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lunes, 14 de septiembre de 2020

ISABEL II DE BORBÓN .... Esta Reina era ninfómana y se tiraba todo lo que se movía





ISABEL II DE BORBÓN


 Esta Reina era ninfómana y se tiraba todo lo que se movía la genética no falla nunca.Y tuvo 27 hijos, ninguno de su marido!!


 El mismo papa Pio IX – y no es coña – cuando iba a imponerle la condecoración de La Rosa de Oro se refirió a ella literalmente con esta frase: “Es puta, pero pía”.


 No destacaba el Pontífice, es obvio, que ejerciera de ramera y cantara como los pájaros, sino que combinaba con maestría el arte de ser zorra y la devoción al Altísimo. 


Isabel II fue una Borbón que vivió más tiempo en el exilio, orgasmo va, orgasmo viene, que sentada en el trono de España. 




Al parecer, la Prefectura de Policía de París contaba con una interminable lista de caballeros, y no tanto, que la gozaron carnalmente con su total complacencia y dedicación.
 

 Tenía Isabel 16 años solamente cuando la casan con Francisco de Asís, su primo carnal y del que no he podido confirmar que le gustaran los animales, como al santo. 


Los que sí le gustaban eran los poseedores de verga, como dijera Apollinaire.


 Que Francisco, al fin, era un sarasa quien, para mayor desgracia, arrastraba un gravísimo problema de impotencia y una malformación en el glande.


 Ella le llamaba Paquita y luego le colocaron el apellido de Natillas, seguramente por presiones de la multinacional Danone...




Insatisfecha Isabel, no tuvo otro remedio que buscar fuera lo que no tenía dentro y, así, tropezó con Francisco Serrano y Domínguez, el general bonito
 

. Y fue de tal calibre la cosa que la apodada frescachona afirmó: “Montarlo a él fue mi manantial. Mi balneario”. Cuando este caballero la traicionó, ella decidió dedicar su vida al fornicio. 


Al volver a España tras el exilio, no mucho tiempo antes de morir, se quejó de que la habían echado de la patria por tener amantes.


 Los hermanos Bécquer escribieron un libro titulado Los borbones en pelotas pleno de dibujos satíricos, algunos incluso mostrando coitos de la reina con caballos. 


Al rey consorte lo llamaban “el pajillero de la Corte”. Curiosamente, sabiéndose gran pecadora, Isabel II acudía regularmente a confesarse con el padre Claret. 


Lógicamente, esas confesiones, que serían un tormento para el sacerdote, no han trascendido.




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