hablamos de terrorismo
generalmente hablamos de una violencia que se ejerce desde “otros” sobre
un “nosotros”. El terrorismo se experimenta como una violencia ajena a
nuestra comunidad que amenaza nuestro sistema de convivencia, nuestra
democracia.
Además, el terrorismo impacta sobre toda la sociedad y no
solo sobre las personas que han sido víctimas directas. Los atentados
suelen ser indiscriminados por lo que todos nos podemos ver
identificados como posibles víctimas. Sabernos posibles víctimas, reconocernos vulnerables ante una amenaza es lo que genera el terror.
Sabiendo el impacto que tiene la violencia de género, ¿por qué no
sentimos el terrorismo machista como una amenaza real a nuestra
democracia? ¿Por qué no tememos al machismo? Por un lado, frente al
terrorismo machista no todas las personas se sienten amenazadas porque
no toda la población es objetivo de esta violencia.
La violencia
estructural que es la violencia de género afecta solo a las mujeres.
Además, las mujeres tendemos a creer que la violencia es algo que pasa a
‘otras’ mujeres pero no a mí.
Por otro lado, mientras que en otros
tipos de terrorismo son unos valores diferentes a los propios los que
nos amenazan, las ideas que alimentan el terrorismo machista no son
ajenas a nuestra sociedad.
La ideología machista es una ideología
violenta pero no es extraña: las ideas y valores machistas son los que han sostenido los pilares de nuestra sociedad desde hace siglos.
Luchar contra esta ideología machista conlleva repensar desde lo más
profundo lo que somos y cómo nos hemos construido como sociedad.
Quizá
por esto existan resistencias a dibujar la violencia contra las mujeres
como estructural y sistemática y a señalar el machismo como el origen
de esta violencia. El machismo lo impregna todo.
La cultura que tenemos
que combatir y cambiar es la nuestra. Quienes tenemos que cambiar como
sociedad somos nosotros. En el terrorismo machista no existen
“los otros” porque los violentos son los nuestros: nuestras parejas,
nuestros padres, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo.
El feminismo produce urticaria a la ultraderecha
porque ellos aspiran a una sociedad asentada en valores tradicionales
que mantenga el sistema de sumisión-dominación de las mujeres frente a
los hombres. Un sistema que mantiene y reproduce la desigualdad de las
mujeres.
En relación a la violencia machista, su estrategia es negarla y
cuando se ven acorralados por la evidencia de una asesinato o una
violación intentan construir a los agresores como “otros”, “ajenos a
nosotros” para evitar el análisis sobre el origen de la violencia.
Para
la ultraderecha los agresores son siempre extranjeros, árabes,
adolescentes extranjeros no acompañados, locos, alcohólicos o
degenerados pero nunca machistas.
Si realmente queremos construir un país en el que las mujeres no sean
asesinadas ni violentadas necesitamos ir al origen de esa violencia: la
desigualdad y el machismo. Sin embargo, ahora no solo basta con
combatir el machismo en la sociedad sino que tenemos que responder a un
discurso público que promueve la desigualdad.
Existen partidos políticos que son portavoces del machismo asesino, son portavoces de una ideología que mata.
Son portavoces de ideas y valores que ponen en peligro la seguridad y
la libertad de las mujeres.
Tienen como estrategia esconder el origen de
la violencia contra las mujeres mientras difunden datos falsos, mitos y
estereotipos que dificultan que las mujeres víctimas puedan salir del
contexto violento en el que están. Trabajan para eliminar los servicios
que atienden a las víctimas y a sus hijos e hijas.
Atacan a las
defensoras de derechos humanos que combaten el machismo. Humillan a las
víctimas.
La violencia machista, los asesinatos y las agresiones,
no son resultado de una suerte de casualidades que no podemos evitar.
La
violencia contra las mujeres se puede prevenir y el machismo se debe
combatir.
Tenemos que saber que la violencia machista tiene una
ideología que la respalda, igual que el terrorismo.
Tiene estrategias,
mensajes, ejecutores y grupos de apoyo detrás, igual que el terrorismo.
Y
también, el machismo asesino tiene representantes públicos que hacen de
portavoces y validan un discurso violento.
En la actualidad, el
terrorismo que mata es el machista.
Y si quienes promueven y
difunden ideologías que violentan, amenazan y matan son terroristas, en
España la ultraderecha son los terroristas.
Cristina Hernández
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