En
estos días de confinamiento (para los demás), me acuerdo mucho de las
personas que no tiene edad o capacidad para entender este mundo de locos
que les condena a estar encarcelados.
Me pregunto cómo estarán los
miles de niños y niñas que ven pasar sus días sin carreras ni juegos,
sin relación con sus iguales, sin haber visto físicamente ese monstruo
asesino del que tanto hablan, sin
embargo, ahí está la gente menuda, soportando la condena o tal vez
haciendo partícipes de esa condena a sus abnegados progenitores, quién
sabe qué condena es peor.
Me pregunto cómo estarán llevando la reclusión las personas con problemas de salud mental, en quienes es con toda seguridad difícil sobrellevar una vida “normal”, más aún cuando es obligado vivir de manera aislada y por tiempo indefinido.
Me pregunto cómo estarán esas extensas familias que viven en pocos metros cuadrados por razones económicas, como es el caso de muchos barrios pobres de Madrid, donde debe ser complicado no contagiarse si un solo de sus miembros llega a estar enfermo.
Cuánto por hacer a la vuelta, cuántos descosidos por arreglar.
Ojalá que lo que dejemos para siempre
en estado de reclusión sea el individualismo, el egoísmo habitual de la
vida de las ciudades, y empecemos a preocuparnos por la salud y
bienestar de tod@s, y a poder ser desde una perspectiva feminista,
ecologista y multiétnica.
¡Venceremos!
Tania Pasca Parrilla
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