Morir como ratas, en soledad y sedados… «Mórficos»
Desde mediados de marzo hasta
primeros de abril de 2020 era habitual la entrada relámpago del Jefe
Médico en la sala del hospital, señalando con su índice a los pacientes
de mayor edad, gruñendo incansable: ¡mórfico, mórfico y mórfico!, y así
hasta el hastío.
Tal orden significaba que la enfermera
debía aplicar a cada uno de los así sentenciados un chute de morfina
que, en pocas horas, liberara camas y material para otros pacientes, con
mayores probabilidades de supervivencia.
Morían como ratas, solos y sin
acompañamiento familiar, sedados hasta la muerte, sin previo aviso,
porque el único criterio válido era el beneficio que se obtenía con su
fallecimiento: liberar recursos escasos.
Políticos o verdugos usaban así
la palabra “beneficio”, en referencia a los pacientes entregados al
horror y la indignidad porque tenían que recuperar, en horas, las camas
perdidas en los últimos años con tantos recortes.
Enfermeras rotas y jefes divinos, con el poder de negar la vida y dar la muerte.
Las residencias de ancianos, no
preparadas médicamente y sin recursos sanitarios adecuados, veían cómo,
día a día, anciano a anciano, se rechazaba sus solicitudes de traslado
urgente. Que los aislaran y les dejaran morir.
Sin visitas de
familiares, sin apenas tratamiento alguno, demasiado caro para nada.
Como moscas. Eso sí, ¡en la mejor Sanidad del mundo!, como decía el
tarambana covidiota de turno, con irresponsabilidades políticas
ilimitadas.
Las residencias de mayores fueron abandonadas a su suerte,
pésimamente gestionadas por las autoridades responsables, desde Ayuso a
Iglesias y Torras, que la incompetencia no diferencia colores ni ideas.
Cuidadores rotos, políticos ineficaces y crueldad innecesaria.
Ayuso lanzó una circular invitando a la
selección de los pacientes que debían admitirse en los hospitales,
señalando el beneficio que suponía no derivar a los de mayor edad.
Y se
burlaba de todos nosotros, vivos y muertos, con una sesión fotográfica
en la que posaba como mater dolorosa. Indecente e intolerable: nos toman
por rebaños.
¿Cómo sigue ahí la tal Ayuso, sin una dimisión inmediata,
aunque solo fuera por dignidad propia?
Hubo veinte manifestantes que fueron
detenidos por su participación en las acciones que, el 15 de junio de
2011, querían rodear el Parlament, para evitar una sesión parlamentaria
convocada para aprobar unos brutales recortes educativos y sanitarios.
Alguno lleva más de dos años en la
cárcel. La razón: oponerse al debilitamiento del sistema sanitario, que
iba a provocar esa situación de escasez de camas y recursos que en 2020
ha provocado el espanto de esas condenas a muerte, sin más criterio que
el de la edad.
Han muerto casi 20.000 ancianos, siete de cada diez
víctimas de la pandemia en España.
En la primera quincena de junio Artur
Mas, responsable de esos históricos recortes sanitarios en Cataluña, ha
ido a felicitar el 90 aniversario del confeso delincuente y estafador
Jordi Pujol que, mediante una mafia familiar impune, protegida por el
aparato estatal y del partido, se dedicó a saquear el país catalán
durante 23 años.
Con el dinero robado por esa mafia no hubieran sido
necesario tales recortes sanitarios del 2012, que en 2020 nos habían
dejado un debilitadísimo sistema sanitario. Confunden la patria con su
patrimonio.
Hay
un hilo directo entre la impunidad del clan mafioso de los Pujol, o los
Millet, y la debilidad de la Sanidad catalana y la falta de camas y
recursos.
Hay un hilo directo que relaciona al ciudadano, preso en la
manifestación que intentó rodear el Parlament, para evitar UNOS RECORTES
EDUCATIVOS Y SANITARIOS SOCIALMENTE SUICIDAS, con la impunidad de un
Artur Mas al que no se piden responsabilidades por su política de
recortes.
¿Cuántos quirófanos y cuántas camas de hospital podrían haber
sido creadas con los tres mil millones saqueados por el clan de los
Pujol? ¿Cuántos mórficos se hubieran salvado sin los recortes de Artur
Mas?
La crueldad vivida en estos últimos
meses es más propia de Auschwitz que de una Barcelona por fin
descontaminada y libre, sin coches y sin turistas. ¡Tanto inepto metido a
irresponsable político nos costará muy caro! ¡Tanto salvapatrias ladrón
ya nos ha salido muy caro!
Pero ahora sabemos que, si hay una
segunda oleada, será peor, y que todos podemos ser declarados mórficos,
mientras dejemos impunes a los Ayuso, a los Pujol, a los Mas, a los
Iglesias y al Doctor Mengele.
Algún día alguien impartirá justicia, o
no, y sabrá diferenciar entre profesionales, entregados a salvar a sus
semejantes con riesgo de su propia vida, sin apenas medios, con sueldos
miserables y contratos precarios y esos sádicos jefazos que despachaban
etiquetas de mórficos a diestro y siniestro, sin denunciar nunca las
carencias del sistema sanitario, ni plantarse ante políticos criminales y
ociosos para cantarles las cuarenta… quizás porque les debían cargos y
obediencia y sumisión, o subvenciones a la medicina privada.
La barbarie avanza impunemente entre corruptos, terroristas e incompetentes.
A finales de febrero de 2020 se
suspendió el Mobile por decisión de las empresas participantes, en
contra del criterio de la alcaldesa de Barcelona (señora Colau) y del
presidente de la Generalidad (señor Torra, el vicario nombrado a dedo
por el vicario nombrado a dedo por el señor Mas), que sólo veían las
pérdidas económicas que ello suponía, sin prever en ningún momento las
consecuencias del contagio para la salud de los barceloneses.
Y esos mismos inútiles, incapaces de
prever lo previsible, que ya estaba en Italia, son quienes han de
gestionar la desescalada y la recuperación económica.
Y solo se les
ocurre un plan Renove para promover la venta de coches, o promocionar un
turismo de masas que ya es imposible e indeseable.
El dinero europeo se
repartirá en la tómbola de las multinacionales y nadie se acordará de
reforzar sanidad y educación.
¡Que nos pillen confesados! Eso que
tendremos de ventaja, antes de que alguno de esos covidiotas,
disfrazados de autoridad pública y provisto de una coartada de
asesoramiento científico nos declaren mórficos y prescindibles.
Al
menos, ya confesados, nos ganaremos el cielo; que el infierno ya lo
hemos sufrido en las ucis y en las residencias de mayores.
Agustín Guillamón
Barcelona 16 de junio de 2020
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