EL AÑO EN EL QUE EL BCE GOBERNÓ EN ESPAÑA
Hoy hace un año, el BCE mandó a Zapatero una carta exigiendo más ajustes a cambio de intervenir en el mercado de deuda. Las peticiones del BCE han marcado también los recortes de Mariano Rajoy. Ahora, se vive una situación similar, con la entidad presidida por Mario Draghi planteando a España e Italia que pidan la ayuda de los fondos de rescate de la UE para volver a comprar bonos y rebajar las primas de riesgo.
Un año después, la misma situación, las mismas instituciones, los mismos países, las mismas recetas, pero diferentes protagonistas: el Banco Central Europeo (BCE) marcando el rumbo a España e Italia para poder hacer frente a las tensiones sobre su deuda soberana. El 5 de agosto de 2011, la autoridad monetaria envió sendas cartas a los jefes de Gobierno español e italiano exigiéndoles severas medidas de ajuste a cambio de iniciar la compra de bonos para rebajar sus primas de riesgo. Y la semana que hoy termina, el BCE les pide que, si quieren que vuelva a intervenir en el mercado de deuda para rebajar sus diferenciales respecto al bono alemán, tienen que pedir antes la ayuda de los fondos de rescate de la Unión Europea (UE). Y se lo están pensando .
La primera semana de agosto de 2011 fue convulsa, con fuertes caídas en las bolsas y las primas de riesgo disparadas . Las razones era diversas: el miedo a un nuevo debilitamiento de la economía mundial, los problemas políticos de Barack Obama para lograr un pacto con los republicanos sobre el techo de la deuda de EEUU (con la amenaza de rebaja de rating por parte de Standard & Poor’s, que finalmente se cumplió ), y las nuevas dudas sobre el futuro del euro por los problemas de Grecia y el temor de contagio hacia España e Italia. Y también la especulación, en unas fechas en las que se producen menos movimiento en el mercado, y se pueden obtener rápidos beneficios con pocas operaciones.
La tensión estranguló nuevamente los mercados de capitales y volvieron los problemas de financiación. Para muchos, la situación evocaba la que se vivió con la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008. Y todos los ojos miraban hacia España e Italia, y la posibilidad de que tuvieran que pedir el rescate de la UE, como había hecho Grecia, Portugal e Irlanda. Y eso sería el final del euro.
Así, hace 365 días llegaba al Palacio de la Moncloa una carta firmada por los entonces responsables del BCE, Jean-Claude Trichet, y del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Debajo de un ceremonioso “Estimado primer ministro”, los banqueros instaban al que era jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, a actuar “de manera apremiante” si deseaba que la entidad comprase deuda española y frenase de ese modo la escalada de su prima de riesgo, que se movía por encima de los 400 puntos básicos, y amenazaba con colocarse en niveles de rescate. El contenido de la misiva, que el Gobierno (tanto el del PSOE como el del PP) ha rehusado publicar, lo revela el periodista Ernesto Ekaizer en su último libro , Indecentes (editorial Espasa), una crónica de la crisis española.
La carta marcó el rumbo de los últimos ajustes de Zapatero y los primeros de Mariano Rajoy. Exigía medidas en tres frentes: mercado laboral, estabilidad presupuestaria, y reformas estructurales. En el ámbito laboral, exigía dar prioridad a los convenios colectivos de las empresas frente a los sectoriales; crear un contrato con una indemnización por despido baja; eliminar o restringir las cláusulas de revisión salarial; y eliminar la limitación al encadenamiento de contratos temporales . Esta última medida fue adoptada por el Gobierno de Zapatero en ese mismo mes.
La reforma laboral de Rajoy , aprobada en febrero pasado, abarató el despido y dio una vuelta de tuerca en la reforma de los convenios de Zapatero. Y sindicatos y empresarios alcanzaron en enero un pacto de rentas para mantener la moderación salarial en 2012 y 2013 (subida salarial del 0,5% para el presente y del 0,6% para el próximo), que incluía un cláusula de descuelgue y una complicada fórmula para la revisión salarial que ya no tenía en cuenta sólo la cifra de IPC sino otros elementos, como la productividad o la evolución del precio del petróleo).
En materia de ajuste presupuestario, la carta de Trichet y Fernández Ordóñez pedía que las autonomías publicasen trimestralmente la marcha de sus cuentas y un nuevo tijeretazo equivalente al 0,5% del PIB para garantizar que el déficit no se desviaba del objetivo del 6% para 2011 (finalmente, fue del 8,3%). Dicho y hecho: dos días después de llegar la carta, la vicepresidenta económica, Elena Salgado, adelantaba en una entrevista con la agencia Efe las medidas que se aprobarían en Consejo de Ministros una semana después: recorte gasto farmacéutico y modificaciones en el Impuesto sobre Sociedades para aliviar el presupuesto en 5.000 millones de euros.
La carta del BCE pedía también reformas estructurales en materia de energía, alquiler de vivienda y servicios profesionales, que luego han aparecido en las medidas anunciadas por el Gobierno de Mariano Rajoy para hacer frente a la crisis.
Aquella carta, según se recoge en el libro Indecentes, fue negociada y pactada, y se intercambiaron borradores entre La Moncloa y Fráncfort, donde tiene su sede el banco de la eurozona. Aquellos borradores recogían otras medidas que desaparecieron del texto final, como un contrato para jóvenes similar a los minijobs de Alemania (con un salario por debajo del SMI) o la liberalización de los horarios comerciales (una medida aprobada en julio por el Gobierno, junto con un ajuste de 65.000 millones que incluye la subida del IVA a partir del mes de septiembre ).
Pero ni en aquellos borradores, ni en la carta final, figuraba la reforma de la Constitución para incluir el control del déficit. Aquella medida, que según revela Ekaizer en su libro, fue una idea de David Taguas, quien fuera el director de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno tras Miguel Sebastián, y que en ese momento era el presidente de la patronal de las grandes constructoras. Era uno de los principales asesores económicos de Zapatero, aún fuera de la Administración, y tenía hilo directo con el presidente del Gobierno .
Taguas le convenció de que era una medida que podría contribuir a calmar a los mercados y a contentar a la canciller alemana Angela Merkel y al presidente francés Nicolas Sarkozy. A Zapatero no le costó convencer a Mariano Rajoy para introducir el control del déficit en la Constitución (el presidente del PP venía defendiéndolo desde hace tiempo); más reticencias encontró en el PSOE y en Alfredo Pérez Rubalcaba, su candidato para las elecciones del 20-N. Eso no impidió una reforma express de la Carta Magna , que se aprobó a comienzos de septiembre.
La carta del BCE marcó también la política de Rajoy. Se refirió a ella en las entrevistas que tuvo con los líderes sindicales, Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo , tras ganar las elecciones y antes de la sesión de investidura. No se la había entregado el ex presidente del Ejecutivo (en realidad, muy poca gente conoció directamente el texto), sino que, como dijo a los sindicatos, la recibió por otras vías. Luego se supo que se la filtró Antonio Sáenz de Vicuña, el abogado general del BCE, a quien luego propuso, sin éxito, para ocupar el puesto que dejaba en el Consejo de de Gobierno del banco el español José Manuel González Páramo.
Una carta similar a la que recibió Zapatero, en este caso con la firma de Mario Draghi, tuvo como destino el Palacio Chigi, ocupado en aquel momento por Silvio Berlusconi , quien también puso en marcha las medidas que se le exigía.
Recibidos los mensajes en Madrid y Roma, y tras un domingo de reuniones, contactos y comunicados de Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, del G7 y del BCE , comenzó la intervención de la autoridad monetaria de la eurozona en el mercado secundario de deuda, con los resultados esperados: las primas de riesgo española e italiana se rebajaron en más de cien puntos. El banco destinó 215.000 millones a la compra de bonos hasta comienzos de 2012.
Ahora lleva casi medio año sin compras, concretamente 20 semanas. Y esa inacción es parte del problema actual. Muchos analistas creen que el BCE debe intervenir en el mercado de deuda para resolver las tensiones en la eurozona, y el Gobierno español lo ha reclamado en público repetidamente . Pero Alemania se venido oponiendo a esta medida, mientras las primas de riesgo se han vuelto a disparar (la española ha superado los 610 puntos, y la rentabilidad del bono a 10 años se ha situado por encima del 7,5%).
Hasta ahora. Esta semana, el BCE ha anunciado disposición a intervenir otra vez y adoptar otras medidas extraordinarias para frenar tensiones mercado deuda. Pero con condiciones, otra vez (también impuestas por Alemania ): Antes de comprar bonos en el mercado secundario el país tiene que pedir la ayuda del fondo de rescate, a cambio de condiciones estrictas ; esto es, con más ajustes. Y el primer ministro italiano, Mario Monti, y el presidente español, Mariano Rajoy, han admitido que lo están planteando. En septiembre puede haber noticias.
La primera semana de agosto de 2011 fue convulsa, con fuertes caídas en las bolsas y las primas de riesgo disparadas . Las razones era diversas: el miedo a un nuevo debilitamiento de la economía mundial, los problemas políticos de Barack Obama para lograr un pacto con los republicanos sobre el techo de la deuda de EEUU (con la amenaza de rebaja de rating por parte de Standard & Poor’s, que finalmente se cumplió ), y las nuevas dudas sobre el futuro del euro por los problemas de Grecia y el temor de contagio hacia España e Italia. Y también la especulación, en unas fechas en las que se producen menos movimiento en el mercado, y se pueden obtener rápidos beneficios con pocas operaciones.
La tensión estranguló nuevamente los mercados de capitales y volvieron los problemas de financiación. Para muchos, la situación evocaba la que se vivió con la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008. Y todos los ojos miraban hacia España e Italia, y la posibilidad de que tuvieran que pedir el rescate de la UE, como había hecho Grecia, Portugal e Irlanda. Y eso sería el final del euro.
El BCE exigió a Zapatero que actuase "de manera apremiante" con nuevos recortes y reformas
Así, hace 365 días llegaba al Palacio de la Moncloa una carta firmada por los entonces responsables del BCE, Jean-Claude Trichet, y del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Debajo de un ceremonioso “Estimado primer ministro”, los banqueros instaban al que era jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, a actuar “de manera apremiante” si deseaba que la entidad comprase deuda española y frenase de ese modo la escalada de su prima de riesgo, que se movía por encima de los 400 puntos básicos, y amenazaba con colocarse en niveles de rescate. El contenido de la misiva, que el Gobierno (tanto el del PSOE como el del PP) ha rehusado publicar, lo revela el periodista Ernesto Ekaizer en su último libro , Indecentes (editorial Espasa), una crónica de la crisis española.
La carta marcó el rumbo de los últimos ajustes de Zapatero y los primeros de Mariano Rajoy. Exigía medidas en tres frentes: mercado laboral, estabilidad presupuestaria, y reformas estructurales. En el ámbito laboral, exigía dar prioridad a los convenios colectivos de las empresas frente a los sectoriales; crear un contrato con una indemnización por despido baja; eliminar o restringir las cláusulas de revisión salarial; y eliminar la limitación al encadenamiento de contratos temporales . Esta última medida fue adoptada por el Gobierno de Zapatero en ese mismo mes.
La reforma laboral de Rajoy , aprobada en febrero pasado, abarató el despido y dio una vuelta de tuerca en la reforma de los convenios de Zapatero. Y sindicatos y empresarios alcanzaron en enero un pacto de rentas para mantener la moderación salarial en 2012 y 2013 (subida salarial del 0,5% para el presente y del 0,6% para el próximo), que incluía un cláusula de descuelgue y una complicada fórmula para la revisión salarial que ya no tenía en cuenta sólo la cifra de IPC sino otros elementos, como la productividad o la evolución del precio del petróleo).
En materia de ajuste presupuestario, la carta de Trichet y Fernández Ordóñez pedía que las autonomías publicasen trimestralmente la marcha de sus cuentas y un nuevo tijeretazo equivalente al 0,5% del PIB para garantizar que el déficit no se desviaba del objetivo del 6% para 2011 (finalmente, fue del 8,3%). Dicho y hecho: dos días después de llegar la carta, la vicepresidenta económica, Elena Salgado, adelantaba en una entrevista con la agencia Efe las medidas que se aprobarían en Consejo de Ministros una semana después: recorte gasto farmacéutico y modificaciones en el Impuesto sobre Sociedades para aliviar el presupuesto en 5.000 millones de euros.
La carta del BCE pedía también reformas estructurales en materia de energía, alquiler de vivienda y servicios profesionales, que luego han aparecido en las medidas anunciadas por el Gobierno de Mariano Rajoy para hacer frente a la crisis.
Aquella carta, según se recoge en el libro Indecentes, fue negociada y pactada, y se intercambiaron borradores entre La Moncloa y Fráncfort, donde tiene su sede el banco de la eurozona. Aquellos borradores recogían otras medidas que desaparecieron del texto final, como un contrato para jóvenes similar a los minijobs de Alemania (con un salario por debajo del SMI) o la liberalización de los horarios comerciales (una medida aprobada en julio por el Gobierno, junto con un ajuste de 65.000 millones que incluye la subida del IVA a partir del mes de septiembre ).
Pero ni en aquellos borradores, ni en la carta final, figuraba la reforma de la Constitución para incluir el control del déficit. Aquella medida, que según revela Ekaizer en su libro, fue una idea de David Taguas, quien fuera el director de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno tras Miguel Sebastián, y que en ese momento era el presidente de la patronal de las grandes constructoras. Era uno de los principales asesores económicos de Zapatero, aún fuera de la Administración, y tenía hilo directo con el presidente del Gobierno .
Taguas le convenció de que era una medida que podría contribuir a calmar a los mercados y a contentar a la canciller alemana Angela Merkel y al presidente francés Nicolas Sarkozy. A Zapatero no le costó convencer a Mariano Rajoy para introducir el control del déficit en la Constitución (el presidente del PP venía defendiéndolo desde hace tiempo); más reticencias encontró en el PSOE y en Alfredo Pérez Rubalcaba, su candidato para las elecciones del 20-N. Eso no impidió una reforma express de la Carta Magna , que se aprobó a comienzos de septiembre.
La carta del BCE marcó también la política de Rajoy. Se refirió a ella en las entrevistas que tuvo con los líderes sindicales, Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo , tras ganar las elecciones y antes de la sesión de investidura. No se la había entregado el ex presidente del Ejecutivo (en realidad, muy poca gente conoció directamente el texto), sino que, como dijo a los sindicatos, la recibió por otras vías. Luego se supo que se la filtró Antonio Sáenz de Vicuña, el abogado general del BCE, a quien luego propuso, sin éxito, para ocupar el puesto que dejaba en el Consejo de de Gobierno del banco el español José Manuel González Páramo.
Una carta similar a la que recibió Zapatero, en este caso con la firma de Mario Draghi, tuvo como destino el Palacio Chigi, ocupado en aquel momento por Silvio Berlusconi , quien también puso en marcha las medidas que se le exigía.
El banco de la eurozona lleva casi medio año sin intervenir en el mercado de deuda y ahora pone nuevas condiciones
Recibidos los mensajes en Madrid y Roma, y tras un domingo de reuniones, contactos y comunicados de Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, del G7 y del BCE , comenzó la intervención de la autoridad monetaria de la eurozona en el mercado secundario de deuda, con los resultados esperados: las primas de riesgo española e italiana se rebajaron en más de cien puntos. El banco destinó 215.000 millones a la compra de bonos hasta comienzos de 2012.
Ahora lleva casi medio año sin compras, concretamente 20 semanas. Y esa inacción es parte del problema actual. Muchos analistas creen que el BCE debe intervenir en el mercado de deuda para resolver las tensiones en la eurozona, y el Gobierno español lo ha reclamado en público repetidamente . Pero Alemania se venido oponiendo a esta medida, mientras las primas de riesgo se han vuelto a disparar (la española ha superado los 610 puntos, y la rentabilidad del bono a 10 años se ha situado por encima del 7,5%).
Hasta ahora. Esta semana, el BCE ha anunciado disposición a intervenir otra vez y adoptar otras medidas extraordinarias para frenar tensiones mercado deuda. Pero con condiciones, otra vez (también impuestas por Alemania ): Antes de comprar bonos en el mercado secundario el país tiene que pedir la ayuda del fondo de rescate, a cambio de condiciones estrictas ; esto es, con más ajustes. Y el primer ministro italiano, Mario Monti, y el presidente español, Mariano Rajoy, han admitido que lo están planteando. En septiembre puede haber noticias.
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